dimarts, 27 de juliol del 2021

Los bárbaros en Tortosa (1936-39) IX - Horrorosa matanza de tradicionalistas

CAPÍTULO IX

Horrorosa matanza de tradicionalistas

Ignoramos si cayó o no en poder de los Comités marxistas ninguna lista de los asociados al Círculo Tradicionalista. Creemos que no, por cuanto se tomaron bien todas las disposiciones para que así no fuera. No podemos imaginarnos tampoco que entre los que concurrían al Círculo hubiera ningún chivato. Sabemos también que ninguno de los jóvenes requetés que fueron violentados por los justicieros y ajusticiadores rojos desplegó los labios para acusar y delatar a ningún correligionario; supieron todos morir como unos héroes, como verdaderos descendientes de los que durante más de cien años sacrificaron vidas y haciendas por el honor y por el triunfo de la Causa. 

No obstante, los que pertenecían al Partido Tradicionalista y estaban inscritos en las listas de asociados al Circulo fueron los que sufrieron mayormente las iras y el furor de los izquierdistas revolucionarios. 

El pariente marxista del correligionario Sr. Verdal dijo verdad al asegurarle que la mayoría o la totalidad de los asociados a dicho Centro serían asesinados, por cuanto de ellos se hizo una horrorosa matanza. 

El cronista recuerda en estos momentos, y ha podido comprobar, que fueron villanamente asesinados los siguientes, en los primeros meses del movimiento; y aun tememos omitamos alguno:

D. Jorge Abad Pérez
» Juan Arasa Puvill
» Pedro Ardit Aragonés
» José Arnau Mola
» Domingo Audi Panisello
» Manuel Beltrán Valldepérez
» Juan Benaiges Nivera
» Luis Canivell Curto
» José Casanova Baiges
» David Catalá Solá
» Antonio Cerveto Riba
» Ramón Albacar Nicolau
» Bartolomé Arbona
» José Ardit Altadill
D.ª Carmen Audí Forés
D. Manuel Bau Vergés
» Adolfo Bellés Ebrí
» Juan Calderó Escurriola
» José Capdevila Nebot
» José Casanova Ferrando
» Enrique Cervera Lleixá
» Luis de Cruells Ayguavives
» Luis de Cruells Aragonés
» Luis de Cruells Martí
» José Chavarría Cortiella
» Ramón Ejarque Ulldemolins
» Manuel Esteve Monfill
» Manuela Estrada Arasa
» Cristóbal Falomir Villarrocha
» Daniel Ferreres Ferreres
» Ramón Flors Gómez
» Manuel Gordon Picardo
» Hilarión José Solé
» Segismundo López Serrano
» Antonio Marca Odena
» José Matamoros Sancho
» Ramón Monfort Ferrando
» Enrique Mur Brull
» Ramón Ortiz Andreu
» Enrique Pedret Tejedor
» José Querol Piñol
» Ignacio de Ramón Salvador
» Daniel Rodríguez Balagué
» José Sol Altadill
» Mateo Valldepérez Tafalla
» Luis Vergés Freixa
» Antonio de Wenetz Piñol
» Antonio de Cruells Martí
» Ramón de Cruells Martí
» Manuel Duart Palomar
» Joaquín Escorihuela Mateu
» José M.ª Estrada Arasa
» Juan Fabra Miralles
» Manuel Ferré Solares
» Felipe Forés Omasqué
» Bernardo Frasno Peñarroya
» Julián Hierro Calsapeu
» Julián Lavega
» Luis Llasat Durán
» José Marín Subirats
» Baldomero Mola Pedro
» Fausto Muñoz Llombart
» Francisco Olesa Homedes
» Luis Panisello Martí
» Juan Piquer Valenzuela
» Ramón Ramírez Miravalls
» Ismael Rius Ferrando
» José Sabaté Abarcat
» José Tafalla Botella
» Manuel Valls Segura
» Juan Vidal Galindo
» Emilio Lucía Izquierdo

Todos dieron gustosos la vida por el Ideal y en los últimos momentos tuvieron presente las «Ordenanzas del Requeté»: «Dar la vida por la Causa es el acto más fecundo y el sacrificio más útil»; «Ante Dios nunca serás héroe anónimo»...

Tampoco nosotros les hemos olvidado y elevamos gratamente nuestras fervorosas oraciones al Señor para que les tenga en su Santo Seno...

Los miserables que les sacrificaron creían que con su muerte acabarían con los caballeros del Ideal...

Ya habrán podido darse cuenta con el triunfo de las gloriosas armas nacionales, que el sacrificio de nuestros mejores no ha sido estéril. Ellos desde el Cielo nos dieron valor y fortaleza para lograr el triunfo definitivo para la salvación de España...

—=—

Lo mismo que en la ciudad, fueron perseguidos y asesinados por los marxistas, en los frentes de batalla, los jóvenes tradicionalistas que fueron obligados a formar en las filas del Ejército rojo. Presumían los frentepopulistas —y no sin razón, porque mal podían defender los jóvenes educados en el amor a Cristo y a la Patria unas utopías que pugnaban con sus doctrinas y con sus sentimientos— que aprovecharían la primera ocasión propicia para pasarse a los enemigos, que no eran otros que los defensores de la auténtica España. Había, pues, que aniquilarlos tan pronto como fueran conocidos sus antecedentes políticos o adivinados sus loables propósitos patrióticos.

Muchos fueron los jóvenes tortosinos villanamente asesinados en los frentes rojos por sus convicciones católicas y nacionales, convicciones que no negaron ni un momento. Prefirieron morir lanzando vivas a Cristo Rey y a España antes que ayudar con sus esfuerzos a los viles que nos deshonraban. Prefirieron sucumbir asesinados traidoramente por la espalda cuando acudían con el corazón anhelante a engrosar las filas de los soldados del Caudillo, abandonando las de los verdugos de nuestras sacrosantas tradiciones. He ahí un oficio que bien puede ser calificado de histórico, a la vez que de timbre de gloria, de cómo murió un requeté tortosino. Y como éste, todos los requetés y jóvenes educados en el amor a los más sublimes ideales:

    «42 DIVISIÓN
BÓN. DE AMETRALLADORAS 42
    Comisariado

        
    Sr. D. José Valls Durán
            Tortosa

    Por el presente, y en contestación a la suya de 12 del actual, debo comunicarle que según los informes que obran en mi poder, el soldado Manuel Valls Segura, de la 3.ª Compañía, murió el día 28 de septiembre del corriente año cuando, inconsciente de los deberes que todos tenemos en estos momentos para con nuestra patria, intentaba pasarse al enemigo.
    Siento mucho tenerles que dar estas noticias y sinceramente debo confesarle que dicho soldado no se portó con la nobleza y gallardía con que se portan los soldados de la República.
    Su acto, lamentable en todos los conceptos, fué la demostración de que sus sentimientos no estaban a la altura de los momentos históricos que vivimos y que sentía atracción hacia los traidores que desencadenaron la horrible guerra que desangra a España.
    Lamento mucho lo ocurrido. Le saludo deseándole muchos años de vida para bien de la República y de la Libertad.
    P. C. 29 de noviembre de 1938.
            El Comisario,
            R. VIZCAÍNO

(Hay un sello que dice: República Española.—42 División.—Comisario.—Batallón Especial).»

¡El requeté Manuel Valls Segura «sentía atracción hacia los traidores», confiesa el Comisario rojo; sentía atracción hacia los que estaban reconquistando el suelo patrio... y se disponía a unirse a ellos para ofrecer su sangre y su vida por el Ideal que siempre había sustentado!

¡Así pensaban, así procedían y así morían todos los jóvenes inspirados en nuestras doctrinas!

¡Gloria eterna para ellos!



dilluns, 26 de juliol del 2021

Los bárbaros en Tortosa (1936-39) VIII - Un aviso oportuno

CAPITULO VIII 

Un aviso oportuno 

Día 27 de julio de 1936. Serían aproximadamente las diez de la mañana cuando pide avistarse conmigo un entusiasta y buen correligionario, D. José Verdal Asensio, que tenía un pariente cercano en uno de los trágicos Comités de salud pública que se habían constituido aquellos días. 

Me hago momentáneamente visible con él. Trae malas noticias. Había que desaparecer lo más rápidamente posible, pues algunos individuos del Comité habían sugerido la idea de asesinar a los elementos derechistas de relieve. 

Su pariente izquierdista le había enterado que en el asalto al Círculo Tradicionalista había caído en su poder una lista de asociados, los cuales serían asesinados en su totalidad; que su pariente le había enviado a advertirme del peligro que yo corría, puesto que algunos del Comité abogaban por mi muerte aunque él se oponía a que se me sentenciara a la última pena; que viéndose impotente para poder lograrlo debía evitar pudiera ser detenido, pues de serlo estaba irremisiblemente perdido.

Agradecí, naturalmente, el aviso y el interés, y me decidí a buscar un mejor escondite, a fin de poder evitar caer en las garras de los que andaban buscándome. 

Después de conferenciar conmigo, el buen amigo y correligionario señor Verbi, sabemos se dirigió al domicilio de otros directivos de significación, algunos pertenecientes al Comité Político y Junta Directiva. Desgraciadamente, algunos no quisieron dar crédito al aviso y al pesimismo del correligionario que exponiendo su libertad en aquellos momentos —tiempo después fué detenido dos veces, estando encarcelado cerca de sesenta días— acudió a advertirnos del inminente riesgo que corríamos. No tardaron en convencerse de la certeza del aviso. Una infinidad de milicianos rodeaba su casa y procedían a su detención. Estoicamente, valerosamente, daban pocos días después la vida por la Causa, a la que habían ofrendado sus entusiasmos y amores durante toda su existencia. Su valentía les hizo desechar todo temor. Ellos, todo bondad, todo sentimiento, todo corazón, no pudieron imaginarse que los hombres, que eran sus hermanos, debían comportarse como chacales, y no como seres civilizados. 

¡Los llorados hermanos no quisieron comprender que los hombres que en aquellos momentos se habían erigido en dueños de vidas y de haciendas, habían dejado de ser seres racionales, envenenados como estaban por unas utopías y unos falsos postulados de libertad y fraternidad humana... y que en nosotros no veían sino a los enemigos de su emancipación y de su bienestar. Que no otra cosa les habían predicado los miserables de los apóstoles de guardarropía que desde el advenimiento de la malhadada República venían explotándoles!

diumenge, 25 de juliol del 2021

Los bárbaros en Tortosa (1936-39) VII - Los bárbaros en acción

CAPÍTULO VII 

Los bárbaros en acción 

El día 23 de julio de 1936 los tortosinos pudieron presenciar uno de los más vergonzosos espectáculos, llevado a cabo por unos cuantos bárbaros del marxismo local. 

En uno de los trenes mixtos de la Compañía de los Ferrocarriles del Norte viajaban en dirección a Valencia los Hermanos de las Escuelas Cristianas D. Pascual Escuin Ferrer y don Andrés Pradas Lahoz, que huían de Tarragona, ante la persecución de que eran víctimas los religiosos en la capital de la provincia. Algún miserable descubrió su personalidad y fueron detenidos en el mismo tren por una cuadrilla de patrulleros, conduciéndolos a esta ciudad. 

Los granujas que les conducían les golpearon bárbaramente desde la estación hasta los bajos de las Casas Consistoriales, donde primeramente fueron conducidos. Las calles de Cervantes, Ángel, Rosa y Merced, fueron el calvario que recorrieron los infelices, sufriendo un verdadero suplicio. Golpes, puñetazos, puntapiés, culatazos, bofetadas, etc., etc... Cuando llegaron al Ayuntamiento sangraban abundantemente. Uno de ellos no podía ya más. Sufrió un desvanecimiento. 

La turba, embrutecida y rabiosa, se ensañaba criminalmente con estos mártires. 

—¡Son unos curas! —vociferaban unos. 

—jSon unos fascistas! —bramaban otros. 

—iMatadles, matadles! —gritaban a coro. 

Y los miserables que les conducían arreciaban furiosamente contra los infelices que sufrían sin proferir la más leve queja. ¡Sufrían por la Fe y por España! 

Pero, con todo, lo más indignante, fué el espectáculo, denigrante y vil, que ofrecían la masa de indiferentes que presenciaban tanta criminalidad, deshonra de todo ser humano. Fueron muchos los que miraban complacidos —sí, complacidos— cómo la bestia se entretenía martirizando a aquellos grandes patriotas. Otros tantos se atrevían incluso a reír la gracia de los canallas cada vez que les maltrataban a culatazos o bofetadas. Asqueados y avergonzados como tortosinos y españoles quedamos cuando unos amigos, con lágrimas en los ojos, vinieron a contarnos en la Redacción, la salvajada que se estaba llevando a cabo contra dos indefensos religiosos. Y más aún cuando nos citaron algunos nombres de señores —¡señores porque iban vestidos como tales!— que teniendo aún en aquellos momentos autoridad —puesto que las masas todavía les obedecían, ¡estaban en el comienzo de la tragedia!— se complacían en contemplar y asistir a tan salvaje espectáculo. Presagiamos cuanto ocurriría en días futuros y la suerte que aguardaba a cuantos tuvieran la desdicha de caer en manos de turba tan vil. Como presumimos también, no habrían de salir mejor librados los elementos que en aquellos momentos, pudiéndolo aún hacer, no ponían freno a la bestia. A todo puerco le llega su San Martín.... Y puesto que puercamente, cochinamente, canallescamente, se estaban comportando los marxistas adinerados y gubernamentales, con las pobres víctimas indefensas, habrían de recibir tarde o temprano el premio que merecían... 

En el transcurso de les días los hechos vinieron a darnos la razón. Llegó un momento en que a tan estúpidos elementos se les acabó la risa. El terror apareció retratado en sus semblantes, con la huella del impotente, del vencido, del cobarde. Estaban en su San Martín. 

Los gloriosos mártires señores Escuin y Pradas, fueron sacrificados los días 19 y 29 de agosto de 1936, respectivamente, en la carretera de Tortosa a Barcelona. 

¡Los malvados completaron así su obra, tan villanamente comenzada el día 23 de julio, contra sus venerandos cuerpos!

dissabte, 24 de juliol del 2021

Los bárbaros en Tortosa (1936-39) VI - En tercer lugar

El día 23 de julio se vió claramente por primera vez que la Divina Providencia velaba por nosotros. 

Serían las tres de la tarde cuando descendió las escaleras del primer piso del Centro Obrero de Corporaciones el tristemente famoso Juan Vilás (a) Chaparro con un papel en la mano. Se sentó preocupado en una de las mesas, a la sazón desocupadas. Se puso a leer el citado papel, que seguramente acababan de entregarle los individuos que formaban el comité del Partido Socialista o del citado Centro. Hasta la fecha no hemos podido averiguar con certeza quienes fueron los que dieron este papel al que poco tiempo después había de adquirir triste y trágica celebridad. 

Un peón albañil, al que nosotros no debíamos ciertamente ningún favor, pero con el que nos unía desde hacía muchísimos años una buena amistad por habernos criado y convivido en un mismo barrio, observó la preocupación del Chaparro, leyendo y releyendo el citado papel, y se acercó a su mesa preguntándole el porqué de su nerviosidad. Y le enseñó el citado papel. Se trataba de una lista en la que figuraban una veintena de nombres. El peón de albañil la leyó. Inquirióle su significación. El Chaparro le manifestó que le habían ordenado la inmediata detención y encarcelamiento de las personas allí anotadas. El buen obrero protestó, manifestando que se trataba de personas dignísimas que ningún daño habían cometido contra el orden y la causa obrera. Alegó que eran medidas de precaución ordenadas por el Comité. El que encabezaba la relación era D. Restituto González, militar retirado, y le seguía D. Manuel Gordon. Nuestro modestísimo nombre figuraba en tercer lugar. 

Mi amigo el obrero protestó de nuevo y enérgicamente contra la inclusión de mi persona, pidiendo fuera excluido. El Chaparro se negaba. Aquél después ya no exigió, suplicó en mi favor, alegando circunstancias que en aquellos momentos el Señor le inspiró. Por fin se avino el Chaparro a excluirme, pero para salvar su responsabilidad, escribió nuevamente todos los nombres en otro papel, excluyendo el mío, a fin de poder alegar, cuando se le hicieran cargos por no haberme detenido, de que mi nombre no se le habla facilitado, presentando al Comité, como comprobante, la lista que se le había dictado, y en la cual yo no figuraba. 

Pocas horas después la totalidad de las dignísimas personalidades que figuraban en la trágica lista eran detenidas y en los primeros días del mes de agosto villanamente asesinadas. 

No tardé en enterarme de esta feliz, para mí, escena, faltándome tiempo para advertir a cuantos amigos me fué posible en aquellos terribles momentos, en que las calles todas de la ciudad estaban poco menos que tomadas por asalto por los afiliados de las agrupaciones izquierdistas, armados, como si en nuestra querida Tortosa se albergaran los criminales más empedernidos, para que se pusieran a salvo. 

Desde aquel momento, aunque ya lo adivinamos desde el primer instante, comprendimos que éramos presa codiciada de algunos elementos, que no olvidaban nuestras campañas en defensa del Orden, de la Religión y de la Patria, y en contra de todos los malandrines y vividores de la política. Más de una vez en anónimos y desde su prensa se me había amenazado para el día de su definitivo triunfo. Y ahora que creían que la victoria les sonreía se disponían a ajustarme las cuentas...

divendres, 23 de juliol del 2021

Los bárbaros en Tortosa (1936-39) V - Asalto del Círculo Tradicionalista ¡Se han perdido las llaves!

CAPITULO V 

Asalto del Circulo Tradicionalista ¡Se han perdido las llaves! 

El terror se había apoderado ya, el día 21, de todas las personas de orden de la localidad. Los mozalbetes mal educados de las sindicales rojas y de los partidos marxistas se paseaban por nuestras calles con ridícula marcialidad y armados hasta los dientes. Ya no había poder humano que pudiera detenerles en sus ínfulas de matasietes. No sabían por donde empezar sus tropelías. De pronto parece partió de los directivos de un partido izquierdista la orden de asalto e incautación —robo— de todo lo perteneciente al Círculo Tradicionalista. 

Y allí se dirigió un grupo numeroso de escopeteros junto con unos cuantos Guardias de asalto del retén destacado en esta ciudad. 

Personados en el local del Círculo el cabo o jefe que mandaba la fuerza de asalto, pidió —y queremos consignarlo así porque es de justicia— con buenos modales al conserje las llaves de las estanterías, del despacho y de los cajones de las mesas del mismo. 

El conserje, D. Ramón González, les dijo que no las poseía. pues creía estaban en poder del Presidente o Vicepresidente del Comité Político. 

La turba que acompañaba a los guardias creyó que era un pretexto para eludir el registro, y empezó a vociferar, dando varios gritos destemplados y exigiendo de los guardias procedieran al registro violentando las cerraduras. Los guardias no accedieron, momentáneamente, a esta pretensión y pidieron serenidad a la turba. 

Se exigió al conserje fuera en busca de las llaves, ya que de lo contrario procederían a violentar todo lo que estuviera cerrado. 

Ante la contestación del señor González de que no poseía las llaves pedidas, la chusma se afirmó más en la creencia de que en las mesas del despacho del Círculo estaba toda la documentación del complot fascista en esta comarca y unas listas en las que se señalaban los nombres de las personas izquierdistas que habían de ser fusiladas. Este rumor hiciéronle correr unos cuantos miserables que pocos días después más se significaron en la delación de personas derechistas que no tardaron en ser detenidas y asesinadas. 

El señor González, ante el requerimiento del jefe de las fuerzas de asalto, vino en mi busca a la Redacción de «Heraldo de Tortosa», donde me encontraba. Serían las once de la mañana. 

—Sr. Monllaó —me dijo—: ¿tiene Vd. por casualidad las llaves de los cajones del despacho de Secretaría? 

—No; las entregué al señor Mur hace unos días —le contesté. 

—¿No sabe si las tiene el señor Gordon? —me preguntó de nuevo. 

—No lo creo, pues el señor Gordon hace unos días marchó a Mallorca a descansar y reponerse de su última enfermedad. 

—No; no está en Palma de Mallorca, está aquí, pues regresó anteayer. 

—¿Que está aquí el señor Gordon? 

—Sí, señor.

Me quedé sorprendido y lamenté muy de veras el regreso del querido correligionario, pues temía, dado el odio que le profesaban los marxistas, lo detuvieran y le hicieran víctima de sus iras, como así ocurrió efectivamente, ya que no transcurrieron muchas horas sin que la detención del buen amigo se llevara a efecto, siendo villanamente asesinado el día 5 de agosto de 1936. 

El conserje se fué a ver al señor Gordon por si tenía las llaves, a fin de que los muebles del Círculo no fueran violentados. No las tenía tampoco, según me vino a comunicar de nuevo el señor González. 

En vista de ello, el conserje volvió al Círculo, donde le aguardaban con impaciencia los guardias y los escopeteros. 

—¡Las llaves se han perdido! —les dijo. 

Y como si con esta contestación se les hubiera inferido una grave ofensa, engañándoles, la emprendieron a golpes con las culatas de las pistolas y de los fusiles contra las cerraduras de las mesas y contra todos los muebles, causándoles graves destrozos. 

Los muchachos de las juventudes marxistas pusiéronse afanosamente a buscar y rebuscar papeles para encontrar algún documento sensacionalista y poder lanzar un grito de triunfo, a la vez que de acusación, contra los tradicionalistas. No lo encontraron... pero lo inventaron.

No tardó en circular por la ciudad la versión de que en el Circulo Carlista se habían encontrado unas listas acotadas con unas cruces. Eran los nombres de las personas destinadas al sacrificio poros reaccionarios... 

Evidentemente, se encontraron unos ficheros y unas listas acotadas con unos signos. Eran el fichero y las listas electorales que habían servido en las últimas elecciones, con los signos convencionales hechos por los interventores de los electores que habían emitido el voto. Bien lo comprendieron así los que dieron con el fichero y las listas... pero les convenía lanzar la vil infamia que favorecía sus satánicos planes de persecución de los elementos tradicionalistas, y particularmente de los directivos del Comité político, la mayoría de los cuales sucurnbieron a la ferocidad de los marxistas, vilmente asesinados. Eran éstos D. Manuel Gordon, Vicepresidente; D. Enrique Mur, Secretario; D. Luis Llasat, D. Ramón Cruells y D. Antonio de Wenetz, Vocales. Pudiendo sobrevivir a la persecución D.ª Josefa Noguerón de Llop, que estuvo escondida durante veintidós meses junto con su esposo D. José Llop; D. Antonio Aleixendri, detenido varios meses en un buque-prisión; y el cronista, que ostentaba la Presidencia; así como casi la totalidad de la Junta Directiva del Círculo, que la formaban: D. Julián Falomir, Presidente, escondido durante treinta y dos meses; D. Antonio Juncosa, Vicepresidente, escondido igualmente en un pueblo de la provincia durante treinta y dos meses; D. Juan Gisbert, Secretario, detenido varios meses en un buque-prisión y escondido después; D. Francisco Ferrando y D. José Ibáñez, escondido también en Barcelona, Vocales; fué asesinado D. Antonio Marca, Vocal. Otros ex directivos como los señores D. José Calbet Mulet, D. Sitvestre Ibáñez, D. Luis Vericat, D. José Grego y don José Valls, pudieron salvarse huyendo de la ciudad y escondiéndose en otras localidades. 

Nada importante, como hemos dicho, encontraron los asaltantes en los cajones de Secretaría, que pudiera ser motivo de acusación y persecución contra los directivos ni asociados. Hacía dos días que el inolvidable y querido Sr. Mur, temiendo un asalto de las turbas al Círculo, había puesto a salvo todas las listas y documentación, así como los nombres de los que formaban los Comités y Subdelegaciones del Partido en todos los pueblos de la comarca. El señor Mur, con su muerte, se llevó el secreto del lugar en que fueron puestos a salvo. 

Sabemos que en la Secretaría quedaron tinos libros y unas matrices de talonarios sin importancia, así como unas cuantas fotografías de algunos actos celebrados por la Comunión Tradicionalista. Uno de los muchachos que se unió a los milicianos asaltantes se dedicó a la loable tarea, según supimos más tarde, de ir rompiendo en mil pedazos las matrices de talonarios, papeles en que figuraban nombres y las fotografías, con el fin de que estos documentos no pudieran servir de pretexto a los malhechores para ensañarse con las personas en ellos anotadas. Se cometió más de un asesinato de dignísimas personas que jamás habían tenido relieve político sólo por el mero hecho de figurar retratadas al lado de algunas personalidades políticas o religiosas. Una de ellas, D. Pedro Ardit Aragonés, que, según se cuenta, fué asesinado porque figuraba en una fotografía junto con el Ilmo. Sr. Obispo y otras dignidades eclesiásticas. ¡Sólo Dios sabe el bien que hizo este joven con su plausible trabajo destructor!...

El afán con que la chusma husmeó per todos los rincones del Círculo, en busca de una prueba acusatoria, nos afirmó mucho más en el criterio de que debíamos desaparecer cuanto antes de la escena si queríamos burlar la persecución de que a no tardar se nos haría víctimas. No habían encontrado pruebas, pero bien se cuidarían de inventarlas quienes estaban interesados en perdernos... Por eso encarecí con más insistencia a mis amigos la necesidad de que cuando menos momentáneamente, no se hicieran muy visibles de las masas, que como canes rabiosos, estaban ansiosas de hacerse con alguna presa. 

Terminado el registro, los guardias de asalto se llevaron detenido al señor González, y en la Inspección, le requieren con amenazas de muerte, les diera los nombres de todos los directivos del partido. El señor González les manifestó que los ignoraba, por cuanto los mismos directivos tenían buen cuidado en no hacer públicos los cargos que respectivamente desempeñaban. ¡Y claro que el Sr. González los conocía, pero prefería morir como todos los tradicionalistas murieron, antes que revelar ni acusar a ninguno de sus jefes! 

Los hechos, desgraciadamente, no tardaron en darnos la razón. 

Nosotros procurarnos proceder con cautela, y el temor —¿por qué no confesarlo?— que nos embargaba, nos obligaba a tomar mayores precauciones. Sentíamos caer sin provecho alguno ni para la Causa ni para la Religión ni para la Patria. Ofrecer tontamente nuestra vida para sólo mera satisfacción y entretenimiento de los chacales de la revolución, era estúpido. Debíamos defenderla por cuantas argucias estuvieran a nuestro alcance para ofrecerla a Dios y al Ideal en el momento propicio. Y con la ayuda de la Divina Providencia procuramos ponernos a salvo y defendernos de la tenaz persecución que en el transcurso de los meses fuimos víctimas...


Los bárbaros en Tortosa: 1936-39 (José Monllaó Panisello, 1942) 

Prólogo e introducción
I - El dolor de España
II - El Ejército, esperanza del Orden y de la Patria
III - ¡El Tercio se ha sublevado!
IV - ¡Hay que desaparecer!
V - Asalto del Círculo Tradicionalista.—¡Se han perdido las llaves!
VI - En tercer lugar
VII - Los bárbaros en acción
VIII - Un aviso oportuno
IX - Horrorosa matanza de tradicionalistas
X - Las primeras detenciones
XI - Primera providencia marxista
XII - Otra vez en los primeros lugares
XIII - Cierre de los Centros de la facción
XIV - La primera visita del coche fantasma
XV - Primer registro domiciliario
XVI - Si te cogen, te fusilan
XVII - Dos coches fantasmas sobre la pista
XVIII - Fraternidad revolucionaria
XIX - En la guarida de los monstruos
XX - Dos coches fantasmas a la vista
XXI - Gritos en la noche
XXII - Los héroes del Alcázar y de Oviedo
XXIII - El miedo a los fascistas — Detenciones a granel
XXIV - Llamadas trágicas
XXV - Las charlas del general Queipo de Llano
XXVI - El miedo a la aviación
XXVII - Jugándonos el todo por el todo
XXVIII - Visita de un coche que no es fantasma.—¡Vaya susto!
XXIX - La mala sombra de un guarda rural
XXX - Cruenta lucha entre marxistas
XXXI - Un serio contratiempo
XXXII - La sorpresa de unos payeses
XXXIII - Cambio de escondite
XXXIV - Desagradable visita.—Certificado salvador
XXXV - De todos los colores...
XXXVI - Las charlas con un republicano. — Yo, furibundo izquierdista
XXXVII - ¡Terrible amanecer!
XXXVIII - Octavillas redentoras
XXXIX - Fragores de lucha
XL - ¡Yo he visto a los moros!
XLI - Cañonazos que nos saben a repique de campanas
XLII - Unos oficiales rojos que merecían ser nacionales
XLIII - ¡Se llevan y fusilan a los hombres!
XLIV - La famosa cadena de la Aviación Nacional
XLV - En medio de la lucha.—¡Recemos!
XLVI - ¡Un comandante del Ejército Nacional!
XLVII - ¡Al servicio de la Patria!
XLVIII - ¡Honor a los Caídos!

dijous, 22 de juliol del 2021

Los bárbaros en Tortosa (1936-39) IV - ¡Hay que desaparecer!

por José Monllaó Panisello «Llaonet»

CAPÍTULO IV 

¡Hay que desaparecer! 

En la mañana del día 20 se presentaron en la redacción varios amigos y correligionarios de la ciudad y de los pueblos comarcanos a cambiar impresiones respecto a la marcha del movimiento. Recordamos, entre otros, a D. Enrique Mur Brull, Director de «Correo de Tortosa» y Secretario del Comité Político Tradicionalista; D. Antonio Marca, que había sido detenido el día anterior en Reus, donde se hallaba accidentalmente, pudiendo escapar y venirse a Tortosa; D. José Baiges, D. José Marín; D. Ramón Ortiz; de La Cenia; D. Ramón Accensi Ferré, de Santa Bárbara; D. José Vandellós, de Villalba de los Arcos; don Pedro Delgado, de Horta de San Juan; D. Joaquín Beltri, de La Cava; D. Luis Llasat, jefe de la minoría Tradicionalista del Ayuntamiento de Tortosa; D. Enrique Gavaldá, de Horta; don Andrés Gironés, de Fatarella, y otros que sentimos no recordar en estos momentos. 

Los acontecimientos, por lo que se desprendía de las noticias que se iban recibiendo, no se desarrollaban con la satisfacción que los amantes de la Patria ansiábamos. La mayoría de capitales de España estaban en poder de los elementos marxistas. Los atropellos y las detenciones estaban a la orden del día. Se habían producido ya asaltos de moradas de caballeros católicos y de tradicionalistas. La fiera estaba demostrando ansias de venganza y de sangre. El rumor de que había que acabar con los frailes, con los curas y con los fascistas, circulaba, va con insistencia. Había, pues, que tornar medidas de seguridad personal desde el momento que la fuerza pública se mostraba pasiva, más bien, acobardada, atemorizada, cuando no parte de esa fuerza a las órdenes de los elementos marxistas revolucionarios que querían arreglarlo todo a sangre y fuego. 

Cambiamos impresiones con los amigos y expuso cada cual su opinión. No podríamos defendernos porque éramos pocos en comparación con los elementos marxistas y fuerzas armadas, y desarticulados, sin cohesión, con nuestros correligionarios y afines de la provincia y de la Región. No podíamos, pues, hacer nada. Más bien, no debíamos hacer nada; pues de intentarlo, era correr a un inútil sacrificio. Sería un suicidio seguro, estéril. Era cuestión de esperar a un mejor desarrollo de los acontecimientos para ofrecer nuestro esfuerzo a los caballeros del Ideal que desde la auténtica España se disponían a reconquistar la totalidad del suelo patrio. 

Y expusimos a nuestros amigos y correligionarios nuestro leal y sincero parecer, dado como se estaban produciendo los sucesos. 

—¡Hay que desaparecer inmediatamente —les dijimos—pues estarnos más de convencidos que de no hacerlo, nos detendrán a todos y seremos asesinados! Los directivos marxistas no tardarán muchos días en no ser dueños de la situación y serán impuestos por las masas. Fijaos que han armado a toda la escoria de sus partidos y a esos no habrá autoridad ni ascendiente humano que les detenga en sus fechorías. 

Algunos de estos amigos casi se burlaron de nuestros temores. Creían sí, que la chusma cometería asaltos, detenciones, atropellos sin fin, pero que respetarían las vidas. 

—Nosotros nada hemos hecho —respondieron algunos— y nada podemos temer. Si nos detienen que nos detengan. Ya nos soltarán. 

No compartimos ni un momento de su optimismo. Y aducimos varias razones para disipar su crédula confianza.

Algunos aceptaron nuestro criterio. Y procuraron desaparecer de la escena. Esperaron, no obstante, algunos días, pero al ver como los milicianos practicaban las más vergonzosas razzias de personas dignísimas, se escondieron definitivamente y salvaron sus vidas. Y más tarde pudieron, con su esfuerzo, encuadrados en Tercios de Requetés, en Banderas de Falange y en los cuadros del Ejército Nacional, coadyuvar a la salvación de la Patria. 

Otros, más confiados en que la sangre no llegaría al río —como alguno insinuó cándidamente— dejaron de escuchar nuestros consejos. Fueron prendidos por la chusma roja y villanamente asesinados en la carretera de Tortosa a Barcelona. ¡Que Dios les tenga en su santa gloria! 

¡Cuántos de estos queridos hermanos debieron recordar en las últimas horas de su cruento martirio nuestra última entrevista y nuestro sincero consejo en este valle de lágrimas! ¡Su excesiva confianza y valor, había malogrado unas vidas que tanto necesitaban unos hogares y la redención de España!


Los bárbaros en Tortosa: 1936-39 (José Monllaó Panisello, 1942) 

Prólogo e introducción
I - El dolor de España
II - El Ejército, esperanza del Orden y de la Patria
III - ¡El Tercio se ha sublevado!
IV - ¡Hay que desaparecer!
V - Asalto del Círculo Tradicionalista.—¡Se han perdido las llaves!
VI - En tercer lugar
VII - Los bárbaros en acción
VIII - Un aviso oportuno
IX - Horrorosa matanza de tradicionalistas
X - Las primeras detenciones
XI - Primera providencia marxista
XII - Otra vez en los primeros lugares
XIII - Cierre de los Centros de la facción
XIV - La primera visita del coche fantasma
XV - Primer registro domiciliario
XVI - Si te cogen, te fusilan
XVII - Dos coches fantasmas sobre la pista
XVIII - Fraternidad revolucionaria
XIX - En la guarida de los monstruos
XX - Dos coches fantasmas a la vista
XXI - Gritos en la noche
XXII - Los héroes del Alcázar y de Oviedo
XXIII - El miedo a los fascistas — Detenciones a granel
XXIV - Llamadas trágicas
XXV - Las charlas del general Queipo de Llano
XXVI - El miedo a la aviación
XXVII - Jugándonos el todo por el todo
XXVIII - Visita de un coche que no es fantasma.—¡Vaya susto!
XXIX - La mala sombra de un guarda rural
XXX - Cruenta lucha entre marxistas
XXXI - Un serio contratiempo
XXXII - La sorpresa de unos payeses
XXXIII - Cambio de escondite
XXXIV - Desagradable visita.—Certificado salvador
XXXV - De todos los colores...
XXXVI - Las charlas con un republicano. — Yo, furibundo izquierdista
XXXVII - ¡Terrible amanecer!
XXXVIII - Octavillas redentoras
XXXIX - Fragores de lucha
XL - ¡Yo he visto a los moros!
XLI - Cañonazos que nos saben a repique de campanas
XLII - Unos oficiales rojos que merecían ser nacionales
XLIII - ¡Se llevan y fusilan a los hombres!
XLIV - La famosa cadena de la Aviación Nacional
XLV - En medio de la lucha.—¡Recemos!
XLVI - ¡Un comandante del Ejército Nacional!
XLVII - ¡Al servicio de la Patria!
XLVIII - ¡Honor a los Caídos!

dimecres, 21 de juliol del 2021

Los bárbaros en Tortosa (1936-39) III - ¡El Tercio se ha sublevado!

por José Monllaó Panisello «Llaonet»

CAPÍTULO III 

¡¡El Tercio se ha sublevado!! 

En la Redacción de «Heraldo de Tortosa», como en las redacciones de la mayoría de periódicos, se reunía todas las tardes una peña de amigos que comentaban las noticias que circulaban referentes a política local y nacional: los sucesos del momento. Esta reunión la componían ordinariamente D. Fran-cisco Mestre y Noé, cronista de Tortosa y uno de los hombres más insignes y cultos de la ciudad, D. Juan Palau Mayor, ex Diputado, D. Antonio Campos Sapiña, Abogado, D. Luis Llasat, D. Enrique Mur, D. Ernesto Mestre, Vetericario, D. Manuel Gordon, Secretario del Banco de España —todos fallecidos y la mayoría asesinados por los marxistas—, D. Francisco Pentinat, D. Roberto Andreu, Director del citado periódico, el Cronista y algún que otro señor que venía en busca de noticias de última hora. 

El cronista, redactor-jefe de dicho periódico, estaba encargado de recoger las conferencias de los corresponsales de Barcelona y Madrid, que generalmente eran transmitidas a las cinco de la tarde, para la edición que se publicaba a las seis y media de la misma. 

El día 18 de julio, al entrar en la redacción, de regreso de teléfonos, nos encontramos reunidos a la mayoría de señores que hemos nombrado, y que ansiosamente nos estaban esperando, ya que durante todo el día habían circulado rumores de haberse producido sucesos de extraordinaria importancia en Marruecos y en algunas ciudades españolas. 

Al llegar, la pregunta fué unánime: 

—¿Qué noticias gordas nos traes? 

A la que dimos rápida contestación: 

—El Tercio y los regulares se han sublevado en Marruecos. En Madrid y provincias han sido detenidos algunos generales y centenares de oficiales. Parece que la cosa está que arde... 

Y les leí las siguientes históricas notas, ya que desde aquel momento se empezó la reconquista de España por los verdaderos amantes de la Patria. 

«NOTA OFICIAL DEL GOBIERNO.—UN MOVIMIENTO SUBVERSIVO.—Parte del Ejército español en Africa se ha sublevado en armas contra la República. El movimiento está circunscrito a determinadas ciudades del Protectorado, sin que nadie en la Península se haya sumado a tan absurdo intento. Es completamente falso lo dicho por radio Ceuta, simulando ser radio Sevilla, sobre cosas ocurridas en Madrid y en el resto de España». 

«OTRA NOTA OFICIAL DEL GOBIERNO.—De nuevo el Gobierno se dirige al país para manifestarle que la tranquilidad es absoluta en toda España. El Gobierno ha recibido gran número de ofrecimientos, dando ejemplo de serenidad y de confianza en el Poder. 

Gracias a las medidas adoptadas puede darse por desarticulado un amplio movimiento de agresión a la República. Sólo las fuerzas de Marruecos han sido arrastradas por la pasión política. El Gobierno ha tomado medidas radicales. Se ha practicado la detención de varios generales, jefes y oficiales complicados en el Movimiento. También ha sido detenido un avión extranjero en el que había de entrar en España un cabecilla. 

La acción del Gobierno es suficiente para restablecer la normalidad. La opinión debe estar prevenida por las noticias falsas que se den por radio Ceuta simulando radio Sevilla y en las que se dice que han ocurrido sucesos en Madrid. El movimiento se da por fracasado». 

Todos los señores de la peina convinieron en que los sucesos revestían excepcional gravedad y que este movimiento ten-dría más serias consecuencias que el del día 10 de agosto de 1932, ya que las fuerzas sublevadas eran nada menos que las aguerridas y valerosas de África, como eran el Tercio y Regulares. 

D. Francisco Mestre y Noé apuntó que España viviría días de verdadera tragedia, puesto que los elementos avanzados es-taban demasiado envalentonados por la descarada protección que, desde hacía un tiempo, disfrutaban de los Poderes públicos. 

Todos los tertulianos abundaron en el mismo criterio, ya que, unidos como estaban republicanos, comunistas, socialistas y sindicalistas, el triunfo de los heroicos militares no podría producirse sin librar sangríentos combates. 

Mientras el cronista estaba escribiendo las noticias para la edición del día y los de la peña continuaban con sus comenta-rios alrededor de tan sensacionales noticias, llegaron ya otros amigos a la Redacción con las:- impresiones de que se habían convocado urgentes reuniones en el Centro Republicano, Centro Obrero y en la C. N. T., para adoptar medidas para guardar el orden revolucionario

Poco a poco desfilaron los tertulianos y ya por las calles circulaban grupos de mozalbetes con indicios evidentes de que estaban prestos a cometer los más viles y graves atropellos, como así ocurrió pasadas pocas horas, y de los que nos ocupamos en nuestro libro «Estampas de Dolor y de Sangre». 

A las siete de la tarde quedábamos solamente en la Redacción el Director D. Roberto Andreu, que ha hecho famoso su pseudónimo de Tipities, y el cronista. 

La conversación entre los dos recayó, naturalmente, sobre los sucesos que ya estaban desarrollándose en muchas capitales de España. 

Temíamos, como así sucedió, que la primera medida que tomarían las autoridades para guardar el orden revolucionario, sería la detención de todos los elementos directivos de las agrupaciones derechistas y muy especialmente de las de extrema derecha. 

Como .el cronista, a la vez que Director de «La Tradición», único periódico carlista que se publicaba en la provincia de Tarragona, era directivo destacado de la gloriosa Comunión Tradicionalista, el admirado Zipities temió fuese la mía una dejas primeras detenciones que se ordenasen, y así me lo manifestó. 

—No dudo —me dijo— que te detendrán, porqué se ve que los militares cuentan con la colaboración de carlistas y falangistas; y como el Gobierno debe saberlo dará órdenes de que se proceda al ingreso en la cárcel de todos los directivos. 

—No dudo que así se procederá —le contesté— pero lo que es yo no me dejaré coger tontamente. En los sucesos de octubre del 34 ya dieron pruebas los marxistas de los propósitos que les animaban, fusilando y asesinando a muchos detenidos. No creo que esta vez se comporten más cuerdamente y mucho menos si llevan las de perder. 

El amigo Andreu no participó de momento de mis pesimismos. Cuando al correr de los días vió cuan miserablemente se comportaban los marxistas, aplaudió más de una vez hubiera burlado las pesquisas de los sicarios que con tanta insistencia me perseguían. 

Como era de presumir, las noticias que durante toda la noche del día 18 fueron retransmitiendo las emisoras rojas, exasperaban y envalentonaban a las mesnadas marxistas, que procedieron inmediatamente a la detención de las personas más dignísimas de la localidad, las que luego fueron asesinadas por las cunetas de las carreteras de este término municipal. 

Aquella misma noche se sabía también que todo lo más digno y bizarro de nuestro glorioso Ejército, acaudillados por los generales Franco, Mola, Goded, Fanjul, Varela, Yagüe, Orgaz, Saliquet, Sanjurjo, Millán Astray, Martínez Anido, Queipo de Llano, etc., se habían lanzado a la laudable empresa de salvar a España. La Cruzada, tan decididamente emprendida por tan egregios Capitanes, no podía fracasar. Nuestra seguridad, nuestra fe en el triunfo total, definitivo, de tan grande como gloriosa empresa, la tuvimos ya en el mismísimo día del levantamiento: 18 de julio de 1936. Lo que no sabíamos era si podríamos sobrevivir a la espantosa tragedia que habíamos de correr. Sólo fiamos nuestra suerte en la Divina Providencia. Nosotros ofrecimos gustosos nuestra vida por la salvación de la Fe y de la Patria.


Los bárbaros en Tortosa: 1936-39 (José Monllaó Panisello, 1942) 

Prólogo e introducción
I - El dolor de España
II - El Ejército, esperanza del Orden y de la Patria
III - ¡El Tercio se ha sublevado!
IV - ¡Hay que desaparecer!
V - Asalto del Círculo Tradicionalista.—¡Se han perdido las llaves!
VI - En tercer lugar
VII - Los bárbaros en acción
VIII - Un aviso oportuno
IX - Horrorosa matanza de tradicionalistas
X - Las primeras detenciones
XI - Primera providencia marxista
XII - Otra vez en los primeros lugares
XIII - Cierre de los Centros de la facción
XIV - La primera visita del coche fantasma
XV - Primer registro domiciliario
XVI - Si te cogen, te fusilan
XVII - Dos coches fantasmas sobre la pista
XVIII - Fraternidad revolucionaria
XIX - En la guarida de los monstruos
XX - Dos coches fantasmas a la vista
XXI - Gritos en la noche
XXII - Los héroes del Alcázar y de Oviedo
XXIII - El miedo a los fascistas — Detenciones a granel
XXIV - Llamadas trágicas
XXV - Las charlas del general Queipo de Llano
XXVI - El miedo a la aviación
XXVII - Jugándonos el todo por el todo
XXVIII - Visita de un coche que no es fantasma.—¡Vaya susto!
XXIX - La mala sombra de un guarda rural
XXX - Cruenta lucha entre marxistas
XXXI - Un serio contratiempo
XXXII - La sorpresa de unos payeses
XXXIII - Cambio de escondite
XXXIV - Desagradable visita.—Certificado salvador
XXXV - De todos los colores...
XXXVI - Las charlas con un republicano. — Yo, furibundo izquierdista
XXXVII - ¡Terrible amanecer!
XXXVIII - Octavillas redentoras
XXXIX - Fragores de lucha
XL - ¡Yo he visto a los moros!
XLI - Cañonazos que nos saben a repique de campanas
XLII - Unos oficiales rojos que merecían ser nacionales
XLIII - ¡Se llevan y fusilan a los hombres!
XLIV - La famosa cadena de la Aviación Nacional
XLV - En medio de la lucha.—¡Recemos!
XLVI - ¡Un comandante del Ejército Nacional!
XLVII - ¡Al servicio de la Patria!
XLVIII - ¡Honor a los Caídos!

dimarts, 20 de juliol del 2021

Los bárbaros en Tortosa (1936-39) II - El Ejército, esperanza del Orden y de la Patria

por José Monllaó Panisello «Llaonet»

CAPÍTULO II 

El Ejército, esperanza del Orden y de la Patria 

Sólo una esperanza alimentaba nuestra ilusión de redención en el inmenso caos en que estábamos sumidos: el patriotismo y la bizarría de los militares españoles darían un día u otro al traste con tanta decadencia y vergüenza. 

Los auténticos patriotas, los verdaderos amantes del orden y de España así lo esperábamos, y ansiosos estábamos de ponernos a su disposición y colaborar, con todos nuestros entusiasmos y con la ofrenda de nuestras propias vidas, a la loable empresa redentora de nuestros destinos. 

Los antipatrias también así lo presumían, especialmente los elementos que estaban detentando el Poder, desde el momento que hacían objeto de los más infames vejámenes a los Jefes y Oficiales más dignísimos y competentes de nuestro glorioso Ejército. Traslados, ceses, detenciones, retiros, etc., etc., estuvieron a la orden del día para dar cumplimiento a la infame promesa del sádico Azaña de que no cejaría en su empeño hasta triturar totalmente a un Ejército ya esquilmado de sí, como el español, que no contaba más que con nueve mil Oficiales y cuarenta mil soldados para la defensa de una nacionalidad de veinticuatro millones de habitantes.

Y estas esperanzas del pueblo español depositadas en sus heroicos militares se hicieron más patentes después del gran latrocinio electoral de las elecciones del 16 de febrero de 1936 en que a pesar de haber sacado de las urnas las coaliciones derechistas 4.910.000 votos contra 4.497.000 los de los conglomerados del Frente Popular, los gobernantes judaico-masónicos, presididos por el funesto Portela Valladares, dieron validez a las actas de los candidatos del conglomerado revolucionario-soviético. 

¡España está irremisiblemente perdida si no se levantan los militares! era el grito unánime de todo español honrado. 

No negaremos que los hubo no pocos que hasta en los militares habían perdido la fe. No así los que sabíamos del valor y del patriotismo de los Franco, de los Sanjurjo, de los Fanjul, de los Mola, de los Martínez Anido, de los Cavalcanti, de los Orgaz, de los Millán Astray y los de tantos y tantos centenares que preferirían mil veces perder la vida que hacer traición al juramento que hicieron un día de defender la Bandera rojo y gualda y la Patria a la que hablan consagrado sus amores. 

Y esperábamos que los acontecimientos habrían de surgir de un momento a otro. Nuestros pechos ardían en ansias de revuelta santa y salvadora. ¡Qué podía importarnos la vida si no disfrutábamos de libertad! ¡Qué nos podía importar nuestra existencia si estaban siendo hollados y vejados nuestros más caros sentimientos católicos y patriotas! 

Pasaban, no obstante, los días, y ningún indicio nos señalaba de que la ansiada hora de liberación iba a producirse. Pero de boca en boca, corría ya un nombre, la designación de un Caudillo: FRANCO era la esperanza de todos. No hay duda que los conjurados para la salvación de España supieron acertar con el Triunfador. Pocos como el joven general habían dado durante toda su vida militar tantas pruebas de virtud, de competencia, de capacidad, de valor, de prudencia y de amor a los ideales de Religión y Patria. Con él España entera —y al nombrar a España designamos a los hijos que de verdad la sienten, la estiman y la defienden, no con palabrería huera y vana, sino con hechos—se sintió esperanzada y fortalecida e hizo juramento de seguirle en la arriesgada cual magnífica empresa de rescatar la libertad y el 'honor de nuestra Patria. Y que el pueblo estimó justa la designación y que aceptó con agrado su Caudillaje bien lo demostró en el transcurso de la gloriosa cual larga Cruzada, en la que docenas de miles de jóvenes requetés, falangistas y soldados, murieron en los campos de batalla satisfechos de haber sido mandados y guiados por Capitán tan excelso. 

Tomás Caylá

No tardó el cronista en tener confirmación de estos rumores de que la gloriosa estirpe de los militares españoles dirigidos por el general Franco se preparaban para derribar el tinglado político que nos deshonraba y expulsar a los farsantes que nos esquilmaban y envilecían desde las poltronas que inmerecidamente ocupaban. Nuestro lloradísimo Jefe Regional Tradicionalista D. Tomás Caylá, vilmente asesinado en Valls, su pueblo natal, por las hordas marxistas, nos dió la orden de atención a mediados del mes de mayo de 1936. Falangistas y Requetés, con otros elementos de valía del país, estaban de acuerdo con lo más florido y aguerrido del Ejército para salvar a España. Nuestro pecho fué invadido de un gozo sin límites. ¡Por fin saldríamos de tanto vilipendio, vergüenza y esclavitud! 

Pocos días después, otro buen amigo, D. José Nofre Jesús, ex Gobernador civil de Castellón y de Canarias —de este último Gobierno civil había cesado hacía pocos días— nos ponía igualmente en antecedentes de lo que se preparaba. Nos habló de los generales Balmes y Fanjul y de otros dignísimos militares con quienes había convivido y relacionado durante su mandato en las Palmas. 

A medida que transcurrían los días nos imponíamos más de la marcha de los acontecimientos y de la certeza de que esta vez la cosa estaba mucho mejor preparada que el patriótico levantamiento del 10 de agosto de 1932. 

Pero —y creemos que no estando aún ultimados todos los detalles y pormenores para el mejor triunfo del levantamiento—vino el vil e infame asesinato del insigne estadista D. José Calvo Sotelo el 13 de julio de 1936. Y este criminal hecho adelantó seguramente los acontecimientos. 

Al asesinato del glorioso estadista, indudablemente seguiría el de otros hombres beneméritos y meritísimos. 

Y el Ejército y las Organizaciones que se habían unido a él para redimir a España no podían aguardar a más. España estaba apurando el cáliz de la amargura. Debía evitarse, costare lo que costare, que se continuara derramando estérilmente la sangre de sus mejores...


Los bárbaros en Tortosa: 1936-39 (José Monllaó Panisello, 1942) 

Prólogo e introducción
I - El dolor de España
II - El Ejército, esperanza del Orden y de la Patria
III - ¡El Tercio se ha sublevado!
IV - ¡Hay que desaparecer!
V - Asalto del Círculo Tradicionalista.—¡Se han perdido las llaves!
VI - En tercer lugar
VII - Los bárbaros en acción
VIII - Un aviso oportuno
IX - Horrorosa matanza de tradicionalistas
X - Las primeras detenciones
XI - Primera providencia marxista
XII - Otra vez en los primeros lugares
XIII - Cierre de los Centros de la facción
XIV - La primera visita del coche fantasma
XV - Primer registro domiciliario
XVI - Si te cogen, te fusilan
XVII - Dos coches fantasmas sobre la pista
XVIII - Fraternidad revolucionaria
XIX - En la guarida de los monstruos
XX - Dos coches fantasmas a la vista
XXI - Gritos en la noche
XXII - Los héroes del Alcázar y de Oviedo
XXIII - El miedo a los fascistas — Detenciones a granel
XXIV - Llamadas trágicas
XXV - Las charlas del general Queipo de Llano
XXVI - El miedo a la aviación
XXVII - Jugándonos el todo por el todo
XXVIII - Visita de un coche que no es fantasma.—¡Vaya susto!
XXIX - La mala sombra de un guarda rural
XXX - Cruenta lucha entre marxistas
XXXI - Un serio contratiempo
XXXII - La sorpresa de unos payeses
XXXIII - Cambio de escondite
XXXIV - Desagradable visita.—Certificado salvador
XXXV - De todos los colores...
XXXVI - Las charlas con un republicano. — Yo, furibundo izquierdista
XXXVII - ¡Terrible amanecer!
XXXVIII - Octavillas redentoras
XXXIX - Fragores de lucha
XL - ¡Yo he visto a los moros!
XLI - Cañonazos que nos saben a repique de campanas
XLII - Unos oficiales rojos que merecían ser nacionales
XLIII - ¡Se llevan y fusilan a los hombres!
XLIV - La famosa cadena de la Aviación Nacional
XLV - En medio de la lucha.—¡Recemos!
XLVI - ¡Un comandante del Ejército Nacional!
XLVII - ¡Al servicio de la Patria!
XLVIII - ¡Honor a los Caídos!

dilluns, 19 de juliol del 2021

Los bárbaros en Tortosa (1936-39) I - El dolor de España

por José Monllaó Panisello «Llaonet»

CAPÍTULO PRIMERO

El dolor de España 

Los españoles que de verdad estimamos a la Patria y a nuestras sacrosantas tradiciones veíamos con intenso dolor de nuestro corazón, como desde que se instauró el malhadado régimen republicano, se iba desmoronando y hundiendo todo lo que nos era más querido, todo lo que era secular y consustancial con nosotros mismos... el prestigio, la Religión, la Moral, la Familia y el Orden. 

Y los mal llamados gobernantes, que lo hacían al dictado de sectas extrañas, no querían darse cuenta de que el mal se agravaba por momentos, que la revolución iba minando todos los cimientos de la Sociedad y amenazaba acabar con todo. Más que acudir con medidas urgentes a atajar la gangrena se complacían en que la terrible dolencia fuese carcomiendo y pudriendo todos los miembros de nuestra madre común: España. 

¿Estaban ciegos para no ver la rapidez vertiginosa con que se propagaba la dolencia que había de acabar con todo y con todos? No. Eran tan viles y malvados que ponían cuantos medios les eran posibles para que España sucumbiera, ya que así convenía a los elementos que desde países extraños les dirigían y pagaban. España debía dejar de ser nación independiente y libre y prestarse a ser lacaya de los deseos y designios de las democracias judaizantes a las órdenes del Komitern.

De nada valía que los españoles auténticos clamáramos uno y otro día para que se evitara la catástrofe definitiva. Éramos unos enemigos del régimen que se había dado el pueblo. Así se nos consideraba a los que queríamos impedir la ruina de nuestra Patria. Y lo malo era que incluso elementos que por su situación económica y conservadurismo, sea por cobardía, por conveniencia o por ceguera, les hacían coro. Pero tampoco hoy tienen excusa en sus lamentaciones. Los periodistas y los propagandistas que jamás hemos vendido nuestras plumas ni nuestros sentimientos, y que por nuestros ideales y creencias y por nuestro amor a España jamás hemos temido las sanciones ni las iras de los tiranos, expusimos claramente y sin eufemismos, más de una vez, en el error en que vivían todos los que comulgaban con las ruedas de molino de la masonería y de las falsedades democráticas.

Recordarnos que el día 23 de abril de 1934 escribíamos lo siguiente en las columnas de «Heraldo de Tortosa»: 

«Viviendo engañados.—El régimen se cree consolidado. El capital también se cree seguro. Bien que así sea. Pero ni para unos ni para otros están las cosas en situación tan favorable que les invite a dormir sobre los laureles. 

A pesar de que se nos diga que desde el 14 de abril de 1931 los cotizantes del socialismo se han triplicado, somos de los que creemos de que quienes en verdad se triplican son los elementos más avanzados. Y tenemos hoy por avanzados precisamente a los elementos que nada tienen de socialistas ni de republicanos. Los avanzados hoy ya no son estos partidos. Éstos han pasado ya a la categoría de burgueses.

No hay que vivir engañados. No hay que hacernos los ilusos. Quienes en verdad se triplican y multiplican son los sindicalistas y comunistas. A cada desengaño que sufren las masas en las promesas que se les hicieron en no muy remotos tiempos, se da un crecido porcentaje de adeptos a esos elementos.

No pedimos que se rectifiquen conductas. No pedimos que se rectifiquen procedimientos, puesto que parece que el pedir ciertas cosas y el exponer ciertas sinceridades es por algunos tildado de pesimismo o de derrotismo. Sólo querernos que tanto los gobernantes como los burgueses, como los patronos, como los capitalistas, se den cuenta de la realidad que vivimos. Y que no la olviden en sus comodidades y en el plano superior en que creen estar. Y que se están creando ciertos estados de opinión extremista, estados de opinión no tan ficticios como quieren dar a entender ciertos periódicos para engañar tontamente a las masas, nos lo dicen los últimos atentados.

No somos derrotistas, pero tampoco unos bobalicones que vayamos a creer a pies juntos que estamos viviendo en el mejor de los mundos y de que no existe problema serio que nos pueda cortar la digestión...—Llaonet» 

Eso decíamos. Pero ¡cualquiera hacía caso a un periodista tradicionalista! Era un enemigo del régimen que soñaba con la quimera de la implantación de un sistema y de una doctrina que no sería posible en nuestro siglo. Ellos no lo creían... pero nosotros cada día veíamos más cercano el triunfo de nuestros redentores postulados. Y lo veíamos más cercano cuanto peormente ellos gobernasen. Pero ante todo y sobre todo sentíamos el dolor de España, sentíamos el hundimiento de nuestra querida Patria, sentíamos el vilipendio y la deshonra en que la sumían los villanos que la desgobernaban. 

Y para demostrarlo arreciábamos en nuestras campañas, costare lo que costare, para que se procurara poner algo de remedio a tanta vergüenza como diariamente nos deshonraba ante el mundo entero. Y procurábamos con sinceridad, con datos, con detalles, demostrar que no era ya el desprecio y el odio que por el régimen sentíamos, sino por el sonrojo de que se nos considerase ante el mundo a todos los españoles tan viles y degenerados como los que capitaneaban los grupos o partidos de turno, ante el tétrico panorama que ofrecía nuestro desdichado país. 

Al efecto, para desmentir a las plumas mercenarias, que las hubo no pocas a las órdenes de los directores del fenecido régimen, que pretendían presentar como una Arcadia feliz lo que no era más que un páramo de fiambre, de desolación, de tragedia y de muerte, publicábamos el día 20 de agosto del año 1934 el siguiente artículo en las columnas de «El Cruzado Español» de Madrid: 

«LO QUE HA PASADO EN UN SOLO DIA. — Se nos dice cada día que reina tranquilidad, que hemos entrado ya en vías de normalidad. Es ridículo decir tales cosas, puesto que es perjudicial que tratemos de engañarnos a nosotros mismos. Creemos es más patriótico nos demos cuenta de la verdadera realidad en que vivimos y que todos, en la medida de sus disponibilidades, procuren evitar o remediar los males para que, en breve plazo, pueda llegar a ser una bella realidad esa normalidad que tantos deseamos, puesto que sin ella, el país no saldrá esa postración económica y social cuyas dolorosas consecuencias a todos nos alcanzan. A todos, sin distinción de clases ni de partidos, puesto que la crisis no distingue de rangos ni de ideologías. 

Para poder apreciar cuál es la normalidad en que vivimos, no tendremos más que hojear las páginas dedicadas a información de un periódico cualquiera, y veremos cómo en un solo día se han producido los siguientes lamentables hechos, los que son el más rotundo mentís a los que pretenden, ellos sabrán por qué interés, «no darse cuenta» de la realidad. Veamos: 

Huelga de campesinos en Baena. Anuncio de huelga general en Pedroche. Se acuartelan las tropas en Córdoba. Estallan dos bombas en Granada resultando herida una mujer. Los huelguistas destruyen un sector de la línea eléctrica del alumbrado en Granada. Los guardias de asalto disuelven una manifestación en Sevilla. En la Plaza de Toros de Valencia se descubre una bomba antes de comenzar la corrida. En Pasajes y Rentería se promueven varios incidentes. Es asaltado un Círculo político en Bilbao. Se intenta incendiar la Plaza de Toros de Algeciras. Huelgan los obreros del Salto de Mijares. Anuncian la huelga los taxistas de Valencia. Huelgan los panaderos de Almería. En Segovia se promueven varios incidentes en el curso de una conferencia. Se tirotean en Granad los huelguistas y la fuerza pública. Es asesinado un Guardia municipal en Vitoria. En Toro se promueven disturbios con motivo de la destrucción de unas hornacinas. En Baena se tirotean la Guardia civil y unos revoltosos resultando un muerto y varios heridos. En Barcelona es apuñalado un individuo al finalizar un concierto público. Hace explosión una bomba en la casa rectoral de Cabra (Tarragona). 

Y... no querernos seguir detallando más para no cansar al lector. 

¿Es eso normalidad? No. Los ciudadanos todos debernos capacitarnos que ante todo y sobre todo somos españoles y que ciertos procedimientos más que a nadie perjudican a España. Deber, pues, es de todos, procurar que esa normalidad sea una bella realidad, no una dolorosa ficción.—Llaonet.» 

¿Hablar como lo hacíamos nosotros era derrotismo? No. Era que sinceramente sentíamos a España, que la sentimos hoy, como la sentíamos ayer: como la hemos sentido siempre los que hemos sida educados en un credo que nos obliga por y sobre todo al amor a la Patria. Y a ella, a España, ayer, hoy y mañana y siempre ofrendaremos nuestros sentimientos y fervores... ¡Pero qué saben de estos amores y quereres la chusma educada con miras al vil egoísmo materialista! 

Claro que para nosotros no fué una novedad la tragedia que empezó a vivir España desde que se instauró la segunda maldita república. Sabíamos que los carrascales no podían dar manzanas. Ni los republicanos ni anarquizoides, esplendores y felicidades. Y nuestro corazón lloraba con el dolor de la Patria y nuestro espíritu saturado de santa rebeldía se sublevaba contra todas las infamias que se inferían a España y contra los insensatos políticos que considerábamos los causantes de tanta tragedia y desdicha. Al efecto publicamos no pocos trabajos que merecieron el honor y la persecución de los tiranos de turno. En 3 de agosto de 1935, y ante la perspectiva de que en las elecciones generales pudiera encaramarse el hombre más funesto que en un siglo ha producido la política española, publiblicábamos el siguiente artículo, que fué reproducido por varios queridos colegas de España, abogando por la guerra civil, antes que sentir otra vez la tiranía y la incapacidad del sádico que un año después habla de conducirnos a la tragedia más espantosa que jamás y en el transcurso de los siglos haya sufrido nuestra querida Patria: 

«POR EL BIEN DE ESPAÑA.—ANTES QUE AZAÑA...—Lo decimos muy en serio. Antes que Azaña la guerra civil. Antes que vuelva a dirigir los destinos del país el bilioso jefe de Izquierda Republicana, todos los ciudadanos que se precien de españoles y patriotas, deben hacer Causa común para impedir que la Patria vuelva a caer bajo las garras de ese hombre cuya vida política no es más que un cúmulo de desastres, de desaciertos y de desgracias. Azaña no debe gobernar nunca jamás la nave del Estado español. No debe tocar nunca jamás con sus pecadoras manos el patrimonio de la Patria. 

Todo cuanto se idee e intente para impedirlo será lícito. 

Sería cometer un atentado de lesa Patria consentir que ese funestísimo político que ayer insultaba a la opinión diciendo que «la voz de la calle no interesaba» y hoy anda por los campos de fútbol azuzando a las masas ignorantes e inconscientes, volviera a empuñar las riendas del Poder. 

Tamaña ofensa, insulto tan grave, no debe consentirlo, ni lo consentirá, la ciudadanía española. 

Ni los obreros, a quienes vejó, atropelló y asesinó; ni los patronos a quienes insultó y trituró; ni los comerciantes ni los industriales, a quienes arruinó; ni los agricultores a quienes abandonó; ni los altos ni los bajos; ni los ricos ni los pobres, pueden consentir que el bárbaro gobernante de «tiros a la barriga»; que el inhumano y déspota político sobre cuyo historial pesan tantas muertes y víctimas inocentes, pueda nunca jamás, ni en breve ni en lejano plazo, ser el dueño de nuestros destinos, de nuestras vidas y haciendas. 

Antes que su vuelta al Poder, doloroso es proclamarlo, hasta imponerse los mayores sacrificios debe llegarse. Vale más caer con dignidad defendiendo a la Patria que caer bajo la férula de un sanguinario déspota, que no sucumbir bajo los zarpazos de su tiranía o los trallazos de su látigo. El odioso bienio de su tiranía, en que se azuzaba al crimen, se amparaba el pillaje, en que el despojo era costumbre y el chulo y el analfabeto eran los amos de la cosa pública y de la libertad de los ciudadanos, fué una lección demasiado cruenta y vergonzosa para que nuevamente se deje repetir. 

Azaña, no. No puede gobernar otra vez este nobilísimo país el hombre cuyas inspiraciones son el odio y la maldad. No puede tener nuevamente el Gobierno el político que se jactaba de haber destruido el patrimonio, las instituciones, la familia, el hogar; que disfrutaba martirizando a sus semejantes; que arruinaba la Hacienda del país repartiendo sin tasa ni medida dádivas y enchufes a cuantos, carentes de talentos y virtudes, comulgaban con sus ruedas de molino. 

Azaña, no. Queda descalificado el hombre que se ha erigido en panegirista de los crímenes, de los robos e incendios del 6 de octubre. Queda incapacitado, como muy bien ha dicho el Sr. Royo Villanova, el político que se erige en defensor de las hordas que sin sentimientos ni entrañas asesinaron a mansalva a militares, civiles, religiosos y ciudadanos en general. 

Azaña, no. No puede volver a ser gobernante el funesto político mezclado en todas las fases de la rebeldía de Octubre, pues a pesar de presumir de inocente; bien se hubiera averiguado su culpabilidad y su intervención en la revolución, de no mediar en el juego político para salvarle de sus culpas, personajes influyentes que han demostrado poco interés o han hecho la vista gorda para que el tenebroso Azaña no diera con sus huesos en la cárcel. Sólo recordaremos las frases pronunciadas por el señor Lerroux en el campo de Mestalla asegurando «que era ridículo presumir de inocentes, puesto que no faltaba quien tenía la convicción y las pruebas de su responsabilidad», y que si andaban sueltos tan tranquilamente era a excesiva benevolencia de quienes estaban enterados de los manejos de los que ahora tanto gritan y amenazan con respecto a la asonada de Octubre. Y entre los que gritan y amenazan está en primer término el funestísimo autor de «los burgos podridos» y «tiros a la barriga». 

¡Pobre de nuestro país; pobre de España; pobres de todos los ciudadanos, puesto que el endiosado político de Izquierda Republicana no perdona a nadie cuando está en el pedestal, si el repugnante autor de «ahora cabalgo yo» llegara a poder empuñar las riendas del Poder! Ni las piedras podrían presumir de libertad ni de independencia. La tiranía azañista se dejaría sentir con mucha más dureza que en el bienio. Ya lo ha anunciado así últimamente en Bilbao. «El día que vuelva a gobernar —ha dicho Azaña en su osadía— han de ser muchos los que han de añorar el bienio. Hemos de introducir aún muchas más reformas». 

Este anuncio en boca del «eximio» gobernante del bienio, ya se sabe lo que significa: la tiranía vesánica y vil contra todo y contra todos. 

Pero eso no será: ningún ciudadano consciente ha de permitir que Azaña pueda darse nuevamente el gusto de manejar el látigo. 

Antes que esta hora llegue, todos, absolutamente todos los amantes de la libertad y de la Patria, deben hacer ofrenda de sus vidas. 

Es preferible caer con dignidad que ser esclavos de político tan funesto.—Llaonet.» 


Manuel Azaña

Y mientras nosotros clamábamos por la salvación de todo cuanto más querido nos era, los elementos revolucionarios preparaban el asalto definitivo al orden y a la sociedad, los elementos republicanos podían considerarse desbordados, puesto que hasta el pérfido Azaña se pasaba con armas y bagajes a los esclavos de las sectas extranjeras. En nuestras notas hemos guardado algunos de los párrafos más salientes de discursos pronunciados por algunos malos hijos de España preparando la catástrofe: párrafos que, a pesar de haber sido divulgados oportunamente, no quisieron tener en cuenta elementos conservadores que les alentaron y se sumaron a su odiosa política... creyendo estúpidamente que toda esa verborrea mitinesca no pasaría de ser más que un juego político... mientras se estaba envenenando el espíritu de las masas ignaras: 

«Frente a estas falanges del partido socialista y de la U. G. T., frente a eso es imposible oponer nada en España. Somos los más y los más potentes. Somos quienes, al frente de la revolución, decidiremos los destinos del país.—(Indalecio Prieto, en Pardiñas, 4 febrero 1935)».

«El 14 de abril fué un estallido. Vamos a que estalle la revolución con mayor fuerza, y ya veremos lo que pasa.—(Manuel Azaña, en Pardiñas, 4 febrero 1935)».

«Cataluña no siente la unidad española. En espíritu está separada del resto del Estado español.—(Jaime Aguader y Miró, «Catalunya i la revolució»)».

«Si la revolución se hace de acuerdo conmigo, no será para traer la Monarquía, ni para defender la República burguesa, sino para instaurar la República social.—(Largo Caballero)». 

«Por eso en nuestra táctica aceptamos un período de transición, durante el cual la clase obrera, con los resortes del Poder político en sus manos, realiza la socialización. Eso es lo que nosotros llamamos «dictadura del proletariado, hacia la cual vamos resueltamente».—(González Peña)».

«Es indudable que en un momento determinado el proletariado se pondrá, corno vulgarmente se dice, en pie y «procederá violentamente contra todos sus enemigos».

«Lo primero que tendremos que hacer es desarmar al capitalismo. ¿Cuáles son las armas del capitalismo? El Ejército, la Guardia civil, los guardias de asalto, la Policía, los Tribunales de Justicia. Y en su lugar ¿qué? Esto: el armamento general del pueblo. Yo he dicho dos veces en Consejo de Ministros que era indispensable esto.—(Largo Caballero. Discurso a los trabajadores en Madrid)». 

Y a pesar de tan gráficas y rotundas afirmaciones y amenazas, nuestros conservadores continuaban en la higuera... Sólo los nuestros, los auténticos españoles, falangistas y requetés, comprendieron y adivinaron la magnitud de la tragedia que se avecinaba... Como comprendieron y adivinaron las desventuras que se cernerían sobre nuestro suelo con la instauración de la maldita República, no pocos críticos extranjeros. En nuestra cartera hemos guardado hasta hoy unos recortes de periódicos franceses, ingleses y portugueses que son verbo elocuente de pronóstico profético. Pertenecen a las ediciones correspondientes a los primeros días del mes de enero de 1931. El lector verá en ellos cómo los extranjeros comprendieron mucho mejor que los papanatas de por aquí que votaron y batieron palmas por que se encargaran del timón de la nave del Estado español los elementos profesionales del escándalo y de la revuelta. Decían, pues, estos periódicos en vísperas de instaurarse la República y con motivo de las revueltas estudiantiles y huelguísticas preparadas por los elementos acaudillados por los Largo Caballero, Prieto, Azaña, Alcalá Zamora, Maura, Ossorio y Gallardo y unos cuantos políticos despechados de la Monarquía porque no comían seguramente cuanto era de su gusto: 

«The Daily Mail:—Los enemigos del orden en España son los enemigos de España y de Europa. Con la creación de la anarquía y del caos empobrecen una comunidad, cuya desgracia es ésta: que sus productos van siendo suplantados por los de otros países». 

«The Times:—Si hay realmente aquí un sentimiento republicano, Madrid no lo ha demostrado». 

«A Voz:—¿Qué hubiera sido de la unidad española, tan amenazada por otros lados, si la revolución hubiera triunfado?». 

«Le Matin:—Nada tenemos, que decir ni a los sindicalistas españoles ni a los republicanos. Sin embargo, séanos permitido recordarles que en estos momentos desempeñan un papel peligrosísimo. Su victoria no tendría porvenir para ellos, porque habrían vencido con la ayuda de los elementos más turbulentos de España. ¡Y qué porvenir para un país que tanta necesidad tiene de calma y de orden!». 

«L'Echo de Paris:—La España republicana fué la causa inmediata de la guerra franco alemana. Desde 1875, la frontera franco española es tan tranquila como una frontera marítima. Bajo la República, podría llegar a ser una de las fronteras más peligrosas de Europa».

»Tan preparados están los cuadros revolucionarios, que los republicanos —tipo Unamuno— no comerían las castañas que sacaran del fuego». 

«La Croix:—La caída de la Monarquía sería fatal para España: ésta no tardaría, a pesar de la buena voluntad de los republicanos moderados, en convertirse en presa de las peores convulsiones». 

Y sin embargo aquí prefirieron continuar ciegos y sordos ante tan terrible realidad. Y así fué de inmensa, de pavorosa, la tragedia que vivió España hasta el 18 de julio de 1936 en que se dió la consigna redentora del Glorioso Movimiento Nacional.


Los bárbaros en Tortosa: 1936-39 (José Monllaó Panisello, 1942) 

Prólogo e introducción
I - El dolor de España
II - El Ejército, esperanza del Orden y de la Patria
III - ¡El Tercio se ha sublevado!
IV - ¡Hay que desaparecer!
V - Asalto del Círculo Tradicionalista.—¡Se han perdido las llaves!
VI - En tercer lugar
VII - Los bárbaros en acción
VIII - Un aviso oportuno
IX - Horrorosa matanza de tradicionalistas
X - Las primeras detenciones
XI - Primera providencia marxista
XII - Otra vez en los primeros lugares
XIII - Cierre de los Centros de la facción
XIV - La primera visita del coche fantasma
XV - Primer registro domiciliario
XVI - Si te cogen, te fusilan
XVII - Dos coches fantasmas sobre la pista
XVIII - Fraternidad revolucionaria
XIX - En la guarida de los monstruos
XX - Dos coches fantasmas a la vista
XXI - Gritos en la noche
XXII - Los héroes del Alcázar y de Oviedo
XXIII - El miedo a los fascistas — Detenciones a granel
XXIV - Llamadas trágicas
XXV - Las charlas del general Queipo de Llano
XXVI - El miedo a la aviación
XXVII - Jugándonos el todo por el todo
XXVIII - Visita de un coche que no es fantasma.—¡Vaya susto!
XXIX - La mala sombra de un guarda rural
XXX - Cruenta lucha entre marxistas
XXXI - Un serio contratiempo
XXXII - La sorpresa de unos payeses
XXXIII - Cambio de escondite
XXXIV - Desagradable visita.—Certificado salvador
XXXV - De todos los colores...
XXXVI - Las charlas con un republicano. — Yo, furibundo izquierdista
XXXVII - ¡Terrible amanecer!
XXXVIII - Octavillas redentoras
XXXIX - Fragores de lucha
XL - ¡Yo he visto a los moros!
XLI - Cañonazos que nos saben a repique de campanas
XLII - Unos oficiales rojos que merecían ser nacionales
XLIII - ¡Se llevan y fusilan a los hombres!
XLIV - La famosa cadena de la Aviación Nacional
XLV - En medio de la lucha.—¡Recemos!
XLVI - ¡Un comandante del Ejército Nacional!
XLVII - ¡Al servicio de la Patria!
XLVIII - ¡Honor a los Caídos!

diumenge, 18 de juliol del 2021

Los bárbaros en Tortosa (1936-39) - Prólogo e introducción

A guisa de Prólogo

Con sumo gusto, por satisfacer un grato deber de amistad y compañerismo, bien que con no leve molestia y contrariedad, por verme forzado a interrumpir en esta temporada de intenso trabajo de reorganización de los Archivos tortosinos, ocupaciones apremiantes e inaplazables, voy a cumplir, como pueda, la promesa que hice a mi dilecto amigo Monllaó, de prologarle sus RECUERDOS E IMPRESIONES DE UN PERSEGUIDO EN EL INFIERNO ROJO. 

Si no corriera riesgo de interpretarse a inmodestia, casi podría anticipar que el que esto escribe puede considerarse entre los mas indicados para presentar al público, apadrinándolo, este libro de azares y desventuras en pleno dominio rojo. 

Cabalmente empezó a conocer al autor, allá por los años de 1907, al tiempo en que bisoño aprendiz de impresor en la inolvidable imprenta de D. José Foguet, se preparaba Monllaó, con lecturas y observación directa de la vida, para las campañas de periodismo que pocos años después emprendía con alientos combativos tan entusiásticos y tenaces que contratiempos y persecuciones, desengaños y reveses, amarguras y deserciones, no lograron entibiar ni impedir que, a despecho de todo, tomasen a menudo osados auges de heroísmo. 

Quien con el cariño de amigo y convicción de correligionario insinuó su ruta, tomando parte en sus calvarios y en sus triunfos, bien puede merecer disculpa de que se atreva ahora a colocar una corona de siemprevivas y a esparcir flores de afecto sobre esa tumba de sus RECUERDOS que cierran el ciclo de sus campañas en el palenque de «La Tradición» y gran número de periódicos carlistas y católicos de España como «El Radical», de Reus, «El Tradicionalista», de Tarragona», «El Guerrillero», de Valencia, «El Pensamiento Español» y «El Cruzado Español», de Madrid, «La Razón», de Lérida, «Oria-mendi», de Bilbao, «Diario de Tortosa», «Heraldo de Tortosa», entre otros, y vienen a constituir en hecho de verdad el coronamiento digno de una vida sacrificada en aras de un gran ideal patriótico, que podrá acaso no ser compartido, pero nunca discutido o vilipendiado. 

Existe, además, un motivo personal que ha podido contribuir a hacerme más grata la tarea de este Prólogo. Cúmplese precisamente ahora, treinta años, día por día, en que «La Tradición», nacida al calor de los más plausibles entusiasmos, salió al palenque de la publicidad con propósitos de lucha noble y de labor abnegada, ocupando desde el primer momento el puesto de mayor peligro en la vanguardia de la prensa tortosina, con el doble programa señero de abrir paso a doctrinas redentoras y de hacer frente a la Revolución que desde «El Pueblo», marcelinero, descargaba sus furias contra todo lo más santo y sagrado de la Religión y de la Patria. ¡Quién había de predecirme entonces, que en la dirección de aquel periódico de lucha que fué, ya desde sus primeros días, «La Tradición», me sucedería a no tardar aquel enclenque obrero impresor, todo nervio y acometividad, y que desde sus columnas, de broma y de veras, con artículos-cañonazos y con reseñas humorísticas, haría popular el pseudónimo de «Llaonet» hasta convertirlo en guión representativo, no de un partido solo, sino también de un Ideal; no en el estrecho círculo local precisamente, sino ensanchando cada vez más su esfera de acción muy fuera de Tortosa! 

Pero lo inesperado fué realidad, y realidad a temporadas muy viva y culminante. Tanto, que cuando estalló la Revolución, nadie dudaba que «Llaonet», con méritos sobrados para víctima propiciatoria, figuraría entre los primeros de aquella lista macabra preparada por los rojos para liquidar cuentas y vidas de sus adversarios políticos. 

Y aquí entra muy oportunamente «Llaonet» a referirnos en sus RECUERDOS... las múltiples peripecias de su accidentada existencia en aquellos días que siguieron al 18 de julio de 1936 hasta el venturosísimo 13 de enero de 1939 en que, al liberarse Tortosa, pudo darse «Llaonet» por indultado de la pena de muerte. 

Entre una y otra fecha media un mundo de recuerdos trágicos, un trienio que semeja un siglo pasado en el Infierno, un cuadro de horrores ante los cuales palidece la fantasía más desbordada y calenturienta. 

Tortosa, por funestos destinos que pudiera reservarle el Porvenir, no verá superadas sus torturas: crímenes de los más inhumanos, incendios devoradores, angustias de agonía, coronado todo trágicamente por el odio satánico rojo, que todo lo atropellaba, todo lo pervertía, en todo se cebaba, cerrando el camino a los más elementales sentimientos de humanidad y convivencia social. 

No debo insistir descendiendo a pormenores, porque éstos cabalmente corren a cuenta de «Llaonet», que los especifica y sazona en sus RECUERDOS con precisión de reporter profesional, y con aquel garbo y desenfado a que habituado le tienen sus ya largos años de vida y ajetreos periodísticos. 

Del libro, en general, no juraría yo que va a gustar y satisfacer igualmente a todos. Los que lo censurarán por largo en demasía, tal vez será porque pierden de vista que trátase en él de la historia de más de dos años, los más movidos y arriesgados de que hay memoria en España. 

Acaso la crítica más osada se ensañará más bien contra el personalísmo de la narración. Realmente, ésta da la sensación de que lo más interesante de aquellos meses trágicos ha girado alrededor de «Llaonet», y que los demás personajes que salen a veces en escena constituyen su cortejo de satélites o de figuras secundarias de la tragedia. Pero, tal sensación, es del primer momento, y a medida que se van apurando las últimas páginas del relato, va uno convenciéndose de que sobrepuja el interés meramente personal para adquirir la prestancia de un cuadro social, cuyo fondo es Tortosa y los tortosinos, con vislumbres y lejanías que prefilan a España (...).. 

A mí se me antoja que el primer beneficio que reportarán estos RECUERDOS, será el de avivar otros recuerdos y otras ansias de recordarlos por escrito a muchos que al igual que «Llaonet», pero en diversos escenarios y en parecidas o muy desemejantes circunstancias, corrieron también como él riesgos y aventuras, y sintieron, como él sintió, tristezas y amarguras, hambre y estrecheces, viéndose en ocasiones en tantos o más peligros de muerte a manos de los rojos. 

Yo quisiera que ese contagio reporteril se propagase mucho en España. Los víctimas supervivientes de la zona roja, son muchos, y las peripecias que algunos pasaron sobrepujan, en casos dados, al interés de la más sugestiva novela de julio Verne. Y esto, naturalmente, interesa mucho; pero de mayor interés resulta que se haga un historial completo de aquellas víctimas y de aquellos mártires, porque, además del aliciente ejemplar, tendrá el de perpetuar un recuerdo de cosas que no han de olvidarse jamás. La lección de aquella guerra y de aquella tiranía roja ha de enseñarse a las futuras generaciones, con vistas a impedir que por el sanchopancismo de unos o las claudicaciones de otros, vuelvan a repetirse aquellas escenas de horror y de desventuras que por males de nuestros pecados hemos presenciado y vivido nosotros. 

Voy a concluir con un sencillo recuerdo personal, que viene aquí muy a propósito. Mientras «Llaonet» vagaba en plan de fiera , por esos montes y valles para zafarse de la persecución marxista, el que esto escribe iba de Herodes a Pilatos, de banquillo en banquillo, por los Tribunales, acusado de católico y de fascista, para acabar, condenado a veinte años de presidio, por las cárceles de Tarragona, Barcelona y Cerdañola del Vallés, esperando, como reo en capilla, la hora del martirio. 

Con los compañeros de cautiverio departíamos con frecuencia sobre nuestra deplorable situación. Pero, no todo eran pesimismos y tristezas. Más bien predominaba el optimismo, fundado en la esperanza cierta de la definitiva victoria de Franco. 

Precisamente en momentos de buen humor, coincidíamos todos en el deseo de historiar nuestro cautiverio, y aun fuí nombrado en el «Palacio de Pilatos» de Tarragona, cronista oficial de los fascistas allí encerrados. 

La lectura de RECUERDOS, de «Llaonet», me ha refrescado la memoria de aquel nombramiento y de la promesa que a la sazón hice de justificarlo con una crónica. El propósito subsiste, pero el tiempo es lo que me falta. Por lo menos, estos RECUERDOS han sido a mí a quien primero han beneficiado, recordándome la palabra empeñada. Gratitud, pues, a «Llaonet». Y que sean muchos los que puedan agradecerle beneficios parecidos.

Cronista de Tortosa 

Tortosa, 26 de julio de 1941.



Introducción 

A instancias de algunos buenos amigos me he decidido a escribir este libro. Reconozco de antemano que no tiene ningún valor histórico ni crítico. Ni hasta siquiera episódico, puesto que nuestro caso es el mismo que el de centenares de millares de españoles que sufrieron persecución en la España roja. 

Ni hemos sido héroes, ni hemos sido mártires. Y en una tan terrible epopeya como la que vivió nuestra querida Patria en el periodo 1936-1939 en la que medio millón de hermanos nuestros fueron villanamente inmolados y otros millares hicieron patente su heroísmo y su bizarría, ¿qué pueden representar la insignificancia de unos sufrimientos, de unas privaciones y de una persecución? Nada en absoluto.. 

Bien que arguyan mis amigos que nuestra modesta persona era una de las que mayormente concentraba las iras de los marxistas por haber combatido sin descanso ni tregua durante más de veinticinco años sus utopías y desvaríos doctrinarios; y que desempeñáramos, al estallar el movimiento revolucionario selvático-rojo, cargos y representaciones (1) que ellos tenían penado con la muerte. Indudablemente, que de haber tenido la desgracia de ser descubierto y detenido, mi pobre humanidad hubiera ido a parar a la cuneta de cualquier carretera. Pero ello tampoco puede dar motivo para que nuestra suerte sea objeto de un libro. No pensamos pasar a la posteridad ni hemos hecho méritos suficientes para intentarlo ni pretenderlo. 

Bien que escriban sus Memorias hombres de valía: estadistas, literatos, políticos y hombres de ciencia que con sus desvelos y trabajos han dado días de gloria y de esplendor al Estado y a la Patria, pero los infelices mortales que pasamos por la tierra sin pena ni gloria ¿qué Memorias podemos legar a la posteridad que puedan servir de enseñanza o de estímulo? ¿qué podemos contar a nuestros descendientes que sea digno de admiración o de imitación? 

¿Que cualquiera puede escribir unas Memorias? ¡Qué duda cabe! Pero servirán, sí, solamente para su sola e íntima satisfacción o para solaz o entretenimiento de los desocupados. En ellas nada se aprenderá, pero podrán matar el tiempo, como vulgarmente se dice. 

Y con todo, ni esa clase de Memorias nos atrevemos a escribir. Sentimos temor hasta de defraudar a los desocupados... 

Por eso queremos advertir a los que tuvieren la bondad de hacernos el honor de leernos. En las páginas que siguen de los RECUERDOS E IMPRESIONES DE UN PERSEGUIDO no encontrarán ni mérito científico ni literario alguno; ni elevados pensamientos, ni períodos floridos, ni párrafos elegantes: sólo sí, el detalle sincero, veraz, de la vida —si así puede denominarse— que durante veintidós meses vivió un hombre. Ya hemos dicho que nuestra odisea es la misma que la que corrieron millares y millares de hermanos en Ideal. Y encontrarán también en esos recuerdos un poco de historia contemporánea local. Que es lo que quizá, más que la estúpida vanidad humana, nos ha movido a dar satisfacción a los requerimientos de los buenos amigos que nos han obligado a acometer tan pesada, cual para mí odiosa tarea, de hablar de nuestra insignificante personalidad.

«¡Queremos que nos cuentes cómo pudiste burlar la tenaz persecución de que fuiste objeto por parte de los rojos!» — me han exigido. Pues bien, lo intentaré. Y caiga la responsabilidad sobre vosotros, si el lector no llega a ver, en el transcurso de estas páginas, satisfechos sus deseos de curiosidad. No hemos sido ni héroes ni mártires, repetimos, que son precisamente los que deben contar en la más grande de las persecuciones que ha sufrido la Religión y la Patria y la más sublime de las Cruzadas que se han librado para rescatar a la Madre España de los poderes extraños y manos mercenarias que la explotaban, envilecían y deshonraban. 

Lo nuestro es, sí, un caso, un caso más, patente, evidente, de la protección de la Divina Providencia para con uno de sus modestos y humildísimos hijos. Porque estamos seguros, segurísimos, que sin su maternal amparo no hubiéramos podido sobrevivir a tan tremenda tragedia. Bien lo podrá adivinar el amable lector en estas páginas si tiene paciencia para seguirnos... en nuestros veintidós meses de persecución.


(1) Presidente del Comité Político Comarcal Tradicionalista, Director de «La Tradición», Delegado de las Margaritas, Presidente de la Patronal de Artes Gráficas, Presidente de la Asociación de la Prensa, Redactor-Jefe de «Heraldo de Tortosa», etc., etc.


Los bárbaros en Tortosa: 1936-39 (José Monllaó Panisello, 1942) 

Prólogo e introducción
I - El dolor de España
II - El Ejército, esperanza del Orden y de la Patria
III - ¡El Tercio se ha sublevado!
IV - ¡Hay que desaparecer!
V - Asalto del Círculo Tradicionalista.—¡Se han perdido las llaves!
VI - En tercer lugar
VII - Los bárbaros en acción
VIII - Un aviso oportuno
IX - Horrorosa matanza de tradicionalistas
X - Las primeras detenciones
XI - Primera providencia marxista
XII - Otra vez en los primeros lugares
XIII - Cierre de los Centros de la facción
XIV - La primera visita del coche fantasma
XV - Primer registro domiciliario
XVI - Si te cogen, te fusilan
XVII - Dos coches fantasmas sobre la pista
XVIII - Fraternidad revolucionaria
XIX - En la guarida de los monstruos
XX - Dos coches fantasmas a la vista
XXI - Gritos en la noche
XXII - Los héroes del Alcázar y de Oviedo
XXIII - El miedo a los fascistas — Detenciones a granel
XXIV - Llamadas trágicas
XXV - Las charlas del general Queipo de Llano
XXVI - El miedo a la aviación
XXVII - Jugándonos el todo por el todo
XXVIII - Visita de un coche que no es fantasma.—¡Vaya susto!
XXIX - La mala sombra de un guarda rural
XXX - Cruenta lucha entre marxistas
XXXI - Un serio contratiempo
XXXII - La sorpresa de unos payeses
XXXIII - Cambio de escondite
XXXIV - Desagradable visita.—Certificado salvador
XXXV - De todos los colores...
XXXVI - Las charlas con un republicano. — Yo, furibundo izquierdista
XXXVII - ¡Terrible amanecer!
XXXVIII - Octavillas redentoras
XXXIX - Fragores de lucha
XL - ¡Yo he visto a los moros!
XLI - Cañonazos que nos saben a repique de campanas
XLII - Unos oficiales rojos que merecían ser nacionales
XLIII - ¡Se llevan y fusilan a los hombres!
XLIV - La famosa cadena de la Aviación Nacional
XLV - En medio de la lucha.—¡Recemos!
XLVI - ¡Un comandante del Ejército Nacional!
XLVII - ¡Al servicio de la Patria!
XLVIII - ¡Honor a los Caídos!