dimecres, 16 de març del 2022

La entrada triunfal de los carlistas en Olot en 1874

por Miguel Juanola Benet

Bullen de carlistas el 12 de marzo de 1874 las proximidades de Castellfullit de la Roca, aprestados todos para una grande empresa. Los ha concentrado allí Savalls, por haber «picado la espía». A la confidencia de que una fuerte columna de infantería, artillería y caballería mandada por el general Nouvilas hállase en Besalú, con el propósito de salir prontamente para levantar el sitio que desde hace algunos meses tienen puesto a Olot los voluntarios de la Legitimidad, el popular caudillo carlino, situado en su Cuartel General de Las Presas, manda reunir todas sus huestes en aquel estratégico pueblo. «Es preciso cerrar él paso al adversario», dícese para sí Savalls, al tiempo que en sus adentros, con los ojos de su innata sagacidad, adivina la llegada del momento que acaricia ambiciosamente desde algún tiempo: conseguir una victoria sonada, que le acredite como General en Jefe de los carlistas catalanes.

En efecto: por la carretera de Gerona avanza la columna de socorro a Olot, con un total de. 3.000 hombres, a la que se agrega en Tortellá una compañía de voluntarios tan republicanos como contrabandistas.

Acción de Castellfullit entre la columna Nouvilas y la facción Savalls
(La Ilustración Española y Americana, 30-3-1874)
Lo mismo que el gato al ratón espera Savalls a Nouvilas en Castellfullit de la Roca, en cuyo acantilado ve su gran bastión y mejor fortaleza. Además, intercepta la carretera en todos los virajes con trincheras y barricadas. No obstante, más impaciente para la caza de la presa que aquel mamífero, Savalls decídese a ir a buscarla donde se encuentre, ante la tardanza del enemigo. Pero entonces —14 de marzo— descúbrele en su avance por la parte de Montagut. Diríase que Nouvilas ha olfateado el acecho carlista en aquel paso obligado de su marcha, pues en lugar de continuarla por la carretera, inclina su columna hacia la derecha, flanqueando la montaña de Santa Bárbara, para soslayar la lucha en condiciones desfavorables.

Inmediatamente descubre Savalls la táctica de Nouvilas, así como su verdadero objetivo. Este quiere penetrar en Olot por el punto más accesible, o sea por la parte de San Juan las Fonts, deslizándose por la cuesta de Torrellas. De aquí que seguido ordena aquél a Galcerán a que le cierre el camino. Mientras, con la rapidez de los soldados aguerridos quedan apostadas las tropas carlistas en el círculo de montañas de Toix. Tan luego se mete la columma de Nouvilas en tal círculo, Savalls, que dirige la operación desde la cima del monte Canadell, exclama en un transporte de gozo y exhalando un profundo suspiro: «Esta noche cena conmigo».

En el lazo tan astuta y diestramente preparado por Savalls en una improvisación genial, cae la columna Nouvilas. Y estrangulada queda ésta al oprimirlo enérgicamenté el caudillo ámpurdanés. Porque tan pronto como suena el cornetín de órdenes de Savalls lanzando al espació el toque de pasar al ataque que repiten innúmeros cornetas, desencadénase la acometida así por la vanguardia como por los flancos arrecia prestamente el ataque desde aquellas cumbres, e incluso por la espalda cortando la retirada. Los liberales defiéndense como pueden en la planicie, pero ya no les es posible deshacer la jugada. Por un lado los Guías de Savalls, por otro los bravos de Auguet, por otro más los fieros muchachos de Miret cuyo denuedo alcanza la lereza al ver a su jefe que después de vendarse con un pañuelo la herida que recibe en una pierna continúa como si tal cosa en la dura refriega, todavía por otro los valientes voluntarios de Galcerán y por otro aún los de Vila de Prat baten con su fuego cruzado a la desventurada columna. El ataque es tan sangriento que llégase a la lucha cuerpo a cuerpo; iniciase luego la desbandada, consiguiendo escapar unos cuantos a Francia por las escabrosidades pirenaicas y otros a Olot, y solamente la batería, del heroico capitán Temprado resiste hasta agotar las granadas. Al pie de sus cañones muere este bravo militar junto con su leal sargento Gámez. Pero son bastantes más los que han mordido el polvo y oliendo a pólvora yacen en el campo de batalla. Cuéntanse hasta 170 muertos, en tanto que 2.300 hombres con su general en jefe caen prisioneros de los voluntarios de Don Carlos. Además, cuatro piezas de artillería y más de cien caballos constituyen el botín de este extraordinario descalabro liberal.

* * *

Por la puerta de Pavía acaba de entrar en Olot una pareja de carabineros, el aspecto de los cuales da lástima. Brillan las estrellas en el cielo azul cuando trasponen el umbral del portal fortificado. Han llegado después de un gran rodeo, jadeantes y sudorosos; los labios resecos, las narices y las cejas cubiertas de polvo y unas profundas ojeras les surcan los párpados. Sus vestidos de uniforme ofrecen un mísero estado por las huellas que han dejado en ellos las malezas de los montes y vienen poco menos que descalzos. Por otro lado, las guerreras en su parte interior descubren un profundo resollar y por el desbroche de sus cuellos escapa la fetidez del sudor que ha empapado la cintura y la pechera de las camisas. Se diría que aquélla, para salir, se encarama por el pelo de aquellos tórax casi al descubierto y pronto semejantes al de los machos cabríos.

Sin embargo, nada se manifiesta tan lamentable en los recién llegados como la impresión dolorosa de que son portadores. De momento, apenas pueden hacer el relato del episodio al que han asistido, bien que como actores cobardes. Y a fe que vehementemente desean narrarlo; para desahogar el espanto y la pesadumbre que llevan a cuestas; para dar a conocer lo que han sufrido para llegar a Olot con vida, escapando del copo descomunal en el que no cayeron los dos «héroes» por la agilidad de sus piernas.

Difícil se les hace dar detalles de la catástrofe bélica acontecida en el Toix. No saben más, en resumen, que han salido ilesos de una lucha encarnizada; que son testigos de la gran derrota de la columna Nouvilas, la cual, seguramente ha quedado aniquilada, y que tal vez este mismo general en jefe debe encontrarse prisionero del general Savalls.

De esta guisa llegan a Olot las primeras noticias de la catástrofe que sembrará prontamente la consternación en todo el campo liberal del Principado. Resístense los anticarlistas y liberaloides locales a darlas crédito, por el momento. En tanto, los olotenses calladamente afectos a la Santa Causa, suspiran de satisfacción y ciertamente emocionados. Presienten éstos que a no tardar han de verse libres de la patulea incivil y desvergonzada constituida por los «cipayos» capitaneados por Juan Deu.

A poco, no obstante, y cual previera Savalls, su aplastante victoria en el Toix acarrea la rendición de Olot, al segundo requerimiento del marqués de Alpens.

Después de hacer pasar éste todos los prisioneros por el monte frente a Olot y hacia Las Presas, intima —día 15— la capitulación de la plaza. Recházala en el acto el comandante jefe del Batallón de Manila, que es la fuerza que la guarnece. Sin embargo, no puede evitar qué le abandonen a la sazón un número bastante crecido de voluntarios y paisanos armados, los que se acogen al indulto que les ofrecen los carlistas. Reiterada la intimación en la mañana del 16, tampoco la acepta aquél; pero más pesan ahora los consejos de olotenses prudentes y seguidamente se entra en negociaciones. Su resultado es la capitulación de Olot. Fírmase el pacto y concluido retíranse los destacamentos liberales del Montsacopa y del Montolivet.

Todo Olot masca ya, desde hace algunas horas, la entrada de los carlistas. Y hasta entre los chiquillos hallan eco los acontecimientos bélicos, con arreglo, claro está, a la ideología de las respectivas familias. Ningún comentario de la chiquillería es tan elocuente, no obstante, como el de una niña de padres harto distinguidos por su recalcitrante liberalismo. Al llegar por la tarde al Colegio de monjas del Inmaculado Corazón de María se encara con Sor X, que tuvo que reprenderla un día por su pretensión en colarse en los departamentos claustrales y le dice con insolente descaro y precoz ironía:

—Hoy sí que deben estar contentas ustedes.

—¿Por qué hija mía?

—Sí, porque van a entrar los carlistas. A éstos no les negarán ustedes pasar al claustro. Como que sudan agua bendita...
Francesch Savalls
(La Pera, 1817-Niza, 1886)

Y así es como al declinar el día 16 el ejército carlista hace su entrada triunfal en Olot. Con la voz metálica alborozada de sus campanas echadas al vuelo la población saluda al vencedor, mientras el sol desde el ocaso escarlata enciende aún más el brillo de las armas victoriosas y aviva con destellos sangrientos el bermejo de la boina legendaria. Los balcones y ventanas de las casas que no han sido deshabitadas lucen colgaduras de los más varios colores y en la villa toda retumban los acordes de las tres charangas y bandas de cornetas que amenizan el desfile de los infantes de Don Carlos. Savalls con su Estado Mayor ocupa el sitio preferente, y atusándose los bigotes con evidente afectación va recogiendo la grande alegría con que reciben los olotenses al ejército de la Tradición española. Jamás, por otro lado, ha visto Olot, como hoy, la marcha marcial de una tropa tan holgadamente orgullosa de su victoria, y no son pocos los que creen a pies juntillas que ha sido ésta un milagro del Cielo.

Los liberales olotinos, sin embargo, hallan buen paliativo a su enorme desengaño atribuyendo a venta infame y asquerosa lo que ha sido derrota irrefutable. Bien les ha dado alguien contundentes pormenores del gran desastre de la columna de socorro a Olot mas hasta a sus criaturas procuran infundir en lo posible el desprestigio de los carlistas contándoles docenas de mentiras. Savalls, empero, pronto las desmiente, con un rasgo estupendo, digno de la caballeresca generosidad de los carlistas. El general carlino autoriza para el día siguiente la salida de las fuerzas rendidas del Batallón de Cazadores de Manila, en número de mil hombres, conservando las armas y diez cartuchos cada soldado, es decir, con todos los honores de la guerra, y acompañándolas hasta Bañolas varios jinetes carlistas.

Lo que aparece realmente incomprensible es que el jefe de estas fuerzas rendidas, entregando a Savalls cinco cañones, quinientos fusiles y grandes depósitos de municiones, sea recibido en Barcelona con muestras de afecto por el Capitán General del Principado.

Pero nada importa eso a Olot. Sí, en cambio, improvisar el adecentamiento urgentísimo de la iglesia parroquial de San Esteban habilitada por Juan Deu para cuartel de «cipayos» y convertida en escenario de sacrilegios y profanaciones horrísonas. Que en ella debe celebrarse, como así acontece, en efecto, el día 18, un soJemne «Te Deum» en acción de gracias, por la victoria conseguida.

Ni que decir tiene que con la capitulación sin pena ni gloria de Olot, disuelto ha quedado su Ayuntamiento. Para sustituirle y regir la vida civil, Savalls nombra la Real Junta de Gobierno. Presídela D. José Saderra Mata y es su Secretario el abogado D. Ramón Torras Tomás. Su labor no ofrecerá nada digno de mención, pues quedará eclipsada por el esplendor del Cuartel general carlista, aunque dará muestras de juicio para no imitar a los republicanos que tantas iniquidades han cometido en la Villa.

Y Olot; será por un año cumplido la estrella de Cataluña, un año en el que se reintegrarán a sus hogares, un día abandonados, los olotenses que se fugaron para esquivar la persecución de los Republicanos o que fueron desterrados por éstos, un año en que la Villa aparecerá cual hervidero de fuerzas y personalidades del Carlismo, con pomposas fiestas y lucidos bailes en el Círculo Olotense y en la mansión de los marqueses de Vallgornera, y solemnísimos actos patrióticos, con todo el atuendo y aparato militar, especialmente proclamando, en el Paseo de los Infantes y desde el balconaje de la casa de los De Sola, tos «suspirados y venerandos fueros de Cataluña». Un Olot que se recobrará asimismo singularmente en las solemnidades religiosas y que espectará su tradicional «Ball Pla» presidido por Savalls del brazo de la Marquesa de Santa Coloma.


Fuente: Los Sitios de Gerona (192122232425 de marzo de 1944)

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