dimecres, 24 d’octubre del 2018

Manifiesto de Rafael Tristany a los catalanes (1873)

Tal día como hoy, 24 de octubre, en 1873, el general carlista Rafael Tristany firmaba en su cuartel general de Igualada un manifiesto españolista dirigido a los catalanes con la intención de atraerlos a la Causa de la Tradición y la Legitimidad, que controlaba en esas fechas buena parte de Cataluña, alzada en armas contra el gobierno revolucionario. La proclama fue publicada en EL ESTANDARTE CATÓLICO-MONÁRQUICO, periódico carlista de Cataluña que dirigía Juan Vidal de Llobatera. Debido a su gran interés, nos hemos tomado la molestia de transcribirlo para nuestros lectores y lo reproducimos a continuación.

Rafael Tristany (Ardévol, 1814 - Lourdes, 1899)

NOBLES Y LEALES HABITANTES DE CATALUÑA:

Al dirigirme en esta ocasion à vosotros, con motivo del mando interino del Ejército de este Principado que S. A. R. se ha dignado confiarme, durante su ausencia, no pretendo en manera alguna cohibir en lo mas mínímo vuestros naturales derechos ni vuestras justas aspiraciones, en cuanto sepais conduciros como buenos y honrados ciudadanos españoles, ni mucho menos intento imponeros mi voluntad, como os imponen la suya los populacheros filosofastros quebrantando sus propios principios, despues de haberlos infinitas veces preconizado y exaltado en la prensa y en la tribuna, en el club y en las plazas, para ahora burlarse sarcàsticamente de sus crédulos admiradores, hollando con cinismo las doctrinas y las leyes que cuando necesitaban de vosotros propalaron y os prometieron. Quiero tan solo preveniros contra las asechanzas de esos demócratas aduladores que han sacrificado siempre y sacrifican cada día mas sus utópicas teorías à su bienestar y comodidades particulares, mofándose à todas horas y en todos sus actos del sencillo pueblo, siempre dócil à sus mentidas y falaces promesas, que nunca han cumplido, ni jamas podràn cumplir.

Tiempo habeis tenido de sobra para comparar nuestra heróica, noble y leal conducta con la observada por las hordas del liberalismo, con el proceder de los obcecados por esa aberracion del entendimiento inspirada por el demonio del orgullo que fué su progenitor. Si los que profesais ideas distintas à las nuestras, no estais ciegos y no quereis à la pasion y al egoismo políticos sacrificar la verdad y el sentido comun, decid con la franqueza que os es característica; ¿merece nuestro intachable comportamiento los intencionados epítetos ni las malvadas calumnias que en mil reuniones y papeluchos os han hecho oir y leer para concitaros contra la Monarquía tradicional, la antipatía y el ódio? ¿Es semejante conducta tan siquiera propia de personas que estimen en algo su dignidad y reputacion?

Los principios que con orgullosa constancia defendemos, jamàs han sido pisoteados por nuestras invictas huestes, como lo han sido uno por uno todos los hipócritamente inventados, sostenidos y proclamados por la revolucion. Dejariamos de ser católicos-realistas si llegàsemos por un momento à imitar à nuestros enemigos: harto lo sabeis y lo saben también los corifeos del liberalismo.

Nuestra gran comunion nacional, eterno símbolo y personificacion perpétua del leal y verdadero pueblo español, es la única, que representa las venerandas tradiciones, las imperecederas glorias, el caràcter y el sentimiento que hicieron inmortal à nuestra queridísima España. Observad, si no, y meditad sobre los viles, infames y rastreros medios que buscan infatigables y emplean los revolucionarios todos para destruir una idea que vivirà en España, mientras el Catolicismo y la Monarquía existan en el mundo y corra sangre en nuestras venas.

Si el verdadero pueblo español no se sintetizara en los defensores de las instituciones, cuyo conjunto vulgar y malamente se califica de partido, no se cubrirían ciertos bandos como se cubren con el manto de la hipocresia, titulándose realistas y católicos por grados y segun la verguenza que ruboriza sus megillas, ó mejor dicho, segun su talento, astucia ó malicia para engañar al pueblo, logrando a mansalva sus mas depravados intentos y cometiendo impunemente los mas horrendos crímenes. Esos hombres perniciosos y funestos, cien veces traidores y cien veces perjuros, son los que desde 1812 estàn consumando el triple parricidio de lesa-Religion, lesa-Patria y lesa-Majestad, invocando unas veces el ausilio del pueblo, otras el amparo de la corona y otras el socorro de la tiara, segun sus necesidades de momento, para despues de haber hecho su negocio, reirse de España, del Rey y de la Santa Sede. Esos son los villanos, eternos enemigos de nuestra patria, que, llamàndose liberales, quieren pasar por españoles, sin serlo, y por católico-monàrquicos, siendo así que no tienen ni fé, ni patriotismo, ni conciencia. Recuerda, pueblo catalan, recuerda que lo que no pudo alcanzar en España toda la ambicion y las bayonetas todas de Napoleon I, lo realizaron la hipocresía, la traicion, y la perfidia de esos miserables que, vendiéndose al extrangero, profanaron sacrílegos tu puro suelo, rasgando tus leyes, ridiculizando tus tradiciones y humillando tu grandeza para traerte una constitucion impia y estúpida tras de un extrangero rey beodo; en pos de este una reina niña, à quien despues han vendido, insultado ó abandonado y luego otro rey extrangero é imbécil, á quien han ridiculizado, y por último una tirànica y despótica dictadura que con el disfraz de república quieren les sirva de eslabon para coronar à un niño sin fuerzas, talento ni principios, que acepte y sancione las leyes extrangeras que hasta hoy han prodigado, a ellos comodidades y bienestar material, y à ti llanto, luto, miseria, deshonra y ruinas. Esos son los hombres que, invocando siempre la santa palabra libertad para seducirte, viven con tu trabajo, quitan el pan à tus mugeres y à tus hijos y han derramado mil veces inútil y bàrbaramente tu sangre, cada vez que les exigiste lo que te prometieron. Esos son los hombres, en fin, que estan también hoy al lado de tu tirano Castelar, que le aconsejan y te señalan con el dedo como su víctima espiatoria, llamàndote en su ayuda y en contra nuestra, ó mejor, en contra, de tus intereses, para comerciar una vez mas con tu sangre y engordarse, como las morenas de los antiguos estanques romanos, con los restos del esclavo pueblo español. Pero, ¡vive Dios! que haremos con los que à tanto se atreven un terrible y ejemplar escarmiento.

Se me han agolpado estas consideraciones al contemplar la indiferencia y menosprecio con que se miran las mas altas y sagradas cuestiones políticas y sociales, consintiendo impasible el pueblo español que al frente de esta mal llamada república figure y conduzca el timon del Estado el hombre mas insignificante, mas perturbador, populachero é inconsecuente, que pisa sus mismos principios y rompe sus mismas leves, sin dar razon de su mudanza ni de su conducta; el hombre que, estudiando y diciendo algunas frases de electo, aspiraba desde la oposicion al aplauso de las mugeres y de los hombres vulgares, introduciendo en las entrañas de la sociedad el veneno que él ahora no quiere probar; el demócrata que escribía sus discursos en gabinete aristocràtico y los pronunciaba con el guante blanco en una mano y el pañuelo de fina batista en la otra; el célebre Castelar, que sería por si solo capaz de desacreditar la forma republicana, si de descrédito fuese susceptible esa planta exótica en nuestra monàrquica Nacion.

CATALANES:

Nadie como el actual Dictador supo pintar las làgrimas de la madre, las angustias del padre, la aflixion de las hermanas, la desesperacion de las prometidas esposas, el quebranto de las familias, el abandono de los campos, la paralizacion de la industria, la muerte del comercio, el detrimento de las ciencias, cuando el jóven desventurado, víctima del azar, se despedía, tal vez para siempre, de sus mas predilectos objetos y de sus prendas mas queridas para ir à tejer la indigna corona de un déspota y desapiadado tirano: y sin embargo, ningun poder exigió de España una leva de OCHENTA MIL HOMBRES. Nadie como Castelar ha lamentado la inmoralidad de los cuarteles, la dura esclavitud del soldado, menos llevadera que la que sufren los negros en América; la pena de muerte; la mordaza de la imprenta etc. etc., y no obstante, el improvisado autócrata hace arrancar de sus casas y arrebatar á sus familias los mozos violentamente, hace fusilar traidora, vil y cobardemente à soldados españoles por haber puesto en práctica las teorías que él les enseñó y tanto les aconsejó; encadena, la prensa española de Una manera á que ningun gobierno de los que él llamaba reaccionarios se habia atrevido, y esto lo hace después de haberse encumbrado por medio de la imprenta à la fortuna y à la posicion que ocupa.

¿Y qué diremos de los medios à que el actual presidente de la república apela para recoger los mozos hasta completar los OCHENTA MIL HOMBRES que se propuso? Harto lo sabeis; no pudiendo llevarse otros, echa mano de los mozos inútiles, de los hijos de viudas pobres y padres sexagenarios, y si aquellós se ocultan para no servir á un gobierno que tantas veces habia proclamado la abolicion de las quintas, se venga inhumanamente de sus familias, reduciendo á prision á sus individuos ó embargándoles bienes por la exorbitante suma de MIL DUROS. No tiene bastante con esto todavía; trata ya de llamar á las armas otra reserva hasta formar un ejército de CIENTO CINCUENTA MIL HOMBRES y de armar forzadamente ademàs á todos los ciudadanos de DIEZ Y OCHO À CINCUENTA años. Esta es la libertad que tanto predicaba Castelar; ese es el ejército de voluntarios con que contaban los republicanos para sostener y defender el prestigio y la popularidad de un desdichado sistema, y con el cual, ¡Cobardes! pretendian insensatos acabar en tres dias con el ejército realista, que muy en breve dará al traste con todos los republicanos habidos y por haber.

Aun cuando el liberalismo no estuviera condenado à muerte y no luchara ya con los últimos estertores de su infernal agonía, el ejército que trata de organizar el llamado gobierno de la república, compuesto de soldados forzados de una parte y por otra de militares indignos y sin honor y hordas de barateros y asesinos, espuma de la sociedad; sería la mas evidente señal no ya de decadencia, sino de descomposicion de todas esas ridículas paródias de gobierno que llevan siempre consigo la mas monstruosa anarquia.

Levántase por otra parte la nueva sociedad española, que, llena de vida, se presenta imponente, siendo ya del todo imposible contrarestar el empuje de sus bravos soldados voluntarios que en número de mas de SETENTA MIL van al combate y á la victoria, guiados tan solo por su abnegacion y patriotismo sin igual, henchidos por el noble sentimiento de salvar á su patria del cataclismo que la amenaza. ¡Solo la gran comunion verdaderamente española era capaz de emprender tamaña empresa! Y, no lo dudeis, catalanes, Dios salvarà la España y pronto se veran coronados de gloria, nuestros heroicos esfuerzos.

Hoy los campos estan ya deslindados; por un lado los realistas que con desinterés y virtud defienden los sacrosantos principios simbolizados en la inmaculada bandera de DIOS, PATRIA Y REY; por otro los hijos espúreos de esta desventurada Nacion, que en su breve tiempo de existencia han roto y pisoteado todos los principios que constituían su credo político, destrozándose siempre entre sí para devorar los restos del exausto Erario. Elegid, pues, porque entre las dos soluciones no hay término medio. O las armonías de la benéfica Monarquia católica, ó los horrores del socialismo y la internacional.

Ha llegado para España la hora suprema en que todos los ciudadanos deben ser soldados; yo no quiero ni puedo atraerlos con violencia, pero tampoco consentiré que en las provincias de mi mando sean sacados de sus casas por la fuerza enemiga los que no tengan voluntad de alistarse en ella. Todos los que sintais el ardor de la fé, de la abnegacion y de la constancia y no querais ir à engrosar el bando de los enemigos de nuestra patria, venid à mi, que os protegeré y conduciré à un triunfo cercano, seguro y definitivo. Antes que someteros à la dura coyunda de un gobierno anti-español, sed voluntarios realistas, que, despues de la recompensa que como à soldados se os haya dado, sentireis la satisfaccion que embarga al hombre bueno, mereciendo bien de DIOS de la PATRIA y del REY. ¡A las armas! Catalanes, si no queréis ser tratados como esclavos.

¡A las armas! Catalanes, si no quereis ser tratados como esclavos. ¡A las armas! todos los que sintais inflamado vuestro pecho con la santa llama de puro españolismo. ¡A las armas! si no deseais seguir siendo viles instrumentos de cuatro farsantes y especuladores cuyo comercio es vuestra sangre!

Ya veis lo que puede esperarse y à donde puede conduciros el malhadado gobierno de la república, compuesto de sempiternos perturbadores, conspiradores, traidores y perjuros.

Y vosotros, republicanos de buena fé, (si es que hay alguno) mirad qué es lo que se ha hecho de la tan cacareada FEDERAL, de aquellos derechos naturales, ilegislables, inalienables, inprescriptibles, anteriores y posteriores, inherentes, inmanentes y permanentes y demàs gerga Salmeroniana con que os calentaban la cabeza, seducían vuestro corazon y esplotaban vuestra ignorancia, y como se protan aquellos republicanos de antaño que querían ahogar en libertad al pueblo español. Acordaos de sus promesas, ved lo que os han dado y adonde llegaron las cosas; decidíos..... Al vado ó à la puente; ó la Monarquía paternal de D. Càrlos VII, ó la tiranía de la Dictadura; ó la verdadera libertad, ó el servilismo de la esclavitud.

CATALANES:

¡Viva la Religion!

¡Viva la España Monàrquico-tradicional!

¡Viva Carlos VII, Rey de España!

¡Vivan los Fueros y Franquicias de Cataluña!

¡Muerte al liberalismo en todas sus formas!

Cuartel General de Igualada 24 octubre de 1873.

Vuestro General en Gefe interino,

       Rafael Tristany.


EL ESTANDARTE CATÓLICO-MONÁRQUICO (1 diciembre 1873)

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