Ardía en España la lucha entre los grandes principios del Mal y del Bien. Polarizadas en dos grandes grupos se reunían las fuerzas políticas principales del país, dispuestas a quemar hasta el último cartucho por el triunfo de sus respectivos ideales y aspiraciones.
Poco antes, en un 18 de julio magnífico y valiente había estallado toda la decisión y esfuerzo de unos hombres dispuestos a luchar y a morir por España. Cataluña, desgraciadamente, pese a actitudes laudables, a esfuerzos heroicos, a lealtades abnegadas, había visto fracasar en principio la batalla que, en pro de la santa Cruzada nacional, se libró en esta región. Pero, unos hombres valientes, herederos auténticos del espíritu bélico manifestado por los catalanes en anteriores y heroicas ocasiones, sacrificados, renunciando a todo, con la vista puesta en los sublimen ideales de Dios y de Patria, con firmeza de héroes y con lealtad de soldados y de caballeros del ideal, trasponían la frontera pirenaica, pasaban a Francia, y, desde allí, volaban gozosos y alegres hacia la zona nacional, prestos a empuñar las armas que, tintas en su sangre generosa, lavaba las manchas de deshonor e ignominia que otros, como malos hijos, hicieron caer sobre esta desdichada región. Y así nació el heroico y laureado Tercio de Requetés de Nuestra Señora de Montserrat. Como unión de buenos catalanes, que, por serlo, se sentían auténticamente españoles y tanto como los que más, demostrando su amor a España con el lenguaje de las armas, siempre superior al de las promesas y al de las palabras...
Y así, como decimos, se formó el Tercio de Requetés de Nuestra Señora de Montserrat. Padres que no habían de saber más de sus hijos; hijos que no supieron de las emociones de un último adiós paterno; españoles, en fin, que lloraban la ausencia de los suyos y que sabían sacrificarlo todo por un futuro mejor de la Patria, fieles a la hermosa consigna de su Ordenanza: «Dar la vida por la causa es el acto más fecundo y el servicio más útil».
Combatientes del Tercio de Requetés Ntra. Sra. de Montserrat (foto tomada de http://www.requetes.com/monserrat.html) |
De este modo se llegó a la jamada heroica y luctuosísima de Codo. Y de este modo, Codo (simple geografía) pasaba con todos los honores a la Historia de España. El enemigo pugnaba por romper el frente nacional. Los caballos argelinos, en las hordas de la anti España, abrevarían pronto, según ellos, en las aguas españolísimas del Ebro, y las fuerzas rojas entrarían triunfantes en Zaragoza, en la ciudad bienamada de la Virgen del Pilar. Pero, había en frente la resistencia de unos hombres de cuerpo entero, habría que pasar antes por encima de los cadáveres de unos cuantos requetés. Eran jóvenes y viejos, hombres de edad militar y hombres que estaban fuera de ella, pero hombres todos animados por la fe en el ideal y dispuestos a morir en un último acto de servicio. La cuestión no estaba en la edad militar. Se ventilaba la salvación de España y con ella el honor de Cataluña, depositado en los pechos de aquellos hombres. ¡Españoles! ¡No temáis; La salvación de España está en buenas manos y el honor de Cataluña se salvará, aunque para ello una y otro hayan de comprarse con el precio costoso de la sangre de los mártires!
Amanece el día 24 de agosto de 1937. Un ejército rojo, de diez a quince mil hombres, inicia el ataque contra las posiciones mantenidas por los requetés. Y empieza a lucharse con saña, con coraje y con ardor. Y resiste Monte-Calvario. Y se mantienen firmes las posiciones de Camino de Quinto. Y aguantan también la embestida roja las del «Pajar» y del «Granero». Y en espartana resistencia se detiene al enemigo por espacio de tres días, al cabo de los cuales las fuerzas que guarnecen dichas posiciones se repliegan al cuartel número 20, al edificio del Ayuntamiento, al estanco, a las trincheras números 1, 2 y 3 y al Paredón. Destrozadas, ya estas últimas posiciones por la artillería enemiga, nuestros hombres, agotadas ya todas sus municiones (que para proseguir el combate debieron arrebatar muchas veces de las cartucheras de los cadáveres enemigos), valientemente abren con sus bayonetas el apretado cerco enemigo, y, con un ¡Viva Cristo Rey! y un ¡Viva España!, rubrican, en gesta de sacrificio y de martirio, su último esfuerzo de soldados que no conocen el miedo y para los que la palabra rendición no existe. Y así, de los 190 requetés que integraban el Tercio en formación, 146 hallan gloriosa, españolísima y cristiana muerte en el campo de batalla, mientras 44, más afortunados, consiguen llegar a las filas nacionales.
En total, 190 hombres, con dos máquinas ametralladoras, dos fusiles ametralladores «Hotchkiess», seis fusiles ametralladores «Lebel» y 205 fusiles, mantuvieron en jaque al ejército rojo, al que causaron numerosísimas y multiplicadas bajas, permitiendo con su resistencia de tres días y al precio de su sangre, que el Mando militar pudiera asegurar el éxito total de la batalla.
Al concluir estas líneas queremos tener un recuerdo especial para nuestros muertos. Pero pocas palabras bastan. Ellos deben gozar de la Gloria de Dios, porque, cierto, certísimo: «Ante Dios no existen héroes anónimos».
A nosotros nos queda, simplemente, imitar su ejemplo y hacer fructífera su sangre.
Por los supervivientes de Codo, y Laureados del Tercio de Requetés de Ntra. Sra. de Montserrat.
L. RENART y G. SERBA
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