DEL MIERCOLES 23 DE OCTUBRE DE 1822.
San Pedro Pascual O. y M. del orden de la Merced.
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MANIFIESTO
á la España y á todas las Naciones de Europa, para desvanecer las falsas impresiones que pueden haber producido los pestíferos é incendiarios escritos de los constitucionales anarquistas españoles.
Es un principio constante, demostrado por las historias de todos los siglos, que el puñal, la seduccion y la mentira han sido siempre las armas de los tiranos. No es necesario citar ejemplos de siglos remotos y de pueblos borrados del mapa de la tierra, cuando los Reynos mas civilizados, mas cultos y mas opulentos de Europa nos recuerdan todos los instantes con dolor esta amarga verdad: existen todavia en Francia millares de testigos, que la comprueban con los bienes que perdieron, con las pérdidas que sufrieron y con los sufrimientos que les condujeron hasta el borde del sepulcro. Y aun cuando no existieran, sus frias cenizas y sus huesos carcomidos, unidos á los de un inocente Rey decapitado, y con los de tantos fieles franceses, victimas de la tiránica segúr, publicarian á la faz de todo el mundo los infames triunfos de la ambicion y despotismo.
Vosotros, infelices españoles, que mas ha de dos años estais llorando la triste situacion que os aflige, decidnos ¿quien os ha labrado las cadenas de la dura esclavitud en que gemís, sino la fuerza y superchería de esa cruel pandilla de hombres inmorales, que han trastornado las máximas de vuestra santa Religion, se han arrogado los derechos de vuestro Rey, y os han robado el dulce sosiego que disfrutabais en vuestros hogares y en el seno de vuestras familias? ¿Quien sino ellos ha usurpado vuestros bienes, ha introducido la miseria hasta el ultimo rincon de vuestras casas, y ha sembrado la discordia entre vuestros mas cercanos parientes y mas intimos amigos? ¿Quien sino ellos ha apurado vuestro sufrimiento, hasta el punto de exasperaros con tantos desordenes y maldades?
La fuerza y la seduccion os hizo jurar una ley, que, por ser fundamental, debía ser la espresion de vuestra voluntad general, y de la de cada uno de vosotros: decretó la pena de vuestro total exterminio, sino consentíais en la mayor de las injusticias; y os obligó á la observancia de una constitución que no entendíais, para haceros tragar la venenosa pildora de la impiedad, dorada con el atractivo metal de la licencia. La repugnancia en un gran numero, y el silencio en la mayor parte de vosotros demostró sin poderse dudar, que os sujetabais por un momento al imperio de esta ley destructora, para evitar derramamiento de sangre inocente; asi como la débil caña se dobla á la violencia del impetuoso huracán, para no ser arrancada de raiz de la tierra que la alimenta: esperabais que tal vez el tiempo corregiria los desordenes del acíago marzo de 1820, y que la sabiduria y fidelidad de algunos de vuestros compatricios trabajaria, sin cesar, para que días de serenidad y alegria sucediesen á los de tinieblas, y amargura , que os preparaban los perfidos opresores de la desgraciada humanidad.
Entretanto vosotros gemíais ahogados del dolor, que os causaba tanto desorden y trastorno: vuestras lagrimas y suspiros no podian salir del centro de vuestros corazones, porque ni solamente os era permitido dar la menor señal de sentimiento: cada dia pesaban mas y mas sobre vosotros las duras cadenas del despotismo feroz: las tiranas providencias de un gobierno anárquico y revoltoso apuraban todos los momentos vuestro sufrimiento sin igual: la maldad había llegado al colmo, y vosotros no vacilabais sino en quien sería el primero que levantase el estandarte para defender la Religion y el Rey, para asegurar vuestra propiedad y seguridad individual, y para restituir la paz y tranquilidad á los pueblos, que eran el ludibrio de un corto numero de audaces y desvergonzados libertinos.
Salieron por fin españoles impávidos y valientes, bajo cuya direccion y mando se alistaron numerosas legiones de intrépidos paisanos y de soldados aguerridos, para combatir el mal cimentado edificio de la irreligion y licencia. Desde el cabo de Creus hasta el de Finisterre, desde el Vidasoa al Guadalete, se oyeron resonar á un mismo tiempo los vivas á la Religion y al Rey, y los mueras á la ley destructora de los estados. Divisiones imperterritas de realistas se levantaron por todas las provincias, buscando, persiguiendo, atacando, destruyendo esas bandas facciosas; y en menos de tres meses las armas del Rey, por do quiera vencedoras, llenaron de asombro y de pavor á los constitucionales feroces y descorazonados.
Una cosa faltaba para poner el orden en vuestro justo alzamiento, para fortificar la obra comenzada, y por la que clamabais todos. Si: todos, clamabais por la instalacion de una cabeza, de un supremo gobierno, que reuniendo los animos, y dictando providencias acertadas en nombre de vuestro Rey, restituyese á este la soberania y derechos que le jurasteis conservar; y á vosotros el sosiego y felicidad perdida, por cuyos dulces y caros objetos derramáis vuestra sangre. Aun haciais mas, pues designabais las personas que se habian de poner al frente de vosotros, para gobernaros durante el cautiverio de S. M. ¿Podian estos hacerse sordos á vuestros clamores? ¿podian mirar con indiferencia las desgracias de que empezabais á servictimas infelices? No: abandonaron (ya que asi lo exigiais) ó el sosiego que disfrutaban en sus casas y en seno de sus familias, ó la seguridad de que gozaban en países estrangeros. No fue la ambicion, sino vuestros deseos; no la rebelion, sino la fidelidad; no el egoísmo, sino el amor á la Religon y al Rey quien estableció la Regencia del Reyno.
¡Que perspectiva tan halagueña ofreció á los buenos españoles la instalacion de esta! ¡que venturoso porvenir les, anunció desde el momento! ¡que cuadro tan imponente presentó á los rebeldes novadores del año 20! Viose desde luego á los comandantes de las varias divisiones de Cataluña Badals, Romagosa, Mirales, Costa y Coll; al general Quesada en nombre del ejército y Reyno de Navarra; y al coronel Don Manuel Aranguren y al comisario de guerra Don Manuel Telleria como diputados de la Provincia de Guipúzcoa, comparecer á esta ciudad, para prestar el juramento de fidelidad y obediencia al Gobierno, que hace las veces de su Rey cautivo. Los primeros desvelos y cuidados de la Regencia fueron arreglar los varios ramos del Estado para cimentar el orden, y conferir los principales empleos á personas sabias y esperimentadas, que fuesen capaces de desempeñarlos con exactitud. El Esmo. Sr. Baron de Eroles Capitan general de los ejércitos realistas. ¡Y con que entusiasmo fue recibida del pueblo esta acertada eleccion! El pueblo, que con tan vivas ansias esperaba que este hombre singuar se colocase á su frente, vió por fin amanecer el suspirado dia y se entregó á las mas lisongeras esperanzas. El brigadier Don Antonio Gispert fue nombrado Secretario de estado y de negocios estrangeros; el brigadier Don Fernando de Ortaffá para el despacho de la guerra; y para los demas ramos Don Domingo Maria Barrafon. Se nombró Mariscal de campo al brigadier Don Felipe de Fleyres, y luego Inspector y mayor General del ejército. El 8 de setiembre se nombró Comandante general interino del alto Aragon á Don Jose Benito Valonga. El 17 lo fue del Reyno de Navarra el Coronel Don Santos Ladron, y de las tres provincias Vascongadas el de igual clase Don Fernando Zavala. El 9 de octubre fue nombrado igualmente Comandante general del bajo Aragon, Don Juan Adan Trujillo, y en 1o del mismo lo fue del partido de Siguenza el coronel Don Jose Mondedeu. Otros varios grados de ejercito, y empleos se han dado á distintos sujetos bien conocidos por sus luces y valor, por su fidelidad y patriotismo. Increible pareciera á los estrangeros que un gobierno naciente, y que ha tenido y tiene inmensos ostaculos que superar, hubiese podido progresar con tanta rapidez, si una multitud de hechos veridicos y patentes no lo demostrasen hasta la evidencia.
Mil veces las divisiones realistas se han batido con las constitucionales, y siempre con ventajas por parte de aquellas. En Cataluña, teatro de la guerra mas cruda y sangrienta, no tienen esos infames revoltosos mas terreno que el que ocupan sus fortalezas, y el que pisan sus barbaras legiones, que llevan el terror, el saqueo y la muerte por los infelices pueblos por donde pasan. Nuestras divisiones del Ampurdán llegan hasta las murallas de Figueras y Gerona: las de la marina y Vallés ocupan la cordillera de montañas que corren del oriente, por el norte, al poniente de Barcelona: los anarquistas de Tarragona vén á los defensores de la Religion y del Rey tocar las paredes de sus muros: la guarnicion de Cardona vá á ser victima del hambre en poco tiempo sino rinde sus armas rebeldes á las banderas de la fidelidad: la ciudad de Balaguer sirve de una barrera impenetrable, que no podrán traspasar los republicanos de Lerida.
Si entramos en el examen de las acciones de guerra, que merecen el nombre de tales, no se pueden oir sin asombro las victorias de las armas realistas. El sitio del Convento de S. Ramon formará epoca en las historias. 300 soldados del Rey, escasos, que se encerraron en un edificio, facil por mil entradas que tiene, de penetrarse, y no dificil de ser derribado, resistieron los ataques de 2500 anarquistas, que por espacio de 8 dias no cogieron otro frutó que el saqueo y el robo de cuantos efectos de aquellos infelices y pacificos religiosos encontraron en las casas de los arrabales de la Manresana, y por fin se retiraron con pérdida de 600 hombres, una multitud de heridos y dos piezas desmontadas. El Brigadier D. Antonio Coll derrotó completamente al republicano Milans, que antes de entrar en accion era llamado el Cid de Cataluña, y dos horas despues se vió precisado á encerrarse vergonzosamente en el castillo de Hostalrich, sin equipage, sin caballos, sin municiones, sin armas, sin cañones, con solos 20 soldados. El comandante Romagosa en el Priorato solo dejó escapar una corta porcion de milicianos para que al llegar á Reus dijesen en alta voz: Ya no existe la brillante division que visteis salir de esta Villa : nosotros somos los unicos que hemos escapado..... que hemos escapado por nuestra cobardia. El comandante Saperas se ha mantenido siempre fijo en las inmediaciones de San Feliu de Codinas, rodeado de divisiones y de fortalezas enemigas, y en 6 acciones generales que ha dado ha causado al enemigo la pérdida de mas de 600 hombres. Los comandantes Badals, Miralles, Costa, todos los de Cataluña, todos los de todas las provincias de España... sería nunca acabar si quisieramos referir sus hazañas memorables.
¿Que diremos de la famosa y singular batalla de Benavarre, cuyo pueblo fue testigo de que el Baron de Eroles no hizo mas que llegar, ver y vencer? Ya no existe aquel tigre feroz, aquel impio Tahuenca que con sus atrocidades inauditas llenó de horror, y sembró el estrago, y el asesinato por toda la Navarra y por los desgraciados pueblos del alto Aragon. Los miserables restos de su division, esos 400 fugitivos, podrán asegurar (si capaces son de confesar la verdad) que mas de mil de sus compañeros quedaron en el campo de la batalla. ¡O heroe de Cataluña! con razon se celebró por todo el Principado con las mas vivas demostraciones de placer y de contento tu primera accion y tu primera victoria: tu mereciste la corona de laurel sembrada de flores, con que ciñó tus sienes la Regencia del Reyno por mano del Esmo. Sr. Arzobispo preconizado de Tarragona: justos fueron los aplausos y aclamaciones de un gentío inmenso que te condujo en triunfo dentro los muros de esta ciudad en el memorable 22 de setiembre. Tu modestia reusaba recibir el premio debido á tu valor; pero la fidelidad y entusiasmo de un pueblo que te adora te obligó á aceptar las pruebas del aprecio que le mereces.
A pesar de todo no nos avergonzarémos de confesar que lo impios constitucionales aventajan en algo á los fieles realistas. Si, aventajan á estos en la audacia en los atropellamientos, en el robo y en la seduccion. Hemos dicho y lo repetirémos, sin temor de que se nos pruebe lo contrario, que el puñal y la mentira han sido y son las armas de estos tiranos fratricidas. El puñal y la mentira hicieron jurar al Rey una constitucion, que por fin le conduciria al cadalso: el puñal hizo aceptarla á la parte mas sana y numerosa del pueblo español; y la mentira hizo que la pidiese una porcion de incautos, seducidos con el lisongero idioma de libertad y igualdad: el puñal dió el poder á los diputados de cortes de representar una Nacion tanto mas virtuosa cuanto mas esclavizada; la mentira hizo creer á los sencillos españoles, que en la eleccion de sus procuradores habian ejercido el acto mas solemne de su decantada soberania: el puñal arrancó la firma de Fernando para sancionar tantos decretos de injusticia, depresores de los derechos de la Iglesia, que juraron conservar, y opresores de la virtud de que se jactaban zelosos amantes; la mentira hizo creer que solo la voluntad y deseos de hacer la felicidad o de la Nacion dirigia la pluma del Rey tan bueno en su corazon como forzado en sus acciones.
¿Quereislo ver con mas evidencia, fieles españoles? observad la conducta de los gefes politicos de esos despotas bajáes; seguid los pasos de los comandantes y oficiales del ejército destructor, de esos barbaros arraces: ya no hay Dios, no hay Rey, no hay ley: ni aun la misma constitucion existe para marcar las sendas de sus deberes. A aquellos les vereis dictar sanguinarios decretos de muerte, de saqueos de bienes, de incendios de casas, de ruina de familias enteras, firmados por su orgulloso capricho, en el ardiente volcán de su colera rabiosa; á estos les vereis empuñar la espada para atravesar el corazon de tantos eclesiasticos venerables, de ancianos decrépitos, de mugeres recatadas y de niños inocentes. Padres que habeis quedado sin apoyo, esposas desoladas, infantes huerfanos, levantad la voz hasta que os oigan los helados moradores de Laponia, pues los españoles que hemos sacudido el yugo del mas asombroso despotismo, estamos viendo con dolor vuestras desgracias, levantad la voz para que sepan las amarguras amarguisimas que traspasan vuestros corazones, y conozcan que la audacia y el puñal son las armas de los tiranos, que os han abismado en el insondable pielago de angustias y aflicciones.
La supercheria y el engaño son los compañeros favoritos del puñal. Con fabulas ridiculas, con absurdas patrañas, con falsedades infamantes, con mentiras manifiestas zurcen sus pestiferos y abominables escritos para seducir azaynadamente á los incautos, victimas de la ambición y tirania, y para engañar á las naciones estrangeras, que por otra parte es imposible puedan formarse una idea justa y cabal de tantas atrocidades inauditas. En esa multidad de periodicos alarmantes, en ese numero copioso de romances y comedias parástias que derraman por el suelo español, y con que inundan los pueblos de mas allá de los pirineos, del mediterraneo y del oceano, solo tiene lugar el dolo, la mentira y desverguenza. Segun ellos los ejércitos realistas mil veces han sido perseguidos, derrotados, esterminados, aniquilados: ¿quien pues les hace tan cruda guerra? ¿contra quien se dirigen esos pocos traidores voluntarios, y esos tantos infelices forzados, satelites todos del perfido despotismo? Segun ellos la Regencia del Reyno ha tenido que fugarse de Urgél, y buscar asilo en otro pais: ¿quien la ha visto interrumpir un solo instante sus continuas tareas? ¿que republicano ha tenido valor para adelantar un paso ácia el corazon de las montañas? Por ultimo esfuerzo apelan á la satira con la mas insolente desfachatez. ¡Almas viles! ¡seres despreciables! Las injurias, y los sarcasmos, y los insultos, y las calumnias que habeis vomitado contra los mas virtuosos prelados, contra los venerables ministros del santuario, contra lo mas honrado de la nobleza y contra la parte mas numerosa y sana del pueblo español, son el mayor elogio que puede formarse de los amantes de la Religion y del Rey, y vuestro eterno padron que os acompañará hasta el sepulcro.
Catalanes, Españoles, pueblos de Europa y de todo el mundo civilizado: abrid los ojos, y conoced de una vez los resortes de la perfidia y iniquidad que han apurado los verdugos de la humanidad. A los que trabajamos por la justa causa nos sobra el honor y la fidelidad para combatirlos con firmeza; pero á ellos no les faltan puñales, y engaños para sostener algun tiempo su causa descaeciente. Vuestro silencio seria vergonzoso, vuestra indolencia culpable, vuestra apatía criminal. Únanse de una vez los hombres de bien que pisan el globo de la tierra, para purgarlo en un momento de todos los infames monstruos de la doliente humanidad.
Urgel: En la imprenta del gobierno.
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