dilluns, 19 de juliol del 2021

Los bárbaros en Tortosa (1936-39) I - El dolor de España

por José Monllaó Panisello «Llaonet»

CAPÍTULO PRIMERO

El dolor de España 

Los españoles que de verdad estimamos a la Patria y a nuestras sacrosantas tradiciones veíamos con intenso dolor de nuestro corazón, como desde que se instauró el malhadado régimen republicano, se iba desmoronando y hundiendo todo lo que nos era más querido, todo lo que era secular y consustancial con nosotros mismos... el prestigio, la Religión, la Moral, la Familia y el Orden. 

Y los mal llamados gobernantes, que lo hacían al dictado de sectas extrañas, no querían darse cuenta de que el mal se agravaba por momentos, que la revolución iba minando todos los cimientos de la Sociedad y amenazaba acabar con todo. Más que acudir con medidas urgentes a atajar la gangrena se complacían en que la terrible dolencia fuese carcomiendo y pudriendo todos los miembros de nuestra madre común: España. 

¿Estaban ciegos para no ver la rapidez vertiginosa con que se propagaba la dolencia que había de acabar con todo y con todos? No. Eran tan viles y malvados que ponían cuantos medios les eran posibles para que España sucumbiera, ya que así convenía a los elementos que desde países extraños les dirigían y pagaban. España debía dejar de ser nación independiente y libre y prestarse a ser lacaya de los deseos y designios de las democracias judaizantes a las órdenes del Komitern.

De nada valía que los españoles auténticos clamáramos uno y otro día para que se evitara la catástrofe definitiva. Éramos unos enemigos del régimen que se había dado el pueblo. Así se nos consideraba a los que queríamos impedir la ruina de nuestra Patria. Y lo malo era que incluso elementos que por su situación económica y conservadurismo, sea por cobardía, por conveniencia o por ceguera, les hacían coro. Pero tampoco hoy tienen excusa en sus lamentaciones. Los periodistas y los propagandistas que jamás hemos vendido nuestras plumas ni nuestros sentimientos, y que por nuestros ideales y creencias y por nuestro amor a España jamás hemos temido las sanciones ni las iras de los tiranos, expusimos claramente y sin eufemismos, más de una vez, en el error en que vivían todos los que comulgaban con las ruedas de molino de la masonería y de las falsedades democráticas.

Recordarnos que el día 23 de abril de 1934 escribíamos lo siguiente en las columnas de «Heraldo de Tortosa»: 

«Viviendo engañados.—El régimen se cree consolidado. El capital también se cree seguro. Bien que así sea. Pero ni para unos ni para otros están las cosas en situación tan favorable que les invite a dormir sobre los laureles. 

A pesar de que se nos diga que desde el 14 de abril de 1931 los cotizantes del socialismo se han triplicado, somos de los que creemos de que quienes en verdad se triplican son los elementos más avanzados. Y tenemos hoy por avanzados precisamente a los elementos que nada tienen de socialistas ni de republicanos. Los avanzados hoy ya no son estos partidos. Éstos han pasado ya a la categoría de burgueses.

No hay que vivir engañados. No hay que hacernos los ilusos. Quienes en verdad se triplican y multiplican son los sindicalistas y comunistas. A cada desengaño que sufren las masas en las promesas que se les hicieron en no muy remotos tiempos, se da un crecido porcentaje de adeptos a esos elementos.

No pedimos que se rectifiquen conductas. No pedimos que se rectifiquen procedimientos, puesto que parece que el pedir ciertas cosas y el exponer ciertas sinceridades es por algunos tildado de pesimismo o de derrotismo. Sólo querernos que tanto los gobernantes como los burgueses, como los patronos, como los capitalistas, se den cuenta de la realidad que vivimos. Y que no la olviden en sus comodidades y en el plano superior en que creen estar. Y que se están creando ciertos estados de opinión extremista, estados de opinión no tan ficticios como quieren dar a entender ciertos periódicos para engañar tontamente a las masas, nos lo dicen los últimos atentados.

No somos derrotistas, pero tampoco unos bobalicones que vayamos a creer a pies juntos que estamos viviendo en el mejor de los mundos y de que no existe problema serio que nos pueda cortar la digestión...—Llaonet» 

Eso decíamos. Pero ¡cualquiera hacía caso a un periodista tradicionalista! Era un enemigo del régimen que soñaba con la quimera de la implantación de un sistema y de una doctrina que no sería posible en nuestro siglo. Ellos no lo creían... pero nosotros cada día veíamos más cercano el triunfo de nuestros redentores postulados. Y lo veíamos más cercano cuanto peormente ellos gobernasen. Pero ante todo y sobre todo sentíamos el dolor de España, sentíamos el hundimiento de nuestra querida Patria, sentíamos el vilipendio y la deshonra en que la sumían los villanos que la desgobernaban. 

Y para demostrarlo arreciábamos en nuestras campañas, costare lo que costare, para que se procurara poner algo de remedio a tanta vergüenza como diariamente nos deshonraba ante el mundo entero. Y procurábamos con sinceridad, con datos, con detalles, demostrar que no era ya el desprecio y el odio que por el régimen sentíamos, sino por el sonrojo de que se nos considerase ante el mundo a todos los españoles tan viles y degenerados como los que capitaneaban los grupos o partidos de turno, ante el tétrico panorama que ofrecía nuestro desdichado país. 

Al efecto, para desmentir a las plumas mercenarias, que las hubo no pocas a las órdenes de los directores del fenecido régimen, que pretendían presentar como una Arcadia feliz lo que no era más que un páramo de fiambre, de desolación, de tragedia y de muerte, publicábamos el día 20 de agosto del año 1934 el siguiente artículo en las columnas de «El Cruzado Español» de Madrid: 

«LO QUE HA PASADO EN UN SOLO DIA. — Se nos dice cada día que reina tranquilidad, que hemos entrado ya en vías de normalidad. Es ridículo decir tales cosas, puesto que es perjudicial que tratemos de engañarnos a nosotros mismos. Creemos es más patriótico nos demos cuenta de la verdadera realidad en que vivimos y que todos, en la medida de sus disponibilidades, procuren evitar o remediar los males para que, en breve plazo, pueda llegar a ser una bella realidad esa normalidad que tantos deseamos, puesto que sin ella, el país no saldrá esa postración económica y social cuyas dolorosas consecuencias a todos nos alcanzan. A todos, sin distinción de clases ni de partidos, puesto que la crisis no distingue de rangos ni de ideologías. 

Para poder apreciar cuál es la normalidad en que vivimos, no tendremos más que hojear las páginas dedicadas a información de un periódico cualquiera, y veremos cómo en un solo día se han producido los siguientes lamentables hechos, los que son el más rotundo mentís a los que pretenden, ellos sabrán por qué interés, «no darse cuenta» de la realidad. Veamos: 

Huelga de campesinos en Baena. Anuncio de huelga general en Pedroche. Se acuartelan las tropas en Córdoba. Estallan dos bombas en Granada resultando herida una mujer. Los huelguistas destruyen un sector de la línea eléctrica del alumbrado en Granada. Los guardias de asalto disuelven una manifestación en Sevilla. En la Plaza de Toros de Valencia se descubre una bomba antes de comenzar la corrida. En Pasajes y Rentería se promueven varios incidentes. Es asaltado un Círculo político en Bilbao. Se intenta incendiar la Plaza de Toros de Algeciras. Huelgan los obreros del Salto de Mijares. Anuncian la huelga los taxistas de Valencia. Huelgan los panaderos de Almería. En Segovia se promueven varios incidentes en el curso de una conferencia. Se tirotean en Granad los huelguistas y la fuerza pública. Es asesinado un Guardia municipal en Vitoria. En Toro se promueven disturbios con motivo de la destrucción de unas hornacinas. En Baena se tirotean la Guardia civil y unos revoltosos resultando un muerto y varios heridos. En Barcelona es apuñalado un individuo al finalizar un concierto público. Hace explosión una bomba en la casa rectoral de Cabra (Tarragona). 

Y... no querernos seguir detallando más para no cansar al lector. 

¿Es eso normalidad? No. Los ciudadanos todos debernos capacitarnos que ante todo y sobre todo somos españoles y que ciertos procedimientos más que a nadie perjudican a España. Deber, pues, es de todos, procurar que esa normalidad sea una bella realidad, no una dolorosa ficción.—Llaonet.» 

¿Hablar como lo hacíamos nosotros era derrotismo? No. Era que sinceramente sentíamos a España, que la sentimos hoy, como la sentíamos ayer: como la hemos sentido siempre los que hemos sida educados en un credo que nos obliga por y sobre todo al amor a la Patria. Y a ella, a España, ayer, hoy y mañana y siempre ofrendaremos nuestros sentimientos y fervores... ¡Pero qué saben de estos amores y quereres la chusma educada con miras al vil egoísmo materialista! 

Claro que para nosotros no fué una novedad la tragedia que empezó a vivir España desde que se instauró la segunda maldita república. Sabíamos que los carrascales no podían dar manzanas. Ni los republicanos ni anarquizoides, esplendores y felicidades. Y nuestro corazón lloraba con el dolor de la Patria y nuestro espíritu saturado de santa rebeldía se sublevaba contra todas las infamias que se inferían a España y contra los insensatos políticos que considerábamos los causantes de tanta tragedia y desdicha. Al efecto publicamos no pocos trabajos que merecieron el honor y la persecución de los tiranos de turno. En 3 de agosto de 1935, y ante la perspectiva de que en las elecciones generales pudiera encaramarse el hombre más funesto que en un siglo ha producido la política española, publiblicábamos el siguiente artículo, que fué reproducido por varios queridos colegas de España, abogando por la guerra civil, antes que sentir otra vez la tiranía y la incapacidad del sádico que un año después habla de conducirnos a la tragedia más espantosa que jamás y en el transcurso de los siglos haya sufrido nuestra querida Patria: 

«POR EL BIEN DE ESPAÑA.—ANTES QUE AZAÑA...—Lo decimos muy en serio. Antes que Azaña la guerra civil. Antes que vuelva a dirigir los destinos del país el bilioso jefe de Izquierda Republicana, todos los ciudadanos que se precien de españoles y patriotas, deben hacer Causa común para impedir que la Patria vuelva a caer bajo las garras de ese hombre cuya vida política no es más que un cúmulo de desastres, de desaciertos y de desgracias. Azaña no debe gobernar nunca jamás la nave del Estado español. No debe tocar nunca jamás con sus pecadoras manos el patrimonio de la Patria. 

Todo cuanto se idee e intente para impedirlo será lícito. 

Sería cometer un atentado de lesa Patria consentir que ese funestísimo político que ayer insultaba a la opinión diciendo que «la voz de la calle no interesaba» y hoy anda por los campos de fútbol azuzando a las masas ignorantes e inconscientes, volviera a empuñar las riendas del Poder. 

Tamaña ofensa, insulto tan grave, no debe consentirlo, ni lo consentirá, la ciudadanía española. 

Ni los obreros, a quienes vejó, atropelló y asesinó; ni los patronos a quienes insultó y trituró; ni los comerciantes ni los industriales, a quienes arruinó; ni los agricultores a quienes abandonó; ni los altos ni los bajos; ni los ricos ni los pobres, pueden consentir que el bárbaro gobernante de «tiros a la barriga»; que el inhumano y déspota político sobre cuyo historial pesan tantas muertes y víctimas inocentes, pueda nunca jamás, ni en breve ni en lejano plazo, ser el dueño de nuestros destinos, de nuestras vidas y haciendas. 

Antes que su vuelta al Poder, doloroso es proclamarlo, hasta imponerse los mayores sacrificios debe llegarse. Vale más caer con dignidad defendiendo a la Patria que caer bajo la férula de un sanguinario déspota, que no sucumbir bajo los zarpazos de su tiranía o los trallazos de su látigo. El odioso bienio de su tiranía, en que se azuzaba al crimen, se amparaba el pillaje, en que el despojo era costumbre y el chulo y el analfabeto eran los amos de la cosa pública y de la libertad de los ciudadanos, fué una lección demasiado cruenta y vergonzosa para que nuevamente se deje repetir. 

Azaña, no. No puede gobernar otra vez este nobilísimo país el hombre cuyas inspiraciones son el odio y la maldad. No puede tener nuevamente el Gobierno el político que se jactaba de haber destruido el patrimonio, las instituciones, la familia, el hogar; que disfrutaba martirizando a sus semejantes; que arruinaba la Hacienda del país repartiendo sin tasa ni medida dádivas y enchufes a cuantos, carentes de talentos y virtudes, comulgaban con sus ruedas de molino. 

Azaña, no. Queda descalificado el hombre que se ha erigido en panegirista de los crímenes, de los robos e incendios del 6 de octubre. Queda incapacitado, como muy bien ha dicho el Sr. Royo Villanova, el político que se erige en defensor de las hordas que sin sentimientos ni entrañas asesinaron a mansalva a militares, civiles, religiosos y ciudadanos en general. 

Azaña, no. No puede volver a ser gobernante el funesto político mezclado en todas las fases de la rebeldía de Octubre, pues a pesar de presumir de inocente; bien se hubiera averiguado su culpabilidad y su intervención en la revolución, de no mediar en el juego político para salvarle de sus culpas, personajes influyentes que han demostrado poco interés o han hecho la vista gorda para que el tenebroso Azaña no diera con sus huesos en la cárcel. Sólo recordaremos las frases pronunciadas por el señor Lerroux en el campo de Mestalla asegurando «que era ridículo presumir de inocentes, puesto que no faltaba quien tenía la convicción y las pruebas de su responsabilidad», y que si andaban sueltos tan tranquilamente era a excesiva benevolencia de quienes estaban enterados de los manejos de los que ahora tanto gritan y amenazan con respecto a la asonada de Octubre. Y entre los que gritan y amenazan está en primer término el funestísimo autor de «los burgos podridos» y «tiros a la barriga». 

¡Pobre de nuestro país; pobre de España; pobres de todos los ciudadanos, puesto que el endiosado político de Izquierda Republicana no perdona a nadie cuando está en el pedestal, si el repugnante autor de «ahora cabalgo yo» llegara a poder empuñar las riendas del Poder! Ni las piedras podrían presumir de libertad ni de independencia. La tiranía azañista se dejaría sentir con mucha más dureza que en el bienio. Ya lo ha anunciado así últimamente en Bilbao. «El día que vuelva a gobernar —ha dicho Azaña en su osadía— han de ser muchos los que han de añorar el bienio. Hemos de introducir aún muchas más reformas». 

Este anuncio en boca del «eximio» gobernante del bienio, ya se sabe lo que significa: la tiranía vesánica y vil contra todo y contra todos. 

Pero eso no será: ningún ciudadano consciente ha de permitir que Azaña pueda darse nuevamente el gusto de manejar el látigo. 

Antes que esta hora llegue, todos, absolutamente todos los amantes de la libertad y de la Patria, deben hacer ofrenda de sus vidas. 

Es preferible caer con dignidad que ser esclavos de político tan funesto.—Llaonet.» 


Manuel Azaña

Y mientras nosotros clamábamos por la salvación de todo cuanto más querido nos era, los elementos revolucionarios preparaban el asalto definitivo al orden y a la sociedad, los elementos republicanos podían considerarse desbordados, puesto que hasta el pérfido Azaña se pasaba con armas y bagajes a los esclavos de las sectas extranjeras. En nuestras notas hemos guardado algunos de los párrafos más salientes de discursos pronunciados por algunos malos hijos de España preparando la catástrofe: párrafos que, a pesar de haber sido divulgados oportunamente, no quisieron tener en cuenta elementos conservadores que les alentaron y se sumaron a su odiosa política... creyendo estúpidamente que toda esa verborrea mitinesca no pasaría de ser más que un juego político... mientras se estaba envenenando el espíritu de las masas ignaras: 

«Frente a estas falanges del partido socialista y de la U. G. T., frente a eso es imposible oponer nada en España. Somos los más y los más potentes. Somos quienes, al frente de la revolución, decidiremos los destinos del país.—(Indalecio Prieto, en Pardiñas, 4 febrero 1935)».

«El 14 de abril fué un estallido. Vamos a que estalle la revolución con mayor fuerza, y ya veremos lo que pasa.—(Manuel Azaña, en Pardiñas, 4 febrero 1935)».

«Cataluña no siente la unidad española. En espíritu está separada del resto del Estado español.—(Jaime Aguader y Miró, «Catalunya i la revolució»)».

«Si la revolución se hace de acuerdo conmigo, no será para traer la Monarquía, ni para defender la República burguesa, sino para instaurar la República social.—(Largo Caballero)». 

«Por eso en nuestra táctica aceptamos un período de transición, durante el cual la clase obrera, con los resortes del Poder político en sus manos, realiza la socialización. Eso es lo que nosotros llamamos «dictadura del proletariado, hacia la cual vamos resueltamente».—(González Peña)».

«Es indudable que en un momento determinado el proletariado se pondrá, corno vulgarmente se dice, en pie y «procederá violentamente contra todos sus enemigos».

«Lo primero que tendremos que hacer es desarmar al capitalismo. ¿Cuáles son las armas del capitalismo? El Ejército, la Guardia civil, los guardias de asalto, la Policía, los Tribunales de Justicia. Y en su lugar ¿qué? Esto: el armamento general del pueblo. Yo he dicho dos veces en Consejo de Ministros que era indispensable esto.—(Largo Caballero. Discurso a los trabajadores en Madrid)». 

Y a pesar de tan gráficas y rotundas afirmaciones y amenazas, nuestros conservadores continuaban en la higuera... Sólo los nuestros, los auténticos españoles, falangistas y requetés, comprendieron y adivinaron la magnitud de la tragedia que se avecinaba... Como comprendieron y adivinaron las desventuras que se cernerían sobre nuestro suelo con la instauración de la maldita República, no pocos críticos extranjeros. En nuestra cartera hemos guardado hasta hoy unos recortes de periódicos franceses, ingleses y portugueses que son verbo elocuente de pronóstico profético. Pertenecen a las ediciones correspondientes a los primeros días del mes de enero de 1931. El lector verá en ellos cómo los extranjeros comprendieron mucho mejor que los papanatas de por aquí que votaron y batieron palmas por que se encargaran del timón de la nave del Estado español los elementos profesionales del escándalo y de la revuelta. Decían, pues, estos periódicos en vísperas de instaurarse la República y con motivo de las revueltas estudiantiles y huelguísticas preparadas por los elementos acaudillados por los Largo Caballero, Prieto, Azaña, Alcalá Zamora, Maura, Ossorio y Gallardo y unos cuantos políticos despechados de la Monarquía porque no comían seguramente cuanto era de su gusto: 

«The Daily Mail:—Los enemigos del orden en España son los enemigos de España y de Europa. Con la creación de la anarquía y del caos empobrecen una comunidad, cuya desgracia es ésta: que sus productos van siendo suplantados por los de otros países». 

«The Times:—Si hay realmente aquí un sentimiento republicano, Madrid no lo ha demostrado». 

«A Voz:—¿Qué hubiera sido de la unidad española, tan amenazada por otros lados, si la revolución hubiera triunfado?». 

«Le Matin:—Nada tenemos, que decir ni a los sindicalistas españoles ni a los republicanos. Sin embargo, séanos permitido recordarles que en estos momentos desempeñan un papel peligrosísimo. Su victoria no tendría porvenir para ellos, porque habrían vencido con la ayuda de los elementos más turbulentos de España. ¡Y qué porvenir para un país que tanta necesidad tiene de calma y de orden!». 

«L'Echo de Paris:—La España republicana fué la causa inmediata de la guerra franco alemana. Desde 1875, la frontera franco española es tan tranquila como una frontera marítima. Bajo la República, podría llegar a ser una de las fronteras más peligrosas de Europa».

»Tan preparados están los cuadros revolucionarios, que los republicanos —tipo Unamuno— no comerían las castañas que sacaran del fuego». 

«La Croix:—La caída de la Monarquía sería fatal para España: ésta no tardaría, a pesar de la buena voluntad de los republicanos moderados, en convertirse en presa de las peores convulsiones». 

Y sin embargo aquí prefirieron continuar ciegos y sordos ante tan terrible realidad. Y así fué de inmensa, de pavorosa, la tragedia que vivió España hasta el 18 de julio de 1936 en que se dió la consigna redentora del Glorioso Movimiento Nacional.


Los bárbaros en Tortosa: 1936-39 (José Monllaó Panisello, 1942) 

Prólogo e introducción
I - El dolor de España
II - El Ejército, esperanza del Orden y de la Patria
III - ¡El Tercio se ha sublevado!
IV - ¡Hay que desaparecer!
V - Asalto del Círculo Tradicionalista.—¡Se han perdido las llaves!
VI - En tercer lugar
VII - Los bárbaros en acción
VIII - Un aviso oportuno
IX - Horrorosa matanza de tradicionalistas
X - Las primeras detenciones
XI - Primera providencia marxista
XII - Otra vez en los primeros lugares
XIII - Cierre de los Centros de la facción
XIV - La primera visita del coche fantasma
XV - Primer registro domiciliario
XVI - Si te cogen, te fusilan
XVII - Dos coches fantasmas sobre la pista
XVIII - Fraternidad revolucionaria
XIX - En la guarida de los monstruos
XX - Dos coches fantasmas a la vista
XXI - Gritos en la noche
XXII - Los héroes del Alcázar y de Oviedo
XXIII - El miedo a los fascistas — Detenciones a granel
XXIV - Llamadas trágicas
XXV - Las charlas del general Queipo de Llano
XXVI - El miedo a la aviación
XXVII - Jugándonos el todo por el todo
XXVIII - Visita de un coche que no es fantasma.—¡Vaya susto!
XXIX - La mala sombra de un guarda rural
XXX - Cruenta lucha entre marxistas
XXXI - Un serio contratiempo
XXXII - La sorpresa de unos payeses
XXXIII - Cambio de escondite
XXXIV - Desagradable visita.—Certificado salvador
XXXV - De todos los colores...
XXXVI - Las charlas con un republicano. — Yo, furibundo izquierdista
XXXVII - ¡Terrible amanecer!
XXXVIII - Octavillas redentoras
XXXIX - Fragores de lucha
XL - ¡Yo he visto a los moros!
XLI - Cañonazos que nos saben a repique de campanas
XLII - Unos oficiales rojos que merecían ser nacionales
XLIII - ¡Se llevan y fusilan a los hombres!
XLIV - La famosa cadena de la Aviación Nacional
XLV - En medio de la lucha.—¡Recemos!
XLVI - ¡Un comandante del Ejército Nacional!
XLVII - ¡Al servicio de la Patria!
XLVIII - ¡Honor a los Caídos!

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada