dimarts, 22 d’abril del 2025

El origen carlista de las JONS en Cataluña

UN PEQUEÑO NÚCLEO DE INCONDICIONALES: LAS JONS CATALANAS

Los lectores que se acercan el 14 de marzo de 1931 a los quioscos de las Ramblas pueden descubrir una nueva publicación. Con una tipografía llamativa, en blanco y negro, se lee La Conquista del Estado. Detrás de ella se encontraba un intelectual zamorano radicado en Madrid, Ramiro Ledesma Ramos. Un licenciado en Filosofía y Letras, estudioso de Martin Heidegger y colaborador de La Gaceta Literaria de Ernesto Giménez Caballero y de la Revista de Occidente dirigida por Ortega y Gasset. 

Ledesma conocía Barcelona. En 1923 había residido allí unos meses cuando hacía el servicio militar en el Centro Electrotécnico de Automóviles. En 1930 había participado en el viaje de intelectuales castellanos a Cataluña. Fruto de este encuentro fue la edición de algún artículo suyo en revistas culturales catalanas, como el publicado sobre la Gestalttheorie en la vanguardista Hélix, dirigida por Joan Ramon Masoliver.

Ledesma se ha adentrado en la política. El primer número de La Conquista del Estado reproduce el manifiesto político que habían firmado en febrero una decena de jóvenes. Sus principios: supremacía del Estado, afirmación nacional, exaltación universitaria, articulación comarcal del país y estructura sindical de la economía. Se ponían las bases del nacionalsindicalismo, un fascismo a la española. Y se lanzaban a la búsqueda no de «votos, sino minorías audaces y valiosas». Parece que Ledesma y alguno de sus pocos compañeros se desplazaron ese mes a Barcelona para repartir el manifiesto. Sobre todo, se acercaron a cafés modernos y espacios donde pudieran encontrar oficiales jóvenes y obreros. 

Ramiro Ledesma Ramos
(1905-1936)

La cuestión catalana se convertirá en uno de los temas estrella de La Conquista del Estado. El anticatalanismo era un tema con efecto movilizador entre sectores conservadores y centralistas de la burguesía, una cuestión con la que la opinión pública derechista estaba muy sensibilizada. Ya en abril de 1923, un buen conocedor del fascismo, como era Sánchez-Mazas, en un articulo publicado en ABC advertía de que el fascismo en España seria más antiseparatista que anticomunista. Aunque Ledesma había reconocido, tras su visita a Cataluña, la existencia de un «hecho diferencial», ya en el número dos de la publicación se advenía: «Bien está que Cataluña afirme su derecho a poseer su cultura. A conseguir la eficacia de sus valores Lo que no se puede permitir —y no se permitirá— es un impedir sistemático del hacer español». Advertía de que «frente al hecho diferencial famoso, hay el indiscutible y grandioso hecho español, que obliga a subordinación a todos los demás hechos que surjan». 

Tras la proclamación de la República, el tono anticatalanista de la publicación se vuelve virulento. El principal objetivo de sus puyas es el president Francesc Macià, al que llega a calificar de «fusilable». También pasaron a la acción directa. Serán miembros de La Conquista del Estado los autores de las pintadas contra el propio Macià aparecidas en Madrid durante la visita del president a la capital para presentar el Estatut. Incluso se plantearon realizar un atentado contra su persona, abortado por la policía. 

A raíz de estos ataques, la publicación comienza a tener problemas para ser distribuida en Barcelona. Prácticamente desaparece de los quioscos. Ledesma amenaza con presentarse en la Rambla con medio centenar de amigos a vocear la publicación. Nunca lo hizo. En junio publican la carta de un barcelonés, Rodrigo del Valle, donde afirmaba que «en ningún quiosco de las Ramblas se vende La Conquista del Estado por orden del gobernador civil», aunque reconocía que algún quiosquero, con sorna, le había comentado que la ausencia de los quioscos se debía a la falta de lectores. En julio se denuncia que «los esbirros de Maciá intervienen en Correos todos nuestros envíos. Incluso los números de los suscriptores. Ello sin orden judicial, es decir, arbitrariamente y despóticamente». Alguno de estos belicosos artículos anticatalanistas le costará a Ledesma una condena a dos meses de prisión en enero de 1933. 

En octubre de 1932, ahogada por la censura y financieramente, La Conquista del Estado desaparece. Aún está a tiempo de anunciar en sus páginas la creación de una nueva fuerza política, las JONS, fruto de la fusión del grupo liderado por Ramiro Ledesma Ramos con las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica, lideradas por Onésimo Redondo, otro grupo que había hecho del anticatalanismo bandera. Las JONS se convertirán en el primer partido propiamente fascista. Un fascismo a la española, que denominarán nacionalsindicalismo. Las JONS serán los inventores del yugo y las flechas y de lemas como ¡España Una, Grande y Libre! 

Su crecimiento será muy lento. Tras meses de existencia, prácticamente no van más allá de sus núcleos fundacionales de Madrid y Valladolid. A parte de algún excenetista madrileño, los trabajadores, a los que pretende dirigir su discurso nacionalsindicalista, brillan por su ausencia. Ledesma decide visitar Barcelona, el gran núcleo obrero y sindicalista de la Península, para crear un grupo local de las JONS. La Conquista del Estado había conseguido en su día en la Ciudad Condal y alrededores un puñado de suscriptores, españolistas que valoraban su mensaje anticatalanista, violento y claro. Algunos de ellos habían mantenido correspondencia con Ledesma. Entre estos lectores surgirán los miembros de las primeras JONS de Barcelona. 

Ledesma llega a la Ciudad Condal con un nombre en su agenda: Ildefonso Cebriano Regadera. No sabemos a ciencia cierta cuándo se produjo la entrevista entre ellos. Quizá se inició un contacto epistolar en mayo de 1933, cuando vio la luz la revista mensual JONS, órgano teórico de los nacionalsindicalistas. Ahora viene a conocerlo, puede ser la persona que ponga en marcha las JONS catalanas. 

*** 

Ildefonso Cebriano no tiene para nada las características de jonsista ideal. No es joven, ha sobrepasado la cuarentena, no es un obrero, es ingeniero, y políticamente no tiene nada de revolucionario, proviene del reaccionario mundo mellista

Juan Vázquez de Mella
(1861-1928)

Ildefonso Cebriano había nacido en Béjar (Salamanca). Allá estudió, con buenos resultados, en la Escuela Superior de Industria, donde obtuvo el titulo de perito electricista. Ferviente católico y españolista, milita en la Juventud Católica de Béjar. De fácil verbo, ejerce de rapsoda y de publicista católico, además de hacer sus pinitos como actor. Hacia 1914 se traslada a Barcelona para completar sus estudios. En la Ciudad Condal se adhiere al carlismo. En 1915 lo encontramos como vocal de la Juventud del Centro Obrero Tradicionalista del Distrito II de Barcelona y en 1916 forma parte de la junta del Centro Tradicionalista de San Gervasio. Es, además, un ferviente germanófilo, que no rehúye la pelea y sufre algún arresto por participar en altercados con aliadófilos. 

Hacia 1920 empieza a trabajar en la Cros de Badalona. La Sociedad Anónima Cros era una importante empresa química. En 1917, antes de la llegada de Cebriano, sus 700 obreros habían protagonizado una importante huelga en demanda de la jornada de 40 horas. El conflicto, tras la intervención de la Guardia Civil, se saldó con cuatro obreros muertos Desde entonces la empresa mantenía cierta política paternalista con sus trabajadores. La empresa, por ejemplo, no participó en el lockout de 1919. En 1930 recibiría la visita del rey Alfonso XIII a sus instalaciones. 

Cebriano se traslada a vivir a Badalona, una población que pronto llegará a los 35.000 habitantes. En Badalona la escisión mellista tuvo especial relevancia. En 1903 Vázquez de Mella había pronunciado un mitin en la ciudad que había sido el punto de partida de la reorganización del tradicionalismo local y que dejó huella entre los carlistas badalonenses. Cuando el tradicionalismo se dividió, los mellistas controlaron la principal organización carlista local, el Círculo Tradicionalista El Loredán (Albadalejo, 1997). Entre esos mellistas se encontraba Cebriano, que además dirigirá Monarquía Cristiana, portavoz del Círculo. Como hemos visto, El Loredán será la sede de la asamblea que en mayo de 1920 pondrá las bases de la organización del mellismo en Cataluña. Y allá también estará Cebriano como delegado. 

La hegemonía mellista en Badalona será breve. Los jaimistas se hicieron de nuevo con la dirección de El Loredán. Monarquía Cristiana dejó de publicarse en 1922. Tras el golpe de Estado, los mellistas dieron pleno apoyo a la Dictadura y la mayoría ingresaron en la UMN. Es el caso de Cebriano, que en enero de 1924 es elegido vicepresidente del Círculo de Acción Monárquica de Badalona, adherido a la UMN. Ildefonso Cebriano, con la ayuda del canónigo José Montagut, puso en marcha ese año la segunda época de la revista Acción Monárquica. Cuando en mayo de 1924 la UMN badalonesa ingrese en la Unión Patriótica local, la revista se convertirá en el portavoz del partido único en la dudad. Pero a pesar de su militancia upetista, no deja de lado sus contactos con el mellismo barcelonés y en 1924 formará parte de la junta de la Juventud de Acción Tradicionalista de Barcelona. 

A pesar de su intensa labor política y periodística, Ildefonso Cebriano ha tenido tiempo para ampliar sus estudios. Ese mismo año obtiene el titulo de perito químico en la Escuela Industrial de Terrassa. A pesar de su implicación en la realidad catalana, no pierde el contacto con su Béjar natal y participa en la junta de la Colonia Bejarana de Barcelona. A sus casi cuarenta años sigue soltero. 

Ildefonso Cebriano, como admirador de la Dictadura, estará presente en la organización de la visita a Badalona del dictador Primo de Rivera en julio de 1926. Un año después, en junio de 1927, abandonará la Unión Patriótica para fundar el Círculo Social Tradicionalista de Badalona. El Centro sigue la estela del Círculo Social Tradicionalista de Barcelona, constituido por mellistas disidentes del Círculo Católico Tradicionalista. Más que actividad política, prohibida fuera de la Unión Patriótica, se dedican a actividades culturales, religiosas y propagandísticas. A pesar de su apelativo de tradicionalista, el Círculo acepta a Alfonso XIII como rey. A pesar de organizarse al margen de la Unión Patriótica son fervorosos partidarios de la Dictadura de Primo de Rivera. Cebriano es el encargado de su Comité de Propaganda y Acción Política. 

Badalona a principios del siglo XX.
Se presenta a las elecciones municipales de Badalona en abril de 1931 como candidato independiente. Sitúa su sede electoral en el local de la Peña Bosch, la peña paica de Badalona, de la que es secretario tras su creación en 1929. Porque Cebriano es también hincha del RCD Español. Su campaña se centrará en movilizar el voto de los inmigrantes. Sus resultados no le permitirán, ni de lejos, llegar a concejal. 

Con la llegada de la República, como hemos visto, el carlismo se reunifica. Cebriano se reincorpora en abril a la Comunión Tradicionalista. Participa en la reapertura del Círculo Tradicionalista El Loredán en mayo de en 1932. Dura poco. En agosto de 1932, en medio de la crisis interna que vive el carlismo barcelonés, es expulsado. A partir de entonces se debió de ir decantando hacia el fascismo. 

Debió de ser a mediados de 1933 cuando Ledesma contactó con él. Se entendieron y, tras el encuentro, Cebriano se puso manos a la obra. Su objetivo, formar alrededor suyo un grupo de seguidores jonsistas. Cebriano mantenía un estrecho contacto con dos exmellistas con los que había coincidido en el Círculo Social Tradicionalista de Badalona y que también habían sido expulsados del carlismo oficial. Pronto los atraerá a las JONS. 

Uno de ellos era su viejo correligionario José María Parés Esteban, un comerciante con una dilatada trayectoria dentro del tradicionalismo. En 1909, con 18 años, había sido fundador del Requeté de Badalona. Junto con Cebriano había participado en la escisión mellista y había colaborado en Monarquía Cristiana. Fue iniciador y fundador del Sindicato Católico de Dependientes de Comercio, lo que le había costado un intento de asesinato por pistoleros anarquistas. En 1924, junto con Cebriano, pasó a la UMN. Es entonces cuando fue nombrado concejal de Badalona, pasando más adelante a ser teniente de alcalde. En 1927 participa en la fundación del Círculo Social Tradicionalista. José María Parés se convertirá en su presidente. Firme españolista, ayudó económicamente a los albiñanistas y había sido suscriptor de La Conquista del Estado.

El otro exmellista incorporado por Ildefonso Cebriano a las JONS también había estado en la junta del Círculo Social Tradicionalista de Badalona y además era compañero de trabajo. Se trata de Florentino Vegas Latapié. Nacido en Valladolid en 1902, hijo de un militar retomado de Cuba y de una maestra francesa, había realizado un brillante bachillerato en Santander, donde estuvo destinado su padre. A principios de los años veinte se traslada a Barcelona y en 1926 ya trabaja en Cros, donde llegará a jefe de sección. Se casa en 1927 y dos años después se traslada a vivir a Badalona. Ese mismo año inicia estudios de derecho en la Universidad de Barcelona, que finalizará en 1934.

Florentino Vegas provenía del Círculo Social Tradicionalista de Barcelona, el de los mellistas escindidos del Círculo Católico Tradicionalista, que se habían mostrado como firmes partidarios del dictador y del rey y hacían gala de un españolismo sin fisuras. Con la proclamación de la República atenuaron su actividad. En abril de 1932, dentro del proceso de reunificación del carlismo, el Círculo Social Tradicionalista ingresó en Comunión Tradicionalista y pasó a denominarse Círculo Tradicionalista del Distrito I, trasladando su sede a Duque de la Victoria 15. Florentino Vegas Latapié fue elegido presidente. El local fue clausurado por la autoridad en agosto de 1932 a raíz de la Sanjurjada y no fue autorizado a reabrir sus puertas hasta octubre. Fue entonces cuando Vegas y otros, como los jóvenes que acabaron formando la JAE, fueron expulsados de Comunión Tradicionalista. 

Vegas, que también había ejercido de vicepresidente de los tradicionalistas badaloneses, por mediación de Cebriano, acabaría recalando en las JONS, aunque en junio de 1935 lo encontramos como conferenciante de la alfonsina Derecha de Cataluña. Su hermano, Eugenio Vegas Latapié, residente en Madrid y letrado del Consejo de Estado, era uno de los principales impulsores de la revista Acción Española

No será el único técnico de la Cros que atraerá Cebriano. Otro químico de la empresa incorporado a las JONS fue José Maluquer Cueto, «muy inteligente y doctrinario, con fiebre revolucionaria». Había nacido en 1902 y cursado sus estudios de ingeniería industrial en Barcelona entre 1920 y 1926. Viajaba con asiduidad a su Madrid natal, donde frecuenta círculos aristocráticos. Su hermano Alfonso militaba en las filas monárquicas y eran conocidos de la familia Primo de Rivera.

Cebriano aún sumó a las JONS a otro químico de la Cros, José Serrallach Juliá. Nacido en el seno de una familia acomodada de importadores de algodón e hijo de un reconocido urólogo, realizó estudios en Estados Unidos y Alemania, donde se doctoró en 1927 en Ciencias Químicas por la Universidad de Frankfurt con la calificación de sobresaliente y donde también trabajó como profesor. Entre 1930 y 1933 trabaja en Estados Unidos como jefe del departamento de investigación de una empresa química. Tras pasar otra vez por Alemania en 1933, en pleno auge del nazismo, regresa a Barcelona, donde se coloca en la Cros.

Pero el fichaje estrella jonsista será alguien que conocemos bien, José María Poblador. Como vimos, Poblador había sido detenido como cómplice de la Sanjurjada y no había salido de prisión hasta octubre de 1932. Durante 1933 tuvo que seguir frecuentando los juzgados, pues todavía tenía pendientes denuncias por artículos de Reacción. Tuvo un juicio en enero y tres en abril. Uno de ellos por injurias al profesorado de la Escola Normal de la Generalitat, otro por injurias y calumnias contra Miguel Maura. Finalmente seria absuelto. Debió de ser a la altura de septiembre de 1933 cuando Poblador dejó la dirección de Reacción. Más o menos en ese periodo es cuando desde las JONS se contacta con él. Su fama le precede. Arrojado, vehemente, con un discurso cercano al fascismo, con experiencia en la prensa y como dirigente de la fogosa Peña Ibérica. Puede ser un buen fichaje. 

A pesar de colaborar con el carlismo más cerril, las ideas de Poblador hace tiempo que no coinciden con las del tradicionalismo. La religión, a pesar de los artículos en el ultramontano Reacción, no es algo central para él. Tampoco la monarquía. Quedaba la patria, eso sí, su españolismo y su anticatalanismo eran de piedra picada. Y, naturalmente, el uso de la violencia como arma política, la «antipolítica», conceptos todos que lo acercan al fascismo. Su paso a las JONS fue algo natural. 

Parece que fue José Maluquer el encargado de realizar la primera aproximación a Poblador, aunque no era un extraño para Cebriano, que lo conoce del mundillo carlista y de coincidir con él infinidad de veces en Can Rabia, en los partidos del RCD Español. 

Lauro Clariana Lowell
(1912-1938)

El carlismo, sorprendentemente, seguirá siendo la cantera política de la que se nutran las JONS en Barcelona. Los siguientes militantes procederán de la AET, la organización estudiantil carlista. Uno de ellos era el estudiante de ingeniería Lauro Clariana Lovell. Nacido en Barcelona en 1912, es hijo y hermano de carlistas, además de nieto del famoso matemático Lauro Clariana Ricart. Su padre es catedrático de la Escuela de Ingenieros y violinista. En la misma facultad que imparte clases su padre estudia el joven Clariana. Durante el bachillerato ha formado parte de la Asociación de Estudiantes de Bachillerato. Ahora milita en la Juventud Tradicionalista y en el Requeté. Se ha convertido en un buen orador e interviene en mítines de las organizaciones juveniles carlistas. En diciembre de 1931 lo encontramos como escolta de la bandera rojigualda exhibida en la manifestación por la Inmaculada. En junio de 1932 había sido elegido vicesecretario de la AET. Sin renunciar al tradicionalismo, se ha convertido en un admirador del fascismo. 

Así lo deja patente en el acto que las juventudes carlistas organizan en marzo de 1933 en el Círculo Tradicionalista del Distrito I, el de los antiguos mellistas, el que había presidido Florentino Vegas hasta su expulsión. Lo primero que hizo Clariana fue aclarar que el verdadero titulo de su conferencia era «Indiferentes, fascistas y boinas rojas» y no «De trepeldaños», que era el anunciado para evitar intromisiones de la autoridad. En su discurso afirmó «que el verdadero fascismo ha de contribuir a salvar la Patria. Dice que el fascismo en España ha de ser un movimiento nacional y popular, verdaderamente racista y revolucionario, dándose el espíritu y forma de la raza española». Para acabar, se dirigió a los suyos, a los «boinas rojas», «alma y firme baluarte de la moderna cruzada», para decirles que hacía «suyas unas palabras de Hitler de que hay que ir directamente, y con el ejemplo, de cara al pueblo, al que no se debe mentir ni burlar con promesas baratas». 

No fue el único orador que enalteció el fascismo. Cerró el acto el abogado Alfonso Ibáñez Farrán, del integrista Centro de Defensa Social y expresidente de Derecha Social, que ya en febrero de 1933 había propuesto en las páginas de El Correo Catalán una nueva fuerza política inspirada en el fascismo y el nazismo, que él llamaba el nacional tradicionalismo. En esta conferencia volvió a hablar de «el nacionalismo tradicionalista y se declaró partidario del fascismo, estudiándolo y enalteciéndolo».

Pocos días después, el 30 de marzo, El Correo Catalán publicaba un articulo que rechazaba el fascismo desde postulados tradicionalistas. Se puede leer como una respuesta a la conferencia de Clariana e Ibáñez. Los carlistas habían tratado siempre de desmarcarse del apelativo de fascistas con el que les motejaba la prensa de izquierdas. Destacaban las diferencias. Ellos tenían una concepción monárquica del Estado y la religión era uno de los pilares de su ideología, no eran antiparlamentaristas, defienden otro tipo de Cortes, pero no abolirlas, y criticaban la idolatría al Estado que profesaban los fascistas y sus ideas pseudosocialistas. Naturalmente simpatizaban con algunos de sus preceptos: autoritarismo, jerarquía, nacionalismo, anticomunismo, antisemitismo y antimasonismo, pero existiendo el tradicionalismo en España no entendían que se importaran ideologías foráneas como el fascismo. 

Seguramente el de marzo de 1933 sería el último mitin como carlista de Lauro Clariana. De hecho, lleva tiempo tratando de inclinar el carlismo hacia un proyecto fascista. En diciembre de 1932, un grupo de requetés, encabezado por el propio Clariana, había propuesto a la dirección regional carlista fundar una organización revolucionaria de carácter obrerista y disciplina militar con el objetivo de acercar a las masas obreras a un proyecto nacionalista español como el tradicionalista y alejarlas así del anarquismo y el comunismo. 

No serán los únicos carlistas que defenderán ese discurso de retórica obrerista. Algo parecido propondrán los estudiantes tradicionalistas de Navarra en la revista a.e.t. Desde esta publicación, entre febrero y mayo de 1934, se atacó duramente a las derechas económicas con un lenguaje casi socialista, mostrándose partidarios de la reforma agraria y pidiendo la regularización de los beneficios en favor de los proletarios. Se hablaba de una limpieza de la sociedad de políticos y de un Requeté como brazo armado de la revolución carlista que proponían. Clariana se adelantó. 

La propuesta de Clariana, como lo sería la navarra, fue desautorizada por la dirección tradicionalista, pero no desistió y, junto con otros requetés, fundó un fantasmagórico Movimiento Nacional Corporativo de Trabajadores, los Nacos, con un programa claramente fascista. Los Nacos tuvieron un corto recorrido; no pasaron del papel. En lugar de organizar un nuevo grupo, Clariana decidió ingresar en las JONS. José María Fontana dejó escrito de él que era un «falangista entusiasta y extremista. Siempre serio, mesiánico, áspero y reconcentrado, a pesar de su cara de niño» (Fontana, 1951: 336). 

Seguramente siguiendo a Lauro Clariana, se incorporó a las JONS el también estudiante de ingeniería Alfredo Corominas Fernández-Peña, un ovetense que había iniciado sus estudios en Deusto. En 1927 había viajado a Italia con su hermano, convirtiéndose en admirador del fascismo. En Barcelona había ingresado en la AET. En junio de 1932 figuraba como el representante para Ingeniería y Arquitectura de la organización escolar tradicionalista, compartiendo lugar en la junta con Lauro Clariana y Carlos Trías. Además, era oficial de complemento. 

El proyecto jonsista también atrae a más jóvenes procedentes del carlismo. Es el caso de otro antiguo mellista, el treintañero Juan Berenguer Aguilá, originario de Castellterçol, donde dirigía una fábrica textil. Seguidor del RCD Español, jugador de ajedrez y aficionado a la ópera, Berenguer era un firme españolista a pesar de ser un catalanohablante al que le costaba expresarse en castellano. 

Otro joven seducido por el nacionalsindicalismo, ese fascismo a la española, fue el estudiante José María Fontana Tarrats, trasladado de su Reus natal a Barcelona para estudiar. Según él mismo explica: «vi en un kiosko de las Ramblas una revista que se titulaba JONS y que compré en seguida. La devoré materialmente, y me sentí identificado e interpretado. Desde aquel momento me convertí en jonsista, e inicié el contacto epistolar con Juan Aparicio». Incluso le publicaron un artículo en JONS, algo heterodoxo para el españolismo esencialista de la organización, en el que abogaba, a la hora de afrontar el tema catalanista, «no imponiendo un patrón único, sino armonizando la variedad en sus manifestaciones de lengua, costumbres, derechos y necesidades económicas», caminando hacia una «unidad de espíritu y fervor patriótico en la variedad de necesidades, matices y formas». El tema debió de quedar en el intercambio de cartas; no hay noticias de que Fontana conectara orgánicamente con las JONS de Barcelona.

También entre los primeros adheridos figura Vicente Sainz-Calderón Arizmendi, un bilbaíno que trabaja de representante. Su perfil tampoco es muy jonsista; tiene ya 47 años y los negocios no le van mal; es propietario de un yate. Eso sí, provenía del mundo españolista. Lo hemos conocido a finales de 1932 como secretario de la Casa de España. 

Estos serán los iniciadores de las JONS en Cataluña. Seguramente no es hasta finales de 1933 cuando se estructuran como tal. Pronto encontramos una delegación jonsista en Badalona y otra en Barcelona Las JONS tenían diseñada una organización muy jerarquizada. En la base estaban los grupos de diez militantes, la suma de diez grupos daba lugar a la Junta, al frente de la cual había un triunvirato, y a su vez los triunviratos de las juntas de una misma localidad formaban un Consejo Local con otro triunvirato. Todo esto era una entelequia. 

En el caso catalán, todavía más. Los jonsistas catalanes no serían más de una veintena. La junta de las JONS en Barcelona, que debía reunir también a los militantes de Badalona, estaba dirigida por un triunvirato, el formado por José María Poblador, Ildefonso Cebriano y José Maluquer. El resto de la estructura prevista en la teoría no existía. 

En un informe enviado a principios de 1934 por este triunvirato a la dirección, dan cuenta del «ambiente francamente hostil en que nos movemos», entre los atraídos por el «morbo separatista» y unas masas obreras con «vago espíritu de españolidad», aunque en ellas cifran sus esperanzas, porque «solo con la ayuda de elementos arrancados a la organización sindical predominante en la actualidad, podríamos llevar a la práctica una lucha efectiva contra el separatismo». De momento no pasan de ser un «pequeño núcleo de incondicionales».

Las JONS, proyecto nacional revolucionario, nace así en Barcelona ligado a un puñado de militantes procedentes del mundillo más reaccionario, el tradicionalismo, concretamente del mellismo, su variante más españolista e integrista. Y eso que Ledesma Ramos había escrito en junio de 1933 que de los carlistas «la JONS recoge su temperatura combativa, su fidelidad a los nortes más gloriosos de nuestra historia y su sentido insurreccional», pero nada más. En Barcelona también recogió a militantes y dirigentes. 

Además, las JONS apelaban a la juventud, pero, como hemos visto, algunos de sus primeros militantes catalanes ya rayaban o pasaban los 40. Su objetivo era llegar a los obreros, pero la mayoría de sus miembros eran técnicos o comerciantes. También se planteaban como propósito acercarse a los universitarios; de momento militan en sus filas dos o tres de ellos. 

La labor de proselitismo jonsista fue limitada. En el informe de enero de 1934 hablaban de «propaganda personal». Y así fue. La mayoría de los nuevos militantes eran compañeros de Cebriano en la Cros, así como amigos, familiares y conocidos de los primeros jonsistas. Se acercaron a la organización fascista Hilario Sainz-Calderón, hermano de Vicente, o Pedro Parés Rius, hijo de José María Parés, estudiante de derecho, que era uno de los universitarios que habían dejado Barcelona cuando se aprobó la autonomía universitaria. 

Poblador aportó más militantes, sus hermanos, algunos amigos y paisanos suyos. Es el caso del comerciante, con aspiraciones de periodista, Emilio de Lasarte Ronzart, hijo del famoso Julio de Lasarte, capitán de la Guardia Civil implicado en la trama parapolicial del pistolerismo de los años veinte. Su nombre saltó a la fama cuando en abril de 1931 se localizó en su domicilio el fichero que llevaba Capitanía con 6.000 fichas de sindicalistas, catalanistas y comunistas. Como vimos, también estuvo implicado en la trama de la Sanjurjada. Su muerte en 1932 apagó los últimos ecos del caso. 

Poblador también atrajo a algunos ibéricos, como Jaime Massagué Mateu, un cuarentón, empleado en las oficinas de Telefónica, que en los años veinte había sido representante de la católica Asociación General de Empleados y Obreros de la Compañía Telefónica de España y en 1932 tesorero de las juventudes del centro carlista La Margarita. Otros amigos treintañeros de Poblador que se acercaron a las JONS fueron su paisano Guillermo Bosque Lacoma, empleado de comercio, y Santiago Martín Busutil, socio como él del RCD Español y teniente de complemento. Santiago era hijo del propietario de los famosos Almacenes Busutil, dedicados a novedades y género de punto.

Ledesma recordaba en 1935 al grupo barcelonés como «modelo de disciplina, seriedad y preparación» que «en poco tiempo, y con la consigna acertada de combatir a los separatistas por burgueses y a los partidos burgueses por separatistas, lograron dar al grupo, a más de importancia numérica, personalidad política y prestigio» (Ledesma, 1968: 129). Parece una valoración en exceso optimista; ya hemos dicho que en número no pasaron de la veintena y respecto a su prestigio no sabemos que tuvieran ninguna repercusión social; de hecho, no hemos encontrado ninguna nota sobre ellos en la prensa generalista. 

Las JONS barcelonesas fueron pasando por diferentes locales en oscuros callejones, para acabar recalando en la sede de la JAE [Juventud de Acción Española] de la calle Puertaferrisa, donde estos les cedieron una habitación. No necesitaban más, para los pocos que eran y la poca actividad que desarrollaban tenían suficiente. Las antiguas relaciones políticas de Florentino Vegas con los dirigentes de la JAE, con los que había coincidido en el Círculo Social Tradicionalista de Barcelona, debieron de facilitar este acuerdo. Además, la JAE, en proceso de fascistización, veía con buenos ojos a los jonsistas, sobre todo por su aportación doctrinal. Los jonsistas, en su informe de enero, hablaban de cerrar la «etapa definitiva para nuestra constitución», con «la asimilación de algún grupo de carácter fascista de los que atomizadamente existen en esta, gestiones que ya tenemos iniciadas». Se debían de referir a la JAE. El pacto no se cerró porque llegó la unificación con Falange, otro proyecto fascista que había nacido en la ciudad coincidiendo prácticamente en el tiempo.


Tomado de Mota Muñoz, José Fernando (2020) «¡Viva Cataluña española!: Historia de la extrema derecha en la Barcelona republicana (1931-1936)», págs. 106-116

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