por Eduardo Comín Colomer
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Eduardo Comín Colomer (1908-1975) |
Corría el mes de octubre de 1919, cuando —precisamente el día 19— tuvo lugar una reunión en la calle Tapinería, número 32, principal, de Barcelona. Aquel local era la sede del Ateneo Obrero Legitimista y albergaba en dichos momentos a un centenar de trabajadores. El motivo de la asamblea era muy concreto: «tomar acuerdos relacionados con la lucha social.»
Ocupaba la presidencia Juan Constant, quien explicó que recibida una petición de lugar de reunión formulada por un grupo de asociados al Ateneo, les había sido concedido aquel salón. Seguidamente, Ramón Sales, miembro de la Sección de Acción político-social del mismo Centro, «Crit de la Patria» («Grito de la Patria») fue autorizado para hablar. Concretas sus primeras frases: se trataba de buscar el contacto entre los obreros socios del Ateneo Obrero Legitimista «para ver si todos convenían en que había llegado la hora de libertarse del salvaje yugo terrorista».
Se identificó Sales como afecto al Sindicato Único Mercantil (CNT), resaltando que no quería seguir contribuyendo a la obra anárquica llevada por la Organización. Insistió en que el cenetismo era una imitación del caos ruso y ningún obrero consciente podía seguir en sus filas.
EL AGUA ENVENENADA
El metalúrgico Francisco Farré, adhiriéndose a lo dicho por Sales, refirió que los «Únicos» habían asesinado a varios compañeros suyos, trabajadores de la Casa Girona, al envenenar el agua que bebían en la sección. Para quien quiera comprobar este hecho le remitimos, sencillamente, a los periódicos barceloneses del 20 de agosto de 1919. El resumen de la noticia es:
«En la fundición Girona, ocho obreros no asociados bebieron agua de un cántaro, que, al parecer, estaba envenenada. Dos de ellos murieron rápidamente y seis pasaron al hospital en grave estado.»
Completaremos la nota diciendo que el total de los fallecidos fue de cuatro. A continuación surgió el contradictor, en la persona de Miguel Fernández, del Ramo de la Madera y delegado anarcosindicalista en los talleres Ribas y Pradell.
Enumeró las reivindicaciones conseguidas por la acción sindical y justificó su oposición a crear una nueva entidad, señalando que «debilitaría a la existente».
El resto de los que hablaron fueron los reseñados seguidamente, con sumaria .el indicación de sus opiniones.
Salvador Framis no creía que llegara a producirse escisión en los obreros, por ser esencialmente obrera la organización que se pretendía, por lo cual, siendo para todos iguales las cuestiones económicas, contarían con el apoyo de todos los sindicatos, sin distinción entre éstos.
Milian, carpintero de oficio, veía con simpatía la fundación de una entidad sindical, más acorde con el sentir de los obreros, por no estar él conforme con el amor libre y demás prédicas de los Sindicatos Únicos, exteriorizadas en sus periódicos.
Roger de Lluria, dependiente mercantil, era favorable porque los trabajadores tenían que defenderse del egoísmo patronal, sin verse precisados «a pagar bandas de asesinos».
José Rafa, de la barriada de Sans, manifestó que ya era hora de dar el pecho y la cara por la libertad de los hombres de ideal.
Pedro Mediavilla se manifestó contrario al nuevo organismo, pero afirmó que no iría nunca en contra de lo que se acordara. Desempeñaba el cargo de Delegado del Sindicato Único en la Hispano-Suiza.
Ruperto Lladó, dependiente mercantil, tronó contra los excesos del Sindicato Único, estando conforme con actuar en su contra.
Vives, de la barriada de San Andrés, aclaró que hacía tiempo que trataba de salirse del Único por ser inhumano y contrario a sus ideales; pero no se había atrevido a dar el paso solo. Aseguró que en aquel momento eran muchos los obreros dispuestos a dejar las filas de los sindicatos dirigidos por el anarquismo.
A juicio del cotizante del Ramo del Agua, Rivera, había que seguir en el Único y depurarlo si era posible.
El dependiente mercantil Gaya, se adhirió a la creación del nuevo Sindicato.
Para el reunido Aizcorbe era necesaria la creación de una entidad similar a los Sindicatos del Norte (4).
Esta orientación fue inmediatamente combatida por Ramón Sales, diciendo que en Barcelona no podía hablarse de Sindicatos católicos, considerados siempre «amrillos».
De forma muy distinta se expresó el trabajador apellidado Jaca, que consideró que el Único aplastaría inmediatamente a quienes se les opusieran.
Garriga estaba conforme con nuevo Sindicato, siempre y cuando hubiera «mejor administración que en el Único».
Otros hombres de filas continuaron expresando opiniones; unos en pro y otro en contra de nueva entidad sindical. Cuando se habló de someter la propuesta a votación hubo protestas por ambas tendencias, estimando que si alguien quería formar un Sindicato podía hacerlo sin arrastrar a nadie.
DOS SINDICATOS FRENTE A FRENTE Y CON LA PISTOLA EN LA MANO
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Ramón Sales Amenós (1893-1936) |
Y, naturalmente, no tardó en producirse el alboroto, acusándose a quienes no querían votación de temer a los pistoleros del Único. Pero quedaron deslindados los campos, formándose dos grupos en la misma sala del Ateneo Obrero Legitimista en que se verificaba la reunión. Los partidarios del Sindicato Libre comenzaron a discutir las líneas generales de orientación de la nueva entidad. Salvador Framis entendía adecuada la organización regional, de momento, con secciones de cada población. De entrada, Ramón Sales defendió como denominación la de «Sindicato Libre Regional», convencido de que serían muchos los del Único que pasarían a sus filas, cansados de la tiranía del acratismo. Luego se irían creando secciones o sindicatos de Ramo, conforme ingresaran nuevos asociados.
Mediante votación secreta, quedó designada la siguiente Junta directiva.
Presidente: Ramón Sales; Secretario, José Baró; Tesorero, Salvador Framis. Vocales, Antonio Cavestany, Ruperto Lladó y José Gaya.
Los Delegados nombrados por el mismo procedimiento eran:
De San Andrés, Tomás Vives y Ruperto Lladó; de Sans, José Rafa y Pedro Porta; de San Martín, Francisco Farré y Pedro Mediavilla; de Hospitalet, Cipriano Casas y Ginés Mirete, y de Badalona, José Arqués Montaña y Pedro Torrens.
Poco tiempo después, más de la mitad de los mencionados habían caído bajo el pistolerismo anarquista. Tenemos a mano, en el momento de escribir estas líneas, referencia de Tomás Vives, asesinado el 3 de abril de 1920; de Pedro Torrens, el 12 de mayo del mismo año, y de las heridas originadas por disparos hechos contra Cipriano Casas, el 9 de junio de igual año.
Voy a citar a Pestaña. Ángel Pestaña Núñez, a quien habrá de mencionar en otras ocasiones, publicó un libro, «Lo que aprendí en la vida» (5) al que, indudablemente, se dio mucho importancia, aceptándose sus puntos de vista y no sólo en lo relativo a pistolerismo y atracos obra de elementos anarcosindicalistas, sino a todo género de cuestiones sociales. La fecha de aparición de la obra no podía ser más favorable a lo que tal «líder» era y representaba (1934) y, sobre los Sindicatos Libres establecía tajantemente:
«Los Sindicatos Libres, ficción que sirvió para engañar a la opinión pública española, haciendo creer que para acabar con el terrorismo del Sindicato Único los mismos obreros, pero que no pensaban como los que orientaban a aquél, habían organizado otros Sindicatos, y a los actos de fuerza y terror respondían con otros actos de terror y fuerza, no eran sino grupos dispersos de la banda organizada por la patronal y encuadrados en unos minúsculos Sindicatos católicos que existían en Barcelona, de cuya dirección se apartó a los que la ostentaban hasta entonces, se colocó a los miembros de los Requetés a que hemos hecho referencia y se les cambió de denominación. Esta es la verdad pura y desnuda»
Pero esa no era la verdad, ni pura, ni desnuda y eso le constaba positivamente a Pestaña, como le constaba su campaña desde «Solidaridad Obrera» contra don Manuel Brabo Portillo, apoyada en cartas falsas. Y menos mal que reconocía la existencia del «terrorismo del Sindicato Único». Por la transcripción de la sesión constitutiva del sindicalismo «libreño» habrá podido apreciar el lector cual fue el objetivo de aquel y la asistencia a la reunión dé trabajadores de diversas tendencias, así como el rechazo de la idea de dar a la entidad un tinte católico.
Las organizaciones de este tipo que existían en Barcelona, continuaron funcionando como tales y algunos de sus afiliados cayeron también frente a los grupos de acción anarquistas.
MARTÍNEZ ANIDO, GOBERNADOR DE BARCELONA
Volviendo al tema principal, referiremos que la Junta procedió a la redacción del Reglamento que fue presentado en el Gobierno civil. Bastante trabajo costó la inscripción de la entidad, pues las cosas iban demorándose inexplicablemente. Los «libreños» como expone Baratech (6), ante las dilaciones en devolvérseles el duplicado de los estatutos, decidieron comenzar su actuación, aunque reuniéndose cada vez en lugar distinto de la ciudad, para evitar las represalias de los «únicos» que no tardarían en producirse.
El Rvdo. P. Juan N. García Nieto (7) —y queremos que el lector recuerde previamente las fechas en que fueron agredidos algunos «libreños», conforme hicimos constar— escribió:
«La C. N. T., con todo su ardor anarquista, se preparó para la lucha. El mismo día 8 de noviembre de 1920, cuando Martínez Anido era nombrado gobernador civil de Barcelona, se constituyeron las «Juventudes Sindicalistas de la C. N. T., para «responder» a los atentados cometidos por el Sindicato Libre.»
La afirmación la estimamos gratuita, como la que a continuación transcribimos:
«De hecho, el Sindicato Libre no se cuidó de formar instituciones obreras y en su seno aparecieron grupos armados, similares a los del anarcosindicalismo, aunque de signo contrario.»
Nos extraña mucho, además, esa rotunda afirmación del Rvdo. P. García Nieto, por cuanto en la relación de obras que ofrece como consultadas hace figurar «Los Sindicatos Libres de España», aunque apreciemos algunos errores en la referencia, como dar 1937 de fecha de edición, siendo realmente 1927, y citar «Baratech, Alfaro», como autor, siendo Feliciano Baratech Alfaro. Si la obra se consultó, el examen hecho debió ser muy somero, no obstante ser libro imprescindible para tratar de los Sindicatos Libres españoles. Entre otras razones, contiene la descripción de reuniones y congresos, así como de entidades dependientes de la organización. Insisto en que resulta raro pasar por alto el funcionamiento de entidades «libreñas» como los Sindicatos de Empleados de Banca, de la Catalana de Gas y Electricidad, para toda la región; de Peleteros, de Obreros vaqueros, del Mercantil, de Panaderos, de Carreteros, de Ferroviarios, de Peluqueros y barberos, de tabernas, bares y análogos; de cocineros, de doradores, de Albañiles y peones, de chocolateros, de espectáculos, de camareros y ramos de la piel, de Artes Gráficas, de curtidores y charoleros, de teléfonos, de profesiones varias; de cerveceros, de vidrieros, textil, del agua de Carpinteros y otros muchos más. De donde resulta que el Sindicato Libre se cuidó de encuadrar a sus afiliados en las consiguientes entidades profesionales, no obstante, el criterio de referencia.
"SOLIDARIDAD OBRERA" AL SERVICIO DEL ESPIONAJE ALEMÁN
Pero hemos de volver a Gerald Brenan para puntualizar ciertas cuestiones por él afirmadas.
Pestaña (8), al referirse al periódico «Solidaridad Obrera», dijo:
«...Cuando los individuos que desempeñaban los cargos de administrador y director vieron que la organización abandonaba sus deberes y peligraba el diario por falta de medios económicos, en vez de confesarlo dignamente y llegar a la suspensión del diario si era preciso, optaron por el camino tortuoso de aceptar dinero del servicio de espionaje alemán...»
«El procedimiento seguido para aceptar aquellas cantidades que el espionaje daba fue la publicación de artículos muy bien documentados acerca de la emigración de obreros españoles a Francia. Quien quiera enterarse puede consultar la colección de «Solidaridad Obrera» de aquella época y lo verá. Se hizo una intensa campaña contra la emigración. Pues bien: las notas para documentarse y alguna vez los artículos ya escritos eran entregados al director de «Solidaridad Obrera» por un agente del espionaje alemán en determinados lugares de cita que se daban. Frecuentemente era un cafe. Y con los artículos y las notas, el precio correspondiente y estipulado.»
También quedó constancia de que los Sindicatos Libres fueron constituidos el 19 de octubre de 1919 y de que el general don Severiano Martínez Anido toma posesión del Gobierno civil de Barcelona el 8 de noviembre de 1920. Además de demostrar que aquél no intervino para nada en la fundación, pues se los encontró en marcha, cae por su base la afirmación de haber sido los «libreños» quienes tomaron la iniciativa en las represalias. Recomendamos el repaso de esas bajas sufridas por los «libreños», ya mencionadas, anteriores al nombramiento del general para gobernador civil de la Ciudad Condal.
Brenan menciona la creación de un Sindicato de Banca, a despecho de la fuerte oposición de los banqueros. Esto podía hacer reflexionar a cualquiera, llevándole a pensar que los sindicatos libres no eran instrumentos de la Patronal, pero Brenan no lo entiende así. Además, podemos aclarar que en Barcelonia existía una sociedad de empleados de Banca y Bolsa, fundada precisamente por los propios banqueros. Y a principios de 1920 quedó establecido el Sindicato de Empleados de Banca y Bolsa, que obtuvo el reconocimiento patronal —tras muchas dudas— el 6 de noviembre del mismo año. Hasta el 17 de julio del siguiente no ingresó en bloque dicho Sindicato en la Organización «libreña». Comprendemos la contrariedad de banqueros que propala Brenan; pero los elementos de la Confederación Nacional de Sindicatos Libres fueron ajenos a la fundación que luego habría de engrosar sus filas.
Tomado de Comín Colomer, Eduardo: A pistoletazo limpio en las calles de Barcelona, Aragón Exprés (28/2/1973), págs. 18-19