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dimarts, 26 de setembre del 2023

Epitafio a Antonio Correa Veglison

Tal día como hoy, un 26 de septiembre del año 1971, fallecía en Madrid Antonio Correa Veglison, quien fuera Gobernador Civil de Barcelona entre 1940 y 1945. 

Contrariamente a lo que cuenta leyenda negra del Franquismo, Correa Veglison no solo no prohibió las manifestaciones culturales catalanas, sino que promovió los bailes públicos de sardanas y autorizó la publicación de libros en catalán, como las Obras Completas de Jacinto Verdaguer. Asimismo, defendió siempre a la clase humilde, llegando a enfrentarse a ciertos sectores de la burguesía barcelonesa, a los que acusó públicamente de fraude en las cuotas de consumo eléctrico.

Menos conocido aun es el hecho de que Correa Veglison era carlista, y que, aun habiendo aceptado el Decreto de Unificación de 1937 con la Falange Española y el mando del General Franco, siguió actuando como tal y lució siempre con orgullo la boina roja. Tras la muerte de Don Alfonso Carlos, el último Rey carlista de la dinastía original, Correa Veglison, como muchos otros en Cataluña y otros lugares de la Patria, puso su confianza en Carlos VIII para la futura restauración de la Monarquía Tradicional.

Quien fuera su secretario personal, José María Gibernau Bertrán (otro destacado carlista olvidado), le dedicó a su muerte la siguiente necrológica en La Vanguardia Española:

Antonio Correa Veglison (1904-1971)

Epitafio a Antonio Correa Veglison

Víctima de una grave enfermedad ha muerto Antonio Correa Veglison. Esta es la noticia que ha publicado la prensa de ayer. 

Serán muchos, en este día, los que, especialmente en Gerona y en Barcelona recordarán la figura de aquel hombre, por tantas circunstancias, excepcional. Durante muchos años Antonio Correa Veglison dedicó a las provincias de su mando su inteligencia, su tenacidad y su tremenda ilusión. Tocado con su boina roja y usando normalmente su camisa azul, imagen permanente de unos símbolos que tienen una filosofía y una mística que Antonio llevaba en su corazón y en su cerebro el gobernador civil de Gerona del año 40 y el de Barcelona del 41 en adelante, dedicó 16 horas al servicio de su cargo. 

Los industriales catalanes en aquellas horas difíciles de la reconstrucción nacional encontraron siempre a Antonio Correa a su lado, resolviendo los graves problemas que aquella coyuntura exigía. Los obreros, sin distinción de posturas ni partidismos, tuvieron siempre abiertas las puertas del Gobierno Civil, pidiendo ayuda y, sobre todo, pidiendo justicia. Centenares de veces la figura de Antonio Correo se presentaba en los pisos más humildes de los barrios extremos de Barcelona cumpliendo una obra de misericordia; una obra que para él era una exigencia porque se sentía gobernador civil de todos y al servicio de todos. 

En lo que fue el antiguo Círculo Ecuestre de Barcelona, en aquellos días edificio de la Jefatura Provincial del Movimiento, Antonio Correa dedicaba sus horas más exaltadas a aglutinar a su alrededor a todos los hombres que representaban el 18 de julio. Son a millares los que hoy son obreros, empleados, técnicos, hombres de carrera y que se formaron alrededor de aquel Frente de Juventudes que era la ilusión de Antonio Correa, porque Antonio Correa tenia la idea obsesionante de que la continuación histórica del 18 de julio sólo se podía crear y desarrollar formando unas generaciones que entendieran y sintieran los ideales por los que murieron millares de españoles en nuestra Cruzada. 

Militar por profesión y por convicción, forjado en los ideales del tradicionalismo español y entregado, a corazón abierto, a la poesía, a la mística y a la filosofía de José Antonio en los últimos años de la República Española, Antonio Correa representaba un arquetipo de lo que, al pasar los años, ha sido el Movimiento Nacional. Monárquico con el sentido auténticamente legítimo de la más pura monarquía tradicional. Patriota enamorado de aquella España a la que quería más, precisamente porque no le gustaba. Católico practicante consciente y equilibrado. 

Leal a Francisco Franco sin condicionamientos. Hombre de un valor que rozaba lo heroico sin triunfalismos ni exhibiciones. Y por encima de todo, un exaltado de la justicia social. En este aspecto Antonio Correa tenía quizás su característica más señera. Entendía el sindicalismo español como muy pocas personas y creó a su alrededor unos grupos de hombres entregados y conscientes que aún hoy integran cuadros trascendentes en los Sindicatos españoles y en nuestras Cortes. 

Yo viví a su lado como secretario político tres años inolvidables. Como carlista aprendí de él esta exigencia de unidad que sigue siendo, hoy, la máxima exigencia de nuestro Movimiento Nacional. Fui su secretario, su amigo, casi su hermano. Le conocí íntimamente hasta saber, a ciencia cierta, que Antonio Correa hasta cuando se equivocó lo hizo por generosidad y por ilusión. Por esto puedo afirmar de una manera rotunda que Antonio Correa Veglison ha muerto con la conciencia limpia y el corazón ilusionado. Por eso cuando su cadáver reposa ya en la tierra de su amada montaña, en aquella villa de Cobreces a la que él quería con toda su alma, yo quiero modestamente, humildemente, recordarlo a todos los que le quisimos con el estilo que a él le gustaba por encima de cualquier otra cosa: Con un simple Padrenuestro para que su alma descanse en paz. 

Ha muerto uno de los más inteligentes y leales políticos del 18 de lulio. Conquistó, con méritos propios, el nombramiento de consejero nacional para el que fue designado por el Caudillo. Pero si yo pudiera grabar en su mausoleo un epitafio, seria este: Descanse en paz un hombre bueno e inteligente que amó a Dios y a su patria con generosidad sin límites. 

J. M. GIBERNAU BERTRAN
Consejero nacional

La Vanguardia Española (29-9-1971), p. 8