(La Bisbal del Penedés, 1791 - Igualada, 1834) |
Don Juan Romagosa, Mariscal de Campo en 1820, entusiasta de la causa realista —que le llevó a ponerse a las órdenes de la célebre Regencia de Urgel en su campaña contra los liberales— y, por último, gobernador político-militar de Mataró y de Ciudad Rodrigo, marchó a la emigración, tan pronto como expiró Fernando VII, para ofrecer su espada a Carlos V.
Hallábase en Italia, cuando éste le nombró, en 1834, Comandante general de Cataluña, con el empleo de teniente general, a fin de que, de acuerdo con el Infante don Sebastián, dirigiese las operaciones de la guerra en el Principado.
Esclavo del deber, fletó en Génova un bergantín, a bordo del que arribó el 12 de septiembre de aquel año a las playas de San Salvador y punta de Bazá, burlando la vigilancia de los cruceros españoles y franceses.
Dictó las primeras disposiciones como General en Jefe y, oculto en la casa del párroco de Selmas, planeaba el levantamiento de los leales catalanes; mas, descubierto por los agentes de Llauder, comandante general cristino de la región, fue conducido a Igualada y pasado por las armas el [18 de septiembre de 1834].
Idéntico fin tuvo su secretario, como lo tuvo por aquellos días, en Lérida, D. Ramón Aldama. Los tres dieron pruebas de valor y de fe ejemplares en aquellos trágicos momentos y su sangre generosa regó las tierras del Principado, terreno fértil en heroicos soldados de la santa Causa.
EL CRUZADO ESPAÑOL (16 de agosto de 1929)
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