dissabte, 24 de juny del 2017

El Teniente Coronel D. Luis de Mas

D. Luis de Mas (Igualada, 1824 - Vich, 1895)

«Aunque viejo por mis sesenta y cinco años de edad, pero gozando salud perfectísima, gracias a la misericordia del Cielo, arde en mi pecho el fuego sagrado del amor más entusiasta y de la más incondicional lealtad a la causa de DIOS, PATRIA Y REY, nombres santos que tengo grabados en mi corazón, y a cuyo solo recuerdo bulle aún en mis venas la sangre de mis belicosos abuelos y me hacen esperar animoso el momento de verterla por mi Rey y mi amadísimo Señor Don Carlos de Borbón, pues que a Él y a su familia augusta pertenece hasta su última gota.»


Las palabras que van transcritas pertenecen a nuestro biografiado.

Retratan un carácter y dan fe de que su vida y la de sus ascendientes lo fue de sacrificio continuado por la bandera católico-monárquica.

Y patentizan que cuando la fe alienta con toda su pureza en almas esforzadas, no son parte los años transcurridos, ni las decepciones sufridas, ni las esperanzas frustradas, a amortiguar el entusiasmo de aquellos que vivieron consagrados a la causa de la Verdad y ansían morir defendiéndola.

No podrá jamás llamarse viejo quien así se expresa.

Llámese viejo, porque en efecto lo es, aquel que a pesar de sus pocos años ve transcurrir los días contemplando con criminal indiferencia los males de su patria, sin que el corazón le dicte el esfuerzo más mínimo por curarlos; viejo es y caduco, y más que viejo y caduco, inerme e inútil, aquel que no emplea el vigor y las fuerzas de que el Cielo le dotó en remediar las desdichas de su madre; pero quien ve pasar los años, y siempre y sin dejar momento al descanso se esfuerza por lograr, tras sacrificios sin cuento, el logro de las purísimas aspiraciones que absorbieran la florida época de su juventud, éste no envejece. El espíritu es siempre joven, cuando anima naturalezas esforzadas y de buen temple; y los que tal don recibieron de lo Alto, y a fuerza de sufrir y de penar supieron cultivarlo, bien merecen ser propuestos por modelos a esa naciente generación que espera anhelante poder demostrar a la faz de Europa que no todo es positivismo y frialdad en este siglo egoísta y metalizado, pues en la Comunión carlista, y sólo en ella, porque fuera de su alcance todo es cálculo y estudiada ambición, hay hombres por millares dispuestos a no cejar en su empeño o a perecer en la noble demanda de reconstruir el reinado de la Justicia y del Derecho.

Uno de tantos, uno de entre los innumerables con que este partido se honra, es don Luis de Mas.

Ni un solo lapso de su vida deja de serlo de sacrificio por la causa de Dios y del Rey. ¿Qué decimos de su vida? Sus abuelos y sus padres trabajaron con esfuerzo incansable por la bandera de la Legitimidad, y sus hijos, dignos vástagos cual él de familia tan esforzada, supieron ya emular, aunque jóvenes, las glorias de sus ascendientes, y allí donde el Rey mandó, allí se vio a nuestro biografiado, que supo ofrecer prácticamente y en la hora del mayor peligro el porvenir de su familia y sus propios intereses a su Señor y Rey.

Conocimos a D. Luis de Mas en la guerra, pues nos cupo en suerte el tenerlo por jefe, que más que esto fue para nosotros padre solícito y cariñoso, y nos honramos hoy con su amistad y hemos tenido ocasión de apreciar por nosotros mismos cuán grande es su celo y cuán entusiasta su amor a la Causa, y responder podemos, y con nosotros cuantos le conocen y le tratan, de que no han sido parte los años para hacer decaer el espíritu del esforzado Jefe carlista, soldado valeroso ayer en los campos de batalla, e infatigable campeón de la buena propaganda en los presentes días de lucha con el enemigo de siempre y con el que se nos fingió amigo y ha correspondido a nuestra confianza con la más repugnante de las traiciones.

Los merecimientos contraídos por nuestro biografiado en los días de la lucha armada, los verán fielmente reseñados a continuación nuestros lectores; los trabajos constantes a que nuestra Causa le es hoy deudora, quedan consignados con sólo decir que a su iniciativa se debe la creación en la alta montaña de Cataluña del Círculo Tradicionalista de Vich, legión de soldados en que no se sabe qué admirar más, si la disciplina y subordinación de éstos, o el espíritu organizador de sus Jefes, que han sabido agrupar fuerzas numerosas y aguerridas que vagaban dispersas, anhelantes de hallar ocasión de alardear su amor jamás desmentido a nuestros ideales.

Merecedores son todos de la gratitud más viva por parte de los carlistas españoles, y el último de éstos, pero no el menos entusiasta, se complace en presentar a sus correligionarios al distinguido Jefe cuya biografía motiva las siguientes líneas.

Igualada, cuna de tantos valientes que han engrosado las filas de los Reales Ejércitos en cuantas ocasiones ha pedido nuestra desventurada Patria brazos varoniles y corazones esforzados para oponerlos a los furiosos embates de la triunfante Revolución, vio nacer a D. Luis de Mas en 24 de Junio de 1824.

Su padre, D. José Joaquín de Mas, que llegó a Intendente del Ejército carlista en la titánica lucha de los siete años, se esmeró en infiltrar en su juvenil corazón los mismos principios que a la muerte de Fernando VII volaron ambos a defender con mano armada.

En los dos primeros años sirvió nuestro biografiado sin cargo especial, pero sufrió siempre con constancia las penalidades de aquella ruda campaña, batiéndose con un valor poco común en varios hechos de armas. En 1837 fue nombrado oficial auxiliar de su señor padre, entonces Comisario de guerra de primera clase. En 1839 fue habilitado general de las numerosas viudas de las víctimas de la guerra. En el año 1840 emigró con toda la familia de su padre, incluso su madre, ocupándose en el Extranjero en el estudio del dibujo litográfico, de la topografía y en los de operaciones geodésicas y trazados, llegando a adquirir en Marsella, punto de su residencia durante los cinco últimos años de los doce que duró su expatriación, extraordinario renombre por las admirables obras topográficas que llevó a cabo y que sólo abandonó en 1848 para defender a Carlos VI.

Ya Teniente desde 1840, por el Real decreto de Carlos V, que concedía el empleo inmediato a todos los que le permanecieron fieles después de la traición de Maroto, se incorporó a las filas de los leales defensores de la Legitimidad, y deseando pasar a Caballería, fue nombrado por orden general del 8 de Agosto de 1848 Alférez de dicha arma y agregado al Estado Mayor del General Brujó.

Emigró por segunda vez a Francia, una vez concluida esta campaña, permaneciendo en la nación vecina hasta 1863, que con especial permiso de Don Carlos VI pudo volver a su Patria sin menoscabo de su honra política. En 1865 trabajó con el mayor celo por el buen éxito de la campaña que se intentaba llevar a cabo, haciendo con aquel objeto varios viajes al Extranjero y sacrificando muchos de sus intereses.

En 1868 fue nombrado por Don Carlos el primer Subcomisario Regio de Cataluña para iniciar el movimiento: comenzó los trabajos de organización del partido en Barcelona; hizo repetidos viajes a París y a Alemania para gestionar asuntos de nuestra Causa, y gastó cuantiosos intereses de su patrimonio socorriendo y pagando a varios oficiales e individuos que esperaban el momento de entrar en campaña.

Deseoso Don Carlos de pisar el suelo español, se trazó un itinerario para poderlo hacer sin peligro y burlando la gran vigilancia de la policía francesa; pero tuvo ésta noticia de dicho proyecto, y sabiéndolo D. Luis de Mas, salió de Perpiñán para París a proponer otro itinerario al Sr. Duque de Madrid, que fue aceptado por Don Carlos y que dio el más satisfactorio resultado.

En 1873 convaleciente de una grave y cruel enfermedad reumática y de una ceguera de tres meses, adquirida a causa de las intemperies a que se halló expuesto en la frontera de Francia, incorporóse a las fuerzas del entonces Coronel Vila del Prat.

Su Alteza Real el Infante Capitán General de Cataluña le encargó la organización del Real Cuerpo de Ingenieros, y desempeñando el cargo de Jefe superior, fue de los primeros que entraron en la villa fortificada de Ripoll, dirigiendo con admirable tino el ataque del fuerte de San Eudaldo, que tuvo que rendirse a discreción, contribuyendo con su valor a la toma de dicha villa.

Por este brillante hecho de armas, y previas las diligencias de reglamento, S.A.R. premió a nuestro biografiado con el diploma de Caballero de la Real y militar Orden de San Fernando.

Asistió a la acción de Campdevánol; con la sección de Ingenieros y las fuerzas del Comandante Camps inició el ataque de la plaza fuerte de Berga, y cooperó a todas las operaciones del sitio de la misma hasta que fue tomada por asalto y hecha prisionera su guarnición.

En 10 de Mayo de 1874 fue nombrado Teniente coronel de Infantería, y pasó en Septiembre del mismo año a las Provincias Vascongadas a presentar a Don Carlos un Tratado de fortificaciones de campaña, que sirvió para uso e instrucción del Cuerpo de su mando, cuya obra mereció la aprobación del Rey previo el favorable informe que dio de ella el General en jefe de Ingeniros del Norte, D. Francisco de Alemany.

Por disposición del Capitán general del Principado, y a instancias del General Savalls, pasó a la 1.ª División con el fin de organizar un cuerpo de obreros militares, que más adelante prestó importantísimos servicios.

Largos serían de enumerar los brillantes hechos que adornan a nuestro biografiado.

Su acrisolada lealtad no ha sido nunca por nadie puesta en tela de juicio, porque son muy notorios para todos sus sacrificios en aras de la Causa Católico-monárquica, por la Causa misma por la que sus antepasados ganaron, por defenderla heroicamente, los blasones de nobleza que marcan en la familia de D. Luis de Mas un abolengo glorioso y esencialmente monárquico.

Ostenta la Cruz de Fidelidad Militar, la de la Real y distinguida Orden de Carlos III, que le concedió D.ª Isabel por haber compuesto y publicado un tratado completo de dibujo topográfico, que es obra de texto por decreto de dicha Señora, y aprobada por la Academia de San Fernando. Dicha obra es la primera importante de esta clase que se ha publicado en España, y la dedicó a Don Carlos, el cual le confirmó de palabra la referida condecoración. Posee además la Cruz y Placa de San Hermenegildo, la Medalla de la toma de Berga, la Encomienda de la Real Orden americana de Isabel la Católica, libre de gastos, por servicios prestados a la augusta Persona del Rey la Cruz Roja del Mérito Militar de segunda clase, y la Real y distinguida Medalla de plata de Carlos VII.

Hasta hace poco ha residido en la poética y hermosa finca Manso Escorial, de Vich, habiendo fijado después su domicilio en Barcelona, y a pesar de su avanzada edad, arde aún en su vigoroso pecho el fuego sagrado de su amor y adhesión a la bandera de Dios, Patria y Rey, defendiéndola con la misma inteligente actividad de siempre, al desempeñar a gusto de todos los carlistas de Vich la Presidencia del Círculo Tradicionalista de la Alta Montaña, y en disposición de empuñar las armas cuando sea más conveniente para la Patria luchar como ausetano que pensar como vicense.


Album de personajes carlistas, tomo III, 1890 (pp. 14-25)

Véase también la necrológica de El Correo Español (31/12/1895)

dijous, 15 de juny del 2017

La reconciliación entre carlistas e integristas y la unión de los católicos en Cataluña (1906)

En el año de 1906 los liberales decretaron la primera persecución contra la Iglesia en el siglo XX. El 5 de julio había caído el presidente del Consejo de ministros, Segismundo Moret, quien ya había hablado de reformar la Constitución de 1876 en su artículo 11 para convertir la tolerancia en libertad de cultos, lo que suponía un ataque contra la Iglesia, que defendía la unidad católica de España. Le sucedió el general José López Domínguez, cuyo ministerio lo primero que hizo fue alardear de «liberal», de «muy liberal», que en boca de esa gente significaba lo mismo que «anticatólico».

El ministro de Instrucción Pública, Amalio Gimeno, llegó a amenazar al señor Obispo de Córdoba por una sinagoga que el ministro recababa para sí; y el conde de Romanones, ministro de la Gobernación, se metió a legislar en los Seminarios y a darle a los Obispos instrucciones para que arreglasen según la mente romanonesca la carrera eclesiástica. Comenzaron a hablar de secularizar los cementerios y de apretar los tornillos a la enseñanza religiosa o «congregacionista», según su jerga. Moret, Canaleja, Romanones y demás prohombres del Partido Liberal combatían por ver quien era más anticlerical y «demócrata».

El conde de Romanones

El 27 de agosto Romanones sacó su Real Orden sobre el matrimonio, que desvirtuaba el Código civil, que prescribía como única forma de matrimonio entre católicos el canónico, y derogaba la circular de Vadillo sobre el matrimonio civil, en la cual se exigía a los que pretendían contraer matrimonio civil una declaración formal de que no profesaban el catolicismo. Alfonso (XIII) firmó el anticatólico decreto. Una amarga oleada de justa indignación inundó España y el espíritu de protesta conmovió los corazones católicos. Los Prelados fueron los primeros en contestar, especialmente el señor Obispo de Tuy, que en su circular del 1 de septiembre se opuso con apostólica firmeza a la Real Orden, por lo que fue blanco de las iras y las diatribas de la prensa izquierdista.

Pero el mayor ataque a la Iglesia fue el proyecto de ley de Asociaciones del ministro de la Gobernación, Bernabé Dávila. Enmascarada con mendaces pretextos y disposiciones, su verdadero fin era perseguir y suprimir a las Asociaciones católicas y a las Órdenes religiosas. Muchos católicos se forjaron la ilusión de que el usurpador Alfonso (XIII) jamás autorizaría su lectura. ¡Ilusión vana! El jefe de Estado firmaba el 25 de octubre el decreto autorizando al ministro de Gobernación la lectura en el Congreso del citado proyecto.

Debido a la férrea oposición católica, finalmente la ley de Asociaciones quedó sepultada, el Partido Liberal quedaba destrozado y el conservador Antonio Maura ascendía a la presidencia del gobierno, siendo derogada poco después la Real Orden de Romanones sobre el matrimonio por el marqués de Figueroa, ministro de Gracia y Justicia. El sectarismo de los liberales con el beneplácito del monarca usurpador había tenido además un efecto adverso para los fines anticlericales, pues logró unir a los católicos contra el gobierno, desapareciendo el enfrentamiento entre carlistas e integristas que había producido la separación de Ramón Nocedal de las filas legitimistas en 1888.

El 23 de diciembre de 1906 tuvieron lugar en Cataluña los numerosos y entusiastas mítines de San Andrés de Palomar, Cervera, Badalona y Vich. En esta última ciudad vibró una simpática nota de unión. Copiamos algunos párrafos interesantísimos de El Norte catalán, periódico católico de Vich:

Dr. José Torras y Bages, obispo de Vich.

«Terminado el acto del mitin, la Junta organizadora se dirigió al palacio episcopal para hacer entrega al reverendísimo Prelado de las conclusiones aprobadas. La inmensa mayoría de los concurrentes al acto acompañó á la comisión, estacionándose en las escaleras y patio del palacio. Con sumo agrado y paternal benevolencia acogió el ilustrísimo señor Obispo á los individuos de la comisión y á los oradores, aceptando con mucho gusto el encargo de telegrafiar á la Santidad de nuestro Padre el Papa Pío X.  
Luego, al saber el Ilmo. Sr. Dr. Torras y Bages que una multitud inmensa, á pesar de la lluvia, aguardaba al pie de su palacio, mostró deseos de dirigirle la palabra, y acompañado del Vicario general, Canónigo Sr. Corbella, secretario de Cámara, individuos de la comisión y oradores, se asomó al balcón principal, y en un discurso dió las gracias á todos por haber sabido cumplir con su deber de cristianos confesando públicamente á Cristo y con su deber de ciudadanos protestando contra las leyes atentatorias de nuestra santa fe. Al terminar nuestro venerable Pastor fué ovacionado por la multitud.  
Acto seguido la comisión organizadora se dirigió á las Casas Consistoriales para hacer entrega al excelentísimo señor alcalde de otro ejemplar de las conclusiones, á fin de que, por su conducto, fuesen transmitidas al Gobierno, pero no pudo cumplir su cometido por haber encontrado cerradas las puertas de la alcaldía.  
Al salir de las Casas Consistoriales la comisión organizadora, obsequió á los oradores con un espléndido banquete, que fué servido en la fonda de Colón.  
Unos veinte comensales se sentaron á la mesa, reinando durante la comida una franca cordialidad entre carlistas, integristas y catalanistas, cordialidad, que se acentuó y afianzó al pronunciarse los brindis, como vamos á ver.  
Iniciólos el director de El Correo Catalán, D. Miguel Junyent, y como quiera que aludiese en su elocuente brindis al partido integrista, levantóse, al terminar, el presidente de la Junta local de dicho partido y miembro de la provincial, D. Mariano de Rocafiguera, quien dijo en substancia estas palabras:  
«No he brindado jamás. No soy orador ni lo he sido nunca; la elocuencia y el bien decir han andado siempre lejos de mí; pero, obligado por las circunstancias (y bendigo á Dios que las ha deparado), no puedo, como representante del partido integrista, dejar de contestar al expresivo é intencionado brindis de mi caro amigo el Sr. Junyent; y lo hago con vivísima satisfacción de mi alma, porque se me ofrece una ocasión propicia para contribuir al logro de mi ideal de siempre, ocasión que sería para mí un cargo de conciencia desaprovechar.   
Diré dos palabras no más. ¡Quiera Dios que valgan por un discurso elocuente!  
Brindo para que el abrazo estrechísimo, afectuoso y sincero que se dieron en Tafalla, ante una multitud inmensa, los paladines del catolicismo Sres. Mella y Nocedal, sea imitado por todos los católicos españoles. Y no he de decir más.»  

Mariano de Rocafiguera
Foto de La Hormiga de Oro (7/6/1919)


Y luego, uniendo la acción á la palabra, levantáronse los Sres. Junyent y Rocafiguera y se dieron un abrazo sincero, afectuoso, estrechísimo; trasunto de aquel otro abrazo que unió á los católicos navarros, y que, como aquél, quiera Dios que una á los católicos catalanes.  
Pero no paró aquí la obra de la unión de los católicos vicenses. Alguien lanzó la idea de ir á tomar café en el Centro carlista, y aceptada al momento por todos, trasladáronse inmediatamente al expresado Centro.   
Mas, dejemos que nos cuente ese hermoso detalle El Correo Catalán, pues sus palabras, que hacemos nuestras, son de oro, y además prueban que nuestro colega abunda en los mismos sentimientos, lo cual no hay que ponderar cuanto nos satisface.   
Dice así nuestro compañero de Barcelona:   
«Una vez allí, el Sr. Junyent, á instancias de los numerosos concurrentes que llenaban por completo el local, y habían recibido con una salva de aplausos, vivas y aclamaciones á los oradores y delegados de las entidades católicas, hizo uso de la palabra, pronunciando un magnífico discurso abogando por la verdadera unión de los elementos católicos, al que contestaron los representantes de los integristas y de los regionalistas católicos abundando en la misma idea y terminando con un fraternal abrazo que se dieron el presidente del Círculo tradicionalista Sr. Vilaró, y los representantes de las otras fracciones aludidas, quedando de este modo sellada la unión entre los católicos vicenses.   
Luego se dirigieron á la Juventud católica y á Catalunya Vella, en donde fueron recibidos con mucha amabilidad por las respectivas juntas, reproduciéndose las pruebas de solidaridad católica.» 


Multitudinaria manifestación católica en la plaza de toros de las Arenas (Barcelona)
contra la anticatólica la Ley de Asociaciones, que contó con la presencia como
orador del diputado carlista Juan Vázquez de Mella.
Fotografía tomada de La Hormiga de Oro (26/1/1907)

Véase La voluntad nacional frente del jacobinismo afrancesado de Romanones y Canalejas (P. Antonio Viladevall, 1907), pp. 186-189.