dissabte, 14 de juny del 2025

España, brazo armado de la Iglesia

por José María Gibernau

Nunca desde el tiempo de Judas Macabeo, hubo un pueblo que con tanta razón pudiera creerse el pueblo escogido para ser la espada y el brazo de Dios. (Menéndez y Pelayo. Heterodoxos. Tomo V.)

Y el Pueblo Español, el pueblo predestinado, recibe de ellos (los primeros apóstoles) el principio sublime de la fe católica que constituirá para siempre la esencia inmortal de su nacionalidad.” (La Hora de España. Navasal.) 

Desde la venida a España de Santiago el Mayor y San Pablo, con sus siete discípulos, Torcuato, Ctesifonte, Segundo, Indalecio, Cecilio, Hesichio y Eufrasio, hasta el tercer Concilio Toledano en el que con la solemne abjuración de Recaredo consolídase la unidad católica en nuestra Patria, el pueblo ibero en lucha de personalidad racial, brava y heroica, tanto como en singular combate de caridades, persuasión y ciencia, que perfila San Leandro y remata San Isidoro, forja su recia personalidad nacional, definitivamente integrada por tres básicos elementos: Religión, Cultura y Lengua. 

El avance desbordado del arrianismo, llevado por los cascos de hierro de los bárbaros del Norte, choca violentamente con el ser y sentir cristiano del pueblo español y de nada sirve que Amalarico llegue, en su ensañamiento, hasta torturar a su propia esposa. La superioridad moral del pueblo español se impone y San Leandro, el gran prelado de Sevilla, triunfa sobre Hermenegildo dando el primer paso para la rotunda y solemne victoria del cristianismo consumada en el precitado Tercer Concilio Toledano.

En España ¡oh españoles que vencisteis las tinieblas con la luz de los toledanos concilios! la Iglesia salvó de la barbarie la cultura de Roma. Punto final de carreras desenfrenadas por el imperio del error, es España dique gigante que detiene el poder embravecido que violento arrasa de Norte a Sur. Más tarde campo abonado donde las Etimologías florecen y después, nuevamente, dique que contiene el terrible alud que impulsa de Sur a Norte.

* * *

En esta gruta nacieron España y su Monarquía sobre un altar y el escudo de un guerrillero cántabro... por cetro la Cruz que forman dos astillas de roble atadas con la correa de una espada.” (Vázquez de Mella.) 

La invasión árabe —desbordamiento de una cultura que en su ambición sueña con valores de universalidad— al impulso de un motivo religioso fundamental que, en el aniquilamiento del cristianismo, ve la sola posibilidad de su imperio universal, al dominar España desde Cádiz a Covadonga plantea la lucha con un signo positivo de valor absoluto que la herejía arriana no tenía ni de mucho. 

Frente a ella, la nacionalidad hispana, en la plenitud de su formación moral y material, se encarna en las monarquías que nacen en Covadonga, Borunda, San Juan de la Peña y en la Marca Hispánica. ¡Arroyuelos de sangre y agua —en frase de Mella— que se juntan formando un remanso de gloria en Las Navas de Tolosa, se detienen en la vega de Granada para acrecentarse y penetran triunfantes en el mar océano, rindiendo sus olas y corvirtiéndole en inmenso espejo que tendrá por marco las costas de todos los continentes. En él miró España la grandeza de Dios y su grandeza propia y para alejar las sombras y verle y verse mejor, redujo a cautiverio la luz convirtiendo al sol en lámpara de su Alcázar! 

Comienza la reconquista. La península es el inmenso palenque en el que el caballero español lucha en justa singular con el árabe llevando en su escudo la Cruz, emblema de la Iglesia, señora de sus altos pensamientos, ofendida y en peligro por la ambiciosa invasión. Guerra de Religión. En Clavijo y en Las Navas los ejércitos de España son ejércitos de Dios. Ramiro I y Alfonso VIII, campeones de la Cruz, merecen la intervención divina y con ella, gloriosos vencen. Santos y Reyes luchando unidos. Más tarde, es ya un Rey Santo quien asegura en su reinado la reconquista española, y por fin, la historia conoce con la calificación de católicos a los reyes triunfantes del último reducto musulmán, ¡Con el triunfo de España había triunfado el cristianismo. Porque España era el brazo armado de Dios! 

* * *

En aquel duelo terrible entre Cristo y Belial, España bajó sola a la arena; y si al fin cayó desangrada y vencida por el número, no por el valor de sus émulos, menester fué que estos vinieran en tropel y en cuadrilla a repartirse los despojos de la amazona del mediodía, que así y todo, quedó rendida y extenuada, pero no muerta para levantarse más heroica que nunca cuando la revolución atea llamó a sus puertas y ardieron las benditas llamas de Zaragoza.” Menéndez y Pelayo. Heterodoxos.) 

Ya se oían los “claros clarines” que anunciaban al Mundo el suceso. Ya se hundía en ocaso absoluto la altiva media luna del señorío musulmán. España, brazo de Dios, aun sin concluir la tarea, buscó ya a su alrededor espacio para sus fervores... y cabalgando en tres carabelas marchó a la aventura llevando una Cruz forjada por los frailes de la Rábida que clavó sobre la tierra de un mundo nuevo. La Cruz antes que la espada y la espada con el puño dispuesto en forma de cruz. De terciopelo negro bordado en oro con una cruz roja en el centro la inscripción del Lábaro de Constantino: “Vincimus hoc signo”, era el pendón de Hernán Cortés. Y Vera Cruz se llamó la primera ciudad que fundaron. 

Ardía en misiones el mundo nuevo cuando en Europa el Turco y la Reforma quisieron dar batalla a la catolicidad y Carlos I de España, V de Alemania, no rehuyó el envite. Frente a la Reforma declara noblemente: “Estoy firmemente resuelto a consagrar todo mi poder, mi imperio, y mi vida misma, a mantener íntegro e ileso el dogma católico y las doctrinas de la Iglesia Romana...”; y frente al turco, conquista Túnez y doblega la altivez del soberbio Barbarroja combatiendo como alférez —como él dijera— del Cristo crucificado que llevaba como Capitán General de sus Ejércitos. . 

Y no hay ambición en el César, no. Es España que le impulsa. España que sigue su lucha con Felipe II mientras el señor don Carlos V reza en los claustros de Yuste. 

¡Felipe II! España, recobrada, impone hoy al Mundo las verdades de su historia y asombra y confunde, de entre todas, la gran verdad de Felipe II. “Más quiero perder cien vidas y dejar de ser Rey que mandar sobre hereges.” “Principalmente os encomiendo las cosas de la Religión, pues veis cuanto es menester y cuán pocos hay en el Mundo que curen de ella y así, los pocos que quedamos es menester que tengamos más cuidado de la cristiandad y si fuere menester lo perdamos todo por hacer en esto lo que debemos.” Así hablaba Felpe II y así, sólo pudo hablar un gran rey de España, capitán de los ejércitos de Dios. 

Propagación en Indias, defensa en Europa. Lucha sin descanso en la que España se desangró hasta caer sin fuerzas. No importa. La España de Lepanto había oído pronunciar aquellas palabras de don Juan de Austria: “Peleando con fe en el santo nombre de Dios, muerto y victorioso, gozarás de la inmortalidad.” No se trataba de vivir, se trataba de vencer. Y los españoles murieron pero vencieron. 

¡Alba, Requesens, Juan de Austria, Farnesio!... ¡Flandes, Lepanto! ¡Dios, que orgullo da, siendo español y católico, que mal pudiera ser lo uno sin lo otro, revivir esta época de nuestra historia! Qué orgullo y qué terrible responsabilidad.

Juráis, valientes y leales soldados de Aragón, defender vuestra Santa Religión, vuestro Rey y vuestra Patria, sin consentir jamás el yugo del infame Gobierno francés, ni abandonar a vuestros jefes y esta bandera protegida por la Santísima Virgen del Pilar?” (Juramento de los Voluntarios aragoneses de la Guerra de la Independencia.) 

Dos siglos duró el letargo del coloso. Declinadas las armas victoriosas, encaramóse la humanidad, a la par que sobre España, sobre el Imperio de la cristiandad. Pero, si Dios dijo un día que el Infierno no prevalecerá sobre la Iglesia, mal podía prevalecer sobre sus ejércitos antaño victoriosos. La antorcha de la libertad alumbró una nueva era y la enciclopedia dió su grito de guerra, triunfante y orgiástica en la noche de aquelarre de la plaza de la revolución en París. Ahito de sangre y lodo disfrazó el monstruo su faz repugnante bajo el paletó gris del César Napoleón I y los ejércitos del pecado se lanzaron sobre el Mundo en apocalíptica cabalgata. Un día, sus pisadas resonaron sobre la tierra de España y a su eco despertó don Pelayo en Covadonga y Ramiro I y Alfonso VIII y Fernando el Santo y Gonzalo de Córdoba y Hernán Cortés y Pizarro y don Juan, de Austria... su espíritu se perfiló un momento sobre el cielo de la Patria y a su conjuro, en soberbia rebeldía, cayeron en un Dos de Mayo triunfal sobre el césped de un parque madrileño los cuerpos jóvenes de Daoiz y Velarde, recios capitanes de los ejércitos de España Estaba en lucha la independencia sí, pero la religión se lo jugaba todo en aquella batalla sin cuartel frente al liberalismo audaz, vanguardia del más grosero materialismo. Y el ejército de Dios se lanzó nuevamente al combate. Sucesivamente prendieron hogueras en Zaragoza y Gerona, en Bailén y San Marcial, en Jaca y Arapiles, y el resplandor de sus llamas anunció al Mundo que el brazo armado de la Iglesia estaba nuevamente en pie. 

José María Gibernau Bertrán
(1916-1995)
requeté, procurador en Cortes
y directivo del F.C. Barcelona.
Foto: Archivo Municipal de Bcn
Mucho puede el enemigo cuando abandona la lucha franca y emprende la guerra cruel de falsías y traiciones. Vencido Napoleón y despierta España, en Madrid se pudo cantar: 

Muera Cristo
Viva Luzbel
Muera Don Carlos
Viva Isabel. 

Pero ¡ah! es que España no se hallaba en Madrid. Corría desalentada por las breñas de Navarra oyendo misa primera en un altar de campaña. Tenía por capitán a otro señor Don Carlos, esta vez, V de España. 

Y ha triunfado. Los últimos estertores del monstruo agitan la nieve que cubre los campos de Rusia. El Ejército de España —el brazo armado de Dios— combate en primera fila presintiendo los laureles del vencedor. Pronta a culminar la empresa, España mira a su alrededor buscando una nueva gesta donde emplear sus fervores... 

¡Señor, Señor! No dejéis vuestro ejército. Mucho luchó y sufrió mucho. Pero el descanso, abandono tras la batalla, tiene abismos de lujuria y presagios de derrota. Y tu ejército, Señor —España— más bien quiere batallar... 

JOSE M.ª GIBERNAU 
(Dibujos de Piñana.)

Barcelona, 8 diciembre 1941.


La Prensa (8/12/1941), pág. 4

dijous, 5 de juny del 2025

La represión rojo-separatista en Batea (1936-1938)

Nuestro buen amigo y colaborador José María de Sanjuan nos ha hecho llegar el siguiente escrito que ha dejado para la historia su padre, Francisco de Sanjuan Barrachina (bisnieto del veterano de la tercera guerra carlista Esteban Barrachina, a quien Don Jaime premiara con la medalla de la Lealtad). 

Esta familia de acrisolada lealtad tradicionalista sufrió en sus carnes los estragos de la revolución atea que asoló España en 1936. Y como bien dice, los católicos españoles sabemos perdonar, pero por el bien de la Religión y de la Patria no podemos ni debemos olvidar. 


ESCRITO PARA LA HISTORIA

En el día de hoy, 29 de julio del año 2018, yo, Francisco de Sanjuan Barrachina, natural y vecino de Batea, en la provincia catalana de Tarragona y de 67 años de edad, me siento con el deber moral de relatar los hechos sangrientos y de terror de la Persecución Religiosa más grande que ha habido en el mundo y que también se ejecutó en mi pueblo durante los años 1936, 1937,… estando Batea y media España bajo el dominio Rojo del Gobierno del Frente Popular y la Generalidad de Lluís Companys.

En primer lugar, quiero decir que no lo hago a gusto, preferiría que no se hubiese llegado a esto, más viendo que hasta las familias que lo vivieron en sus propias carnes, son ahora,… sus propios nietos y bisnietos que reniegan del pasado y se suben al carro del odio y el rencor de los cuales fueron víctimas sus propios antepasados, y ya cansado de oír tantas mentiras sobre los acontecimientos ocurridos en Batea en la guerra, me pongo a contrarrestar dichas grandes mentiras.

Tengo en mi poder abundante información de los que fueron sus verdugos, y aunque se haya querido por parte de “gente” que dicen saber todas las cosas, lo único que han hecho es “contar mentiras” de que lo que ocurrió en Batea, fue obra de “incontrolados”.

Nada más lejos de la realidad. Entonces díganme que hacían los miembros del Comité formado en mi pueblo; “de los cuales tengo todos los nombres y de las casas que pertenecían”, al confeccionar las listas “negras” de los que tenían de ser detenidos y preparaban o se inventaban los cargos para que la acusación en el Tribunal Popular que ellos mismos se habían montado con la aprobación de un decreto de “Lluís Companys” (del cual también poseo la documentación), y que acompañaban y también participaban a detener y luego asesinar, y además, con ensañamiento, a toda persona sospechosa de no simpatizar con la Revolución anarco-sindicalista-comunista y separatista, siendo esto así, no solo en mi pueblo, sino en todas las localidades de Cataluña, demostrando así, que no fue esta época de Terror Revolucionario obra de “incontrolados”, sino obra de una perfecta organización y planificación criminal de exterminio del adversario a la Revolución.(Véase el libro. Los (des)controlados de Companys, de Javier Barraycoa o el “L´Omnibus de la mort: Parada a Falset” de Toni Orensanz).

En mi familia nunca se quiso hacer ningún comentario que pudiera crear odio a nadie, de hecho yo me crie jugando con todos los niños por igual; en la escuela nunca supe si sus familias eran “rojos” o “blancos”. De joven, todos nos juntábamos para ir de juerga. En la Hermandad, bailábamos con todas las chicas, y nadie nos dijo nunca con las que teníamos que bailar.

Los acontecimientos que yo aquí relataré, ya los había escrito mi padre Dn. JOSÉ MARÍA DE SANJUAN SUÑE, aunque bastante resumidos y que están en el libro “MIS MEMORIAS”, que en su día escribió Ms. ANTONIO MASCARÓ.

A continuación paso a describir lo que todavía no completaba estos hechos:

PROFANACIONES SACRÍLEGAS.

¡Fecha de tristes y muy amargos recuerdos aquél 24 de Julio de 1936!

No sólo fue la detención descrita de los patriotas lo que, en la historia de este pueblo dejaba ya a las generaciones venideras estigmatizada su memoria. ¡Cuántas más cosas habían ocurrido!

Mientras eran ejecutadas las detenciones, otros elementos del Frente Popular, con escalofriante y vergonzoso cinismo, procedieron a profanar, en el lugar sagrado, las antiguas sepulturas del templo parroquial, levantaron sus losas, desenterraron sus cadáveres, y con alevosía malicia, para hacer execrable y odiosa la memoria del clero, al estilo de las grandes ciudades, los dejaron expuestos en la plazoleta de la iglesia, obligando por un pregón a todo el vecindario, a que fuese a visitar aquella macabra exposición (bajo pena de muerte si no acudía), con el objeto de que se convencieran de los grandes crímenes perpetrados por los sacerdotes, y que así pretendían ocultar a los ojos del pueblo.

¡Que satanismo y que ceguedad, oh Señor!

Pero es más: Ya apareció con todo su descaro el odio a Dios y a la Religión, de los marxistas.

De aquella misma fecha fue el bando, el bando hecho público, para que todos los particulares en sus casas guardasen imágenes o estampas u otros objetos religiosos, los hiciesen desaparecer en la hoguera, conminándolo bajo la pena de muerte.

De aquel mismo día, la profanación sacrílega de todos los edificios religiosos anejos al templo parroquial, la casa abadía, la Santa Capilla del Portal, las de San Roque y San Hipólito, en las respectivas calles de su nombre, habilitadas para el Santo Sacrificio; las hornacinas de San Blas, en la calle del centro y la del Pilar en el extremo oeste de la misma calle.

Todo fue profanado. Todo fue devastado y robado. Los altares destrozados. Las imágenes derribadas, muchas de ellas arrastradas por las calles, y después destruidas y quemadas. Incluso las de las capillitas del calvario, habilitadas para la celebración del Santo Sacrificio y las catorce estaciones de Vía Crucis situadas en la pendiente y la cumbre del montículo, las que no lo habían sido en los días de la República.

La misma suerte corrieron la Capilla de San Juan del Castillo del rio Algars y la Parroquia de Piñeras.

Esta era su tesis y su meta: Hacer desaparecer totalmente de los ojos del pueblo, todo lo que pudiera recordarle a Dios y a la Religión.

¡Que engañados e ilusos! Con el labriego de Nantes, durante la Revolución francesa, se les podía decir: “Mientras en el firmamento continúe el sol, la luna y las estrellas, escrito queda, y con rasgos inconfundibles, el Santo Nombre de Dios.”

¿EXECRABLE PROFANACIÓN DEL SAGRARIO?

Acaso por muchos años, acaso para siempre, permanecerá oculto a los ojos de los hombres, la realidad de este horrendo y sacrílego crimen. No se conocen detalles ningunos acerca de su existencia. Pero son desgraciadamente todos los indicios en favor de la presunción de haber sido perpetrado tan horroroso sacrilegio.

De ninguno se sabe, entre los simples fieles, que hubiese puesto a salvo las Sagradas Especies.

Por otra parte, fácil es que se viesen sorprendidos los reverendos sacerdotes, por la actuación rápida e inesperada de los revolucionarios.

Lo único que se sabe es que ellos fueron quienes rezaron, aquella tarde el Santo Rosario en la Capilla, ante la bendita imagen de la Patrona, la Santísima Virgen del Portal. Y que aquella misma tarde, se adueñaron de las llaves, los elementos del comité, quienes desde entonces, conservaron enteramente el control sobre los edificios religiosos, y bajo su única custodia se encontraron ya en adelante, dichas llaves.

¿Pudieron los sacerdotes medir, en toda realidad, la terrible tormenta que se echaba encima y proceder a la sunción de las Sagradas Formas? ¿Tuvieron tiempo de hacerlo?

No lo sabemos; Pero ante la probabilidad de que fuese consumado tan horrendo y execrable crimen de profanación, no queda más que exclamar con el más vivo dolor y sentimiento: Perdona a tu pueblo Señor.

INCENDIO EN LA IGLESIA PARROQUIAL

Con risas, algazara turbulenta, burlas sarcásticas y soeces de gente beoda y satánica, arrastrando imágenes por las calles y vistiendo ellos sagrados ornamentos sacerdotales, había sido perpetrado el crimen de la profanación, devastación y saqueo del suntuoso y bello templo parroquial, hogar de la fe del pueblo y gloria de las pasadas generaciones.

Por fin, la noche trágica del citado día 24 de julio de 1936, de tan amargos recuerdos para esta villa, fue consumado el gran crimen religioso.

A primeras horas de la noche, prendióse fuego a la Iglesia Parroquial.

Brilló el cielo de Batea con los siniestros resplandores de las llamas, que escapadas por las altas ventanas del edificio parecían más vivas, al proyectarse sobre el fondo de la negra humareda, que se esparcía por todo el contorno.

Durante largas horas, mantúvose vivo el fuego destructor que redujo a cenizas todo el combustible que en el Sagrado recinto se encerraba, y calcinó y requemó gran parte de su decoración. Todo desapareció bajo las llamas; altares, imágenes, asientos, confesionarios, cómodas, ropas, etc.

Solo ante la amenaza de fácil propagación, a causa de los vientos reinantes, a las vecinas casas, que se estaban desalojando a toda prisa, dieron orden rápida de proceder a sofocarlo los miembros del Comité.

¡Providencia del buen Dios! Acaso sin ello, hubiera terminado el incendio, destruyendo la bóveda y asolando el edificio.

( También citamos aquí la destrucción de toda la historia de Batea, ya que fueron quemados los archivos parroquiales y municipales, que contenían entre otras cosas todo lo relativo a las personas que habían vivido en Batea, donde estaban enterrados, casamientos, bautizos y hechos históricos de la organización antigua del pueblo y de sus avatares históricos al largo del tiempo. Hoy no queda prácticamente, nada…)

LA IMAGEN Y CAPILLA DE LA SANTÍSIMA VIRGEN DEL PORTAL

Destacadísima mención, entre los vandálicos hechos de profanación y sacrilegio perpetrados, durante aquellos días, en esta parroquia, merece la destrucción y el bárbaro ensañamiento con que fue ejecutada, de la bendita imagen de la Patrona, y la devastación y saqueo de su preciosa capilla, que, durante muchos siglos, había sido el sostén y el alimento de la fe y de la piedad bateanas.

Testigos presenciales han facilitado sus detalles.

Eran ya casi las horas de la madrugada del día 25. Una noche de tantas y tan terribles emociones pasadas, mantenía en vigilante insomnio y constante tensión nerviosa a todos.

Una noche sin pegar ojo, en expectante y atenta vigilia.

Bajaban las turbas…Gritos, risotadas, alaridos, cantos soeces acompañaban su paso de triunfo, por la calle mayor, hacia abajo, de regreso de su hazaña de vergüenza, después de prender fuego a la Iglesia Parroquial.

¿A dónde se dirigían? ¿Qué harán? Pronto se salió de duda. La mano briosa de un descamisado mete la llave en el cerrojo de las puertas de la Capilla del Portal. Una vuelta a la misma. Rechinan los hierros. Las puertas quedan abiertas de par en par…

Cuantas otras veces se habían abierto también, para dar paso a muchedumbres devotas de hijos amantes de la Santísima Virgen… Su aparición en el trono de su rico retablo, hacía sentir a cada uno su voz de cariñosa Madre ¿Qué quieres de mí? ¿Qué deseas? Pide hijo mío estoy de gracia. Y ¡cuantos y cuantos habían sido consolados y remediados de su presencia!

¿Era posible que muchos de estos mismos —¡hijos desnaturalizados!— formasen ahora en aquellas masas, ebrias de satánico furor, para insultar y blasfemar a María y destruir su Santa imagen?

Así fue no obstante.

Como una turba insana, penetraron todos en la Capilla Santuario.

Enorme griterío y voces confusas, mezcladas con blasfemias imprecatorias y soeces, tiros con simulacro de fusilamiento de la Sagrada imagen, que solo de pensarse crispa los nervios y las carnes, golpes y martillazos, batahola de objetos que rodaban per el suelo, pasos y ruidos de gente que iban y venían, que entraban y salían, con imágenes y objetos llevados a la hoguera que en medio de la plaza se había encendido…

Por fin, unos momentos de mayor algazara…Era arrastrada por la calle, camino de la hoguera, la bendita imagen de la Madre, nuestra Patrona, la Santísima Virgen del Portal…

¡Cómo al martirio!

Llega al lugar de su suplicio… Es echada a las llamas…Estas más consideradas, como si por última vez quisieran advertir a los sacrílegos, se apartan un poco, llevadas por una ráfaga de viento…Una blasfemia soez…Y un puntapié enorme, que la tira al propio centro de la hoguera…Son la respuesta….¡El crimen quedaba consumado!

¡Batea sin su Virgen del Portal! ¡Un pueblo sin María! ¡Una familia sin su Madre! ¡Que soledad!

¡Temblad ya, hijos buenos de Batea! ¡Va desatado el infierno! Si esto se ha hecho con la Madre ¿Qué se hará con los hijos?

Y temblaron los hijos de Batea, y sufrieron, sobre todo aquellas familias que perdieron algún miembro de sus seres queridos; esposas, madres, hijos, hermanos.

RECUENTO DE PERSONAL.

Por fin, el día 2 de Abril de 1938, entraba victorioso el Ejército Nacional que liberó Batea del dominio Rojo.

A medida que transcurrieron los días de la liberación, aparecía agrandado, en sus sombras la tristeza, el amargo cuadro de dolor, que 20 meses de calvario habían proyectado.

Se hizo del recuento de personas que faltaban. ¡Que desolador!

Ya con seguridad y certeza conocían la muerte de familiares directos:

Dª Rosa Pallarés Genís, la de su hermano, D, Angel acaecida el 29 de Julio de 1936.

Dª Teresa Altés Llorens, también la de su hermano reverendo, D Manuel ocurrida el 6 de Agosto.

Dª Carmen Cabré Vallespí, la de su hijo Rvd. D. Conrado Davos Cabre, asesinado con el anterior.

Dª Esperanza Tarragó, la de su esposo D. Manuel Vallespí Vilanova, que corrió la misma suerte.

Dª Eugenia Ferré Bés, la de su hijo, D. Arcadio Escoda Ferré, Que dejaba dos hijos menores huérfanos de padre y de madre, que fue agregado a los tres nombrados.

Dª Josefa Grau Aguiló, la de su esposo, D. Pablo Aguilo Vaquer, acaecida el 11 de Noviembre, ante las mismas puertas del cementerio de Torredembarra.

Dª Teresa y Dª Amparo Vilanova Vaquer, la de su hermano D. Santiago, Sacado con el anterior de su prisión en el barco “ Rio Segre” y asesinado en las mismas circunstancias.

Así como Dª Constanza Mullerat Marti, y Dª Mariana Sole Montlleó, la de sus respectivos esposos, D.Miguel Freixes Montlleo y D. Baldomero Vaquer Peris, que sufrieron la misma suerte.

Por otro lado, Dª Teresa Altes, madre del Rvd. D. Amadeo Monge Altes, había visto arrancársele de su lado al referido hijo, a quien supo asesinado, a unos tres Kms. De Gandesa el 16 de Agosto.

Quedaban en la incertidumbre, pero sospechando de su trágica acerca de sus familiares, los 27 detenidos el 24 de Octubre y, según noticias, asesinados a la mañana siguiente en el cementerio de Montcada:

Dª Candida Peig Llop, de su esposo Dn. Joaquin Llop Aguiló, y de si hijo D. Elias Llop Peig.

Dª Emilia Altes, también de su esposo, D. Salvador Peris Aguiló y de su hijo, D. Fernando Peris Altes.

Dª Maria Escoda Ferrer, de su esposo, D. Francisco Borrás Vaquer

Dª Eugenia Ferrer Bés, madre de la anterior, de su otro hijo D. Tomas Escoda Ferrer

D. Mariano Piñol Villarroya, de su hijo D. Anastasio Piñol Suñe.

Dª Cinta Vaquer Peris, de su esposo D. Jose Ventura Altes.

Dª Mª Teresa Masiá, también del suyo D. Bautista AguilóFerrús.

Los hermanos menores Joaquin y Luis Vaquer Suñe, ya huérfanos de madre, de su padre, D. Luis Vaquer Martí.

Dª Mª Freixes Montlleó, de su esposo D. Serapio Ripollés Beltran.

Dª. Joaquina Aguiló, asimismo del suyo, D. Bautista Tramunt Riba.

D. Bautista Aguiló y Dª Mª Marti, de su hijo y esposo respectivamente, D. Miguel Aguiló Simó.

Dª Mª Riba, de su esposo, D. Diego Maijo Martí.

Dª Mª Tobia, de su esposo D. Francisco Bes Marti y de su hijo D. Miguel Bes Tobia, participando también de esta angustiosa preocupación, Dª Encaranción Marti Marti, esposa de este último.

Dª Mª Llop Peris, de su esposo D. Miguel Suñé Peris, sintiendo asimismo una punzante inquietud por el paradero y la suerte de su padre, D. Jose Llop Gasull, de su hermano, D. Jose Llop Peris, así como la de su padre, y hermano políticos, D. Joaquin Suñé Paladella y D. Joaquin Suñé Peris.

Dª Mª Altés Borrás, de su hijo José Alvarez Altés.

D. Joaquin Vaquer Pons, de su hijo D. Angel Vaquer Barrachina.

Dª Magdalena Llop, de su esposo, D. Antonio Soler Maijo.

Dª Rita Pubill, de su esposo, D. Miguel Soler Maijo, hermano del anterior, así como sus padres, D. Juan Soler, y Dª Pilar Maijo.

Dª Joaquina Bondia, de su esposo, D. Francisco Marti Montlleó.

Dª Mª Teresa Vaquer, también del suyo, D. Miguel Altés Aros.

D. Miguel Amado, de su hijo, Antonio Amado Canalda.

Dª Tomasa Marti, de su esposo D. Manuel Llop Simó.

Y Dª Rosa Suñé, asimismo del suyo, D. Francisco Suñé Ferré.

Nada se sabía en concreto ni a punto fijo de la situación real y verdadera de los nombrados. Aun en muchos casos, los miembros del comité, pasaban por las casas de los infortunados pidiendo dinero para los que decían que estaban presos, con la excusa de que estaban bien, cuando sabían ellos que ya los habían ejecutado ( el colmo del cinismo y la maldad).

Pero las noticias y conjeturas, coincidían todas en darlos por muertos y precisamente en las circunstancias referidas, cosa que fue más tarde confirmada, desgraciadamente.

¡Amarga y dolorosa situación la de todas estas familias!

¡Terrible página ésta de la historia del pueblo, orlada de sangre y de luto!

¿Cómo empezar de nuevo, con esta losa que pesaba sobre estas viudas, huérfanos, y familias enteras destrozadas por el odio y la sinrazón?

Solamente se podía asumir dicha tragedia desde la enseñanza cristiana del perdón y la misericordia (Esto es de santas personas), frente al deseo de venganza; y esto es lo que hicieron: Perdonar y convivir con aquellos que habían participado y comulgado con estas ideologías endemoniadas.

¡GLORIA A NUESTROS MARTIRES!


Aun después de éstas, otras familias quedaban en angustiosa duda sobre el paradero de los suyos.

D. Francisco Roca Oriol, acerca de sus dos hijos Manuel y Jose Roca Sanjuan, y de su hermano Jose Roca Oriol, llevados detenidos a Tarragona el 28 de Agosto, y trasladados después a diversas cárceles.

Dª Magdalena Suñé Vaquer, acereca de su padre D. Bautista Suñé Paladella, y de su hermano, D. Jose Mª Suñé Vaquer, detenidos con los anteriores.

Dª Miguela Cabes Suñe, Acerca de su esposo, D. Diego Navarro Martinez.

Dª. Mª Rosa Peris Aguiló, acerca del suyo D. Jose Llop Gasull y de su hijo D. Jose Llop Peris, así como Dª Cinta Sole Maijo, esposa de éste último.

Dª. Dolores Suñé Bes, acerca de su esposo D. Jose Mª de Sanjuán Aguiló y de la suerte de sus dos hijos Francisco y Miguel de Sanjuan Suñé también perseguidos y encuadrados; Francisco en la zona nacional, y Miguel encuadrado en los filas rojas.

Dª Mª Llop Peris, según ya queda indicado.

Y Dª Serafina Marques Creixenti, acerca de su esposo D. Tomás Martí Montlleó, llevado juntamente con todos los anteriores a Tarragona al barco- prisión Rio Segre.

Mas, todos éstos por los designios de Dios, humanamente más afortunados, al volver después de casi tres años de doloroso martirio, pudieron volver a ver a sus queridos, retornar a sus hogares ¡Bendito sea el Señor!

Mis Memorias. Rev. P. Antonio Mascaró. Ediciones Altés. 1948


En una ocasión, un señor de este pueblo, y que había pertenecido a los Comités, ya viejo, cual voy a omitir su nombre por respeto “ yo a este hombre lo admiraba por su talento y valentía, y el a mí me tenía mucho cariño”; me contaba lo que él había vivido en el tiempo que perteneció al comité y que se salió de él al ver los crímenes que se querían cometer, y me decía:

“Francisco, yo estoy muy agradecido al pueblo de Batea, y en especial a tu familia, ya que después de la guerra, nadie declaró contra mí; si bien yo ya sabía que no me pasaría nada porque yo no había hecho nada malo, pero al haber pertenecido a los Comités, alguien hubiera podido declarar contra mí y no lo hicieron. Un ejemplo de que no eran iguales los unos y los otros: Los nuestros mataban, y los tuyos perdonaban. Menos mal que la guerra la ganó Franco, porque si no, tú no hubieras nacido, porque en las listas de los que teníamos que matar, entre muchos más del pueblo, estaban también miembros de tu familia”.

Y yo pienso en los que no han nacido; como los hijos que hubiera podido tener ELIAS LLOP PERIS, de casa Rams, ya que fue asesinado con su padre Dn. Joaquin Llop Aguiló; o como Fernando Peris Altes, que también como su padre Dn. Salvador Peris Aguiló fueron asesinados, como Angel Vaquer Barrachina, que era joven soltero, y todos aunque ya eran padres de familia, hubieran podido tener más hijos. En fin, una barbaridad que se intenta borrar creando una leyenda negra de esta historia real, queriendo que la gente ahora crea que los malos eran los buenos y viceversa. Otros que sí pudieron nacer, porque el camión que debía llevárselos a la muerte, se averió y no pudo llevárselos” aunque ya estaban detenidos con la sentencia marcada por el Tribunal Popular de este pueblo”, entre los cuales estaba don Felipe Frisach Huguet y otras diez personas más, que así salvaron su vida de una muerte segura.

Dando finalizado mi relato, doy fe, de que todo lo que aquí he expuesto se atiene a la verdadera historia de los hechos que ocurrieron en mi Batea, y que por mucho que me pese me tengo en la obligación y el deber de contarlos como así sucedieron.


También tengo que decir, que la parte afectada que fue víctima del Terror Rojo i que después resultó vencedora de la guerra, actuaron como buenos cristianos, y a pesar de que hubiesen podido usar la venganza para con sus perseguidores; todos perdonaron a sus verdugos. Así

Batea convivió en paz, prosperó en el trabajo, y se creó un pueblo en la verdadera armonía como debe ser en nuestra querida BATEA.

Francisco de Sanjuan Barrachina

Retablo del altar mayor de la Capilla
de la Virgen del Portal en Batea antes
de su destrucción en el agosto de 1936

DATOS DE LOS MÁRTIRES DE LA CRUZADA 1936/1939 Y DEMÁS ACONTECIMIENTOS IMPORTANTES OCURRIDOS EN BATEA

Escrito en su tiempo por mi padre José Mª de Sanjuan Suñé después de haber pasado por el trance de la guerra.

DOMINIO ROJO, DÍAS DE ANGUSTIA

Según todos los dato, no ocurrió aquí nada hasta el 21 de Julio.

Aún en éste dia,celebraron la Santa Misa ,los dos reverendos sacerdotes que aquí se encontraban; su última Santa Misa sobre la tierra (con sacrificio incruento).

D. Manuél Altés Lloréns, de habitual residencia en el pueblo, y ya retirado, y el Rdo. D. Amadeo Monge Altés, sacerdote Operario residente en el Seminario de Barcelona (hijos los dos de Batea).

El Rbo. D. Miguel Galindo Alqueza, cúra ecónomo, se encontraba en Calaceite junto a su madre anciana ya que era su pueblo natal; Aún por la tarde del 21 martes, se rezó el habitual Santo rosario en la Capilla del Portal. Que pronto habían de cambiar las cosas su rumbo.

Una de las primeras medidas del comité, fue incautarse las llaves de la Iglesia, capilla del Portal, etc con violencia y amenazando de muerte; días 22 y 23 transcurrieron para la población en relativa calma.

PRIMERAS DETENCIONES DE CATOLICOS Y PATRIOTAS

El día 24 de Julio hacia las 9 de la mañana, comenzó la detención y encarcelamiento que duró hasta el atardecer; más de 40 hombres encerrados ¡Terribles horas!

De pronto sonó una terrible voz. Van a ser Uds. pasto de las bestias y adobo de los viñedos.

Allí no faltaban escopetas, fusiles, ametralladoras, etc.

Anochecido ya, desde la torre del campanario, un prolongado toque de campanas semejante al toque de muertos, y otras manos sacrílegas a su vez tocaban por las calles la conocida campanita de los Viáticos, sembrando así el espanto. Por fin, comienzan los interrogatorios, un tiro disparaban al aire después de ser interrogados, después los mandaban a sus casas ¿Una detención sin consecuencias? Pero ya la fiera había elevado su primer zarpazo. Mientras, profanaciones sacrílegas en el templo, capilla del Portal y ermitas todas, después incendiaron la Iglesia; bancos, confesionarios, imágenes, ropas, todo fue quemado. Seguidamente, abrieron las puertas de la Capilla del Portál, fusilaron la Imagen de la Virgen y arrastrandola la quemaron en una hoguera que encendieron en la plaza.

La noche del 3 de Agosto, fuertes aldabonadas en las puertas de las casas. Por orden del comité, que se presenten inmediatamente. ¿Qué cosa querían? La vuelta al hogar de cada uno de ellos, era casi inmediata; dentro de unas horas debían traer en metálico: 2000,10.000, 20.000 pts. Según asignaban. ¡cuántos apuros se pasaron también aquella noche!

Pero la fiera no estaba saciada.

A 39 ascienden en él pueblo las víctimas de la revolución; asesinados a mansalva en los recodos de caminos y ante las tapias de los cementerios. Comienza en el pueblo el capítulo sangriento de la historia.

El 29 de Julio, a pocos Kms. de la población fue asesinado D, Angel Pallarés Genís, guardia civil retirado y según voces, rociado con gasolina y quemado su cadáver.

El 6 de Agosto fueron detenidos en la población los Rvos sacerdotes, D.Manuél Altés Lloréns y D. Conrado Davós Cabré, naturales de ésta villa y coadjutor de Mora de Ebro el segundo, que fue apresado por su propio hermano (El muy canalla), que con su párroco el Rvdo. Conrado Santapau, aquí habían llegado la noche antes pensando estar aquí más seguros. También los seglares D. Manuél Vallespí Vilanova y D Arcadio Escoda Ferré, siendo todos asesinados a unos 3 Kms. De Mora de Ebro.

El día 15, lo fue en la carretera de Gandesa a Corbera,el que fue secretario del ayuntamiento de ésta villa D.Rafaél Solér Gili.

El día 16, se perpetraba el mismo crimen a pocos Kms. de Gandesa con el Rvdo. D. Amadeo Mónge Altés, también hijo de Batea quién espontaneamente se habia entregado al Comité para salvar así las vidas amenazadas de su madre y hermano; Mientras cruzaba las calles iba bendiciendo.

De la misma manera, se tuvo conocimiento de que en Calaceite y a 4 Kms. de la población y en la carretera de Alcolea del Pinár, fue asesinado bárbaramente al pie de un olivo, con los genitales cortados y puestos en la boca lo cual le produjo la muerte por desangramiento, el Rvdo. cura ecónomo de ésta parroquia D. Miguel Galindo Alqueza natural de aquélla villa,

El día 28, otros 15 fueron detenidos y llevados a Tarragona. Por el camino sucedió que al parar el camión pensando lo peor, bajaron los desalmados, y el chofer aprovecha para decirles que no temieran porque tenía orden de llevarlos a Tarragona; Primero en el barco Rio Segre, y en diferentes cárceles, después sufrieron largas condenas,

conmutada que se les hubo la pena de muerte, dictada contra ellos por él Tribunal Popular.

Cuatro de ellos, no obstante: D.Pablo Aguiló Vaquér, D. Santiago Vilanova Vaquér, D. Miguel Freixes Monlleó y D. Baldomero Vaquér Péris, el día 11 de Noviembre, fueron también asesinados en las mismas puertas del cementerio de Torredembarra, y enterrados en una fosa común.

Finalmente el 24 de Octubre, tuvo lugar en ésta villa la última detención de patriotas. Otros 23 fueron aquí detenidos a los que se juntaron después 4 más que lo fueron en Barcelona; los cuales todos encerrados de momento en la prisión del Convento de San Elias fueron trasladados a Montcada y a la madrugada siguiente y ejecutados según las conjeturas e indicios más seguros, después confirmados.


NOMBRES DE TODOS LOS ASESINADOS POR DIOS Y POR ESPAÑA

D. Angel Pallarés Genís

D. Manuel Altés Lloréns Rvdo.

D. Conrado Davós Cabré Rvdo.

D. Manuel Vallespí Vilanova

D. Aracadio Escoda Ferré

D. Rafael Soler Gili

D. Amadeo Monge Altés Rvdo.

D. Miguel Galindo Alqueza Rvdo.

D. Pablo Aguiló Vaquer

D. Santiago Vilanova Vaquer

D. Miguel Freixa Monlleó

D. Baldomero Vaquer Peris

D. Joaquín Llop Aguiló

D. Elias Llop Peris, hijo

D. Salvador Peris Aguiló

D. Fernando Peris Altés ,hijo

D. Francisco Borrás Vaquér

D. Tomás Escoda Ferré

D. Anastasio Piñol Suñé

D. José Ventura Altés

D. Bautista Aguiló Ferrús

D. Luís Vaquer Martí

D. Serapio Ripollés Beltrán

D. Bautista Tramunt Ríba

D. Miguel Aguiló Simó

D. Diego Maijó Martí

D. Francisco Bés Marti

D. Miguel Bes Tobia, hijo

D. Miguel Suñé Péris

D. José Vela Cortiella

D. José Alvarez Altés

D, Angel Vaquer Barrachina

D. Antonio Soler Maijó

D. Miguel Soler Maijó

D. Francisco Martí Monlleó

D. Miguel Altés Aros

D. Antonio Amado Canalda

D. Manuél Llop Simó

D. Francisco Suñé Ferré

Los que después de 29 meses de penoso calvario tuvieron la dicha de salvarse y volver a sus casas.

D. Manuel Roca Sanjuan

D. José Roca Sanjuan

D. José Roca Oriol

D. Bautista Suñé Paladella

D. José Mª Suñé Vaquer

D. Joaquin Suñé Paladella

D. Diego Navarro Martinez

D. José Llop Gasull

D. José Llop Péris

D. José Mª de Sanjuan Aguiló

D. Tomás Martí Monlleó

 

Francisco de Sanjuan Barrachina.

dijous, 29 de maig del 2025

El funeral de Carlos Pío de Habsburgo y Borbón (Carlos VIII) en 1953

En septiembre de 1936, dos meses después del inicio de la Cruzada española —que fue posible gracias a la actuación de la Comunión Tradicionalista y sus gloriosos tercios de requetés—, moría en la Viena ocupada por los nazis, fatalmente arrollado por un camión militar, el augusto caudillo de la Comunión Tradicionalista, don Alfonso Carlos de Borbón y Austria-Este.

Don Javier de Borbón Parma —sobrino de su hermano, el gran Carlos VII— había sido nombrado su sucesor a título de regente, hasta que se dilucidase la cuestión sucesoria. En 1937 don Javier, quien se hallaba en Granada colaborando con el Ejército Nacional, fue expulsado de España. Don Javier no reclamaba por entonces derechos a la Corona. Ante las pretensiones del hijo de Alfonso XIII, don Juan, titulado «conde de Barcelona», que quiso hacer sombra al mismo General Franco, algunos carlistas, especialmente muchos de aquellos que habían permanecido leales a don Jaime entre 1919 y 1931, se precipitarían a reconocer como Rey de la legitimidad a un nieto de Carlos VII, don Carlos Pío de Habsburgo-Lorena y Borbón, archiduque de Austria, un barcelonés de adopción que había estudiado con los Hermanos de la Doctrina Cristiana (Colegio La Salle Bonanova). Conocido como «Carlos VIII», su fracción del carlismo fue conocida como «carloctavismo». 

En el longevo diario carlista El Correo Catalán, fundado al concluir la tercera guerra carlista en 1876, trabajaban algunos de sus leales, aunque no todos los redactores habían militado en la Comunión Tradicionalista, y el diario, como todos los de la época, no reconocía oficialmente a otro partido que Falange Española Tradicionalista y de las JONS. 

José Tarín-Iglesias, uno de aquellos redactores no carlistas del diario carlista barcelonés, narraría de este modo en sus memorias (1982) la trágica muerte del archiduque acaecida en 1953. 


XXI. La muerte del «rey»

Carlos Pío de Habsburgo y Borbón
(1909-1953)
Cuando llegué al mediodía —por ser la vigilia de Navidad— a la redacción de El Correo Catalán, Andrés Roselló, subdirector del periódico, me informó que don Carlos de Habsburgo y de Borbón, el «rey» más o menos de la casa, había sufrido un ataque de apoplejía que ponía en serio peligro su vida. La noticia me cogió, como a tantos otros, de sorpresa ya que la juventud de don Carlos y el no saberlo enfermo no hacía presumible semejante cosa. No le di mucha importancia. Me limité a pensar en lo desagradable del caso, y mucho más hallándonos casi en la misma Nochebuena. 

Salí tarde de la redacción, y al volver hacia las cinco y media, Roselló, que no se había movido, me dijo que el estado del enfermo era gravísimo, y que ciertamente no existían esperanzas de salvarle. Vi a José María Junyent trabajando afanosamente en la confección de una nota lacrimógena, dando cuenta de la gravedad del caso. Pero la cosa no pasó de aquí, hasta que cerca de las siete Roselló me encargó que montase una información. El desenlace, al parecer, era inminente. La cosa no me hizo ninguna gracia. Era Nochebuena y me aguardaban para ir a misa del gallo y luego a cenar en compañía de los Sariol. 

El pánico cundió en la redacción. Todos, como yo mismo, esperaban irse temprano. El señor Feliu, que me debía unas pesetillas de los gastos de la información de la lotería, no acababa de pagármelas, pero antes de irse volví a su despacho y entonces me saldó la deuda, que importaba cuarenta pesetas. Para él el dinero era cosa seria y procuraba, aunque no fuera suyo, retenerlo todo lo que podía, y cuando no tenía más remedio que soltarlo, lo hacía con cierta nostalgia. 

Al salir de su despacho —él, que era de la fracción de don Javier— me preguntó con cierta sorna: 

Diuen que és mort don Carlos! ¿Què faran, ara, tots aquells...? 

«Tots aquells» eran los partidarios del pobre archiduque moribundo, a los que su sectarismo, muy a lo carlista, no perdonaba el tacaño administrador, correligionario de los Fal y de los Sivatte. 

Me dio bastante pena el tono displicente del señor Feliu. Personalmente me importaba un bledo el don Carlos en cuestión y los «otros», pero no dejaba de comprender que se trataba de una persona humana, bastante desgraciada por cierto y que dejaba dos hijitas totalmente desamparadas, dado que la madre había huido con un violinista a los Estados Unidos. 

Poco después llamaron por teléfono a Roselló. Al otro lado del hilo estaba nada menos que Paco Garrigó, que le informaba que el «rey» había muerto. ¡Ya estaba organizada! Por unos instantes pensé que me habían dado la noche. ¿Qué hacer? ¿A quién debía encargar la información? Roselló dudó unos instantes. Insinué que quizá podríamos pensar en Sierra, pero el subdirector se opuso, diciéndome, con razón, que nos podría provocar algún incidente. La verdad es que conociendo al «loco» de José María Sierra podíamos esperarlo todo. Viendo la situación, opté que lo mejor era hacerla yo mismo, y me llevé, por si acaso, a Jesús Ruiz. 

Por la redacción merodeaba el «pillete» de Grau —flamante jefe de publicidad—, el cual me ofreció llevarnos en taxi a casa de don Carlos. Aprovechamos la ocasión, pero cuál sería nuestra sorpresa cuando al apearnos del vehículo, muy serio, me aconsejó: 

—Paga tú mismo y después pasa la cuenta al periódico. 

Para esto no necesitaba alforjas. ¿Qué le íbamos a hacer? En el trayecto hasta la calle Balmes, donde vivía el «rey», Grau nos contó a Ruiz y a mí bastantes cosas divertidas del difunto. 

José Tarín-Iglesias (1915-1996)

—Un día don Carlos me dijo que yo era su mejor amigo... 

Toqué la pierna a Jesús y naturalmente tuvimos que hacer un esfuerzo para no soltar una carcajada. ¡Pobre don Carlos! Ahora se comprendía todo... y mucho más. 

La casa donde vivía don Carlos era un edificio moderno de pisos de la calle de Balmes, muy cerca de la avenida del Tibidabo, propiedad del que después debía ser amigo mío, Martín Ribalta Urpí. Esperaba encontrarme una escalera llena de leales, de jóvenes que llorasen la muerte de su «rey». La buena portera, con su habitual mandil, nos abrió la puerta del ascensor y subimos al piso. Nueva sorpresa. La puerta estaba cerrada. ¡Tampoco había nadie! «¿Cómo —pensaba yo para mis adentros— puede vivir aquí un rey?» ¡Sí! ¡Sí! Efectivamente, allí acababa de morir aquel que pretendía ocupar el trono de san Fernando. Grau hacía de cicerone. Llamó, y una criada nos franqueó el paso. Nada daba señales de que allí había un difunto. ¿Era posible? Por fin, de una habitación sumida en la penumbra salió Bru y Jardí, quien, muy compungido, nos aconsejó que nos fuéramos con el mismo taxi a La Vanguardia, donde teníamos a nuestra disposición toda la información. 

Textualmente le dije que no disponíamos de ningún taxi, y aprovechamos la ocasión para preguntarle algunos aspectos con que poder completar la información. Al notar que hablábamos, del fondo de la habitación, como si surgieran de las propias tinieblas, salieron otros personajillos. Daba la sensación de que todo aquello era un verdadero comadreo. Estaban llorosos. Contaban las cosas con palabras entrecortadas y todos deseaban meter baza. Bru no cesaba de decirme: 

—Hemos llamado a El Pardo... 

Y añadía con cierto énfasis: 

—Naturalmente estamos esperando órdenes de El Pardo y del ministro... 

Tras decimos que los vecinos, y entre ellos el dueño de la finca, se habían portado muy bien, agregó: 

—No podemos hacer nada. Debemos esperar que desde El Pardo nos digan algo... 

Así mencionó El Pardo, por lo menos una docena de veces, en los diez minutos escasos que estuvimos allí. 

De pronto surgió la sombra de Pedro Roma. Estaba allí, también como agazapado, muy afligido. 

—¡Ya lo ve! ¡Qué desgracia! 

—¡Sí! ¡Sí! —dije tímidamente. 

Más tarde aparecieron dos niñas. Una, la pequeñita, muy mona, rubita, con un vestido azul, muy avispada. La otra, un poco más mayor, con las facciones propias de los Habsburgo. Eran las hijas de don Carlos que preparaban un belén. Sentí un verdadero escalofrío. Las pobres criaturas se quedaban, más o menos, solas en el mundo, insensibles a lo que sucedía a su alrededor. 

—Las infantitas —comentó Bru— están muy apenadas... 

Pude enterarme de unos cuantos detalles que precisaba para componer la información. Cuando tomaba notas, de una habitación contigua al vestíbulo salió una señora guapetona, muy pintarrajeada. Ojos negros impresionantes y cuerpo escultural... 

Después, ya en el taxi, pregunté a Grau quién era la señora. 

—¡Una de las secretarias de don Carlos! 

Jesús y yo no hicimos ningún comentario. Quien lo hizo fue Roselló al contarle el caso.

—Supongo que debe de ser una de aquellas «señoras» que le proporcionaba Garrigó... 

Antes de marcharnos preguntamos si se conocía la hora del entierro. 

—No sabemos nada —dijeron al mismo tiempo Bru y Roma—, esperamos órdenes de Madrid. El Pardo, el ministro, su hermana, Cora Lira, lo tienen que decidir. Y para postre —añadieron—, un día sin periódicos. Esto es terrible. ¿Lo comprende? ¡Sin periódicos! 

Bajando la voz, como si no quisiera molestar al difunto, Bru añadió: 

—Vayan a La Vanguardia y Bernabé os lo dará todo... 

Antes de despedirnos, Bru me repitió otra vez que estuviéramos al habla con él para poder saber los detalles del funeral. 

—No sabemos nada, pero habrá algo... 

A nuestro lado no sé quién hablaba de honores militares, de armones y creo que hasta de Escoriales... ¡Era el puro delirio...! 

Antes de irnos, tanto Jesús como yo sentimos curiosidad por ver el cadáver del «rey». Efectivamente, pasamos a una pequeña estancia y encima de un catre —¡Dios mío!— estaba el cuerpo exánime de don Carlos, todavía con su pijama beige y su semblante tranquilo, apacible... 

La habitación denotaba una cierta modestia. No era digna, ciertamente, de alguien que aspiraba al trono de España. 

Salimos. La calle de Balmes, a aquella hora de la noche, se nos ofreció hermosa y grande. Un taxi, viejo y desvencijado, el primero que encontramos, nos dejó en la calle de Pelayo, frente a la redacción del periódico de los Godó, convertido por unos momentos en cuartel general de la información de la muerte de don Carlos. ¿Era posible? Cuando entré en el vestíbulo pensé que estábamos en la época de los grandes absurdos. En la redacción encontré a Bemabé, quien me llevó al despacho de Garrigó. Al entrar saludé a Santiago Nadal, que era de los «otros», y después al propio don Luis de Galinsoga. a quienes les felicité las Pascuas. 

En el despacho de Garrigó estaban Sariol y Pedret. Aquello era la reoca. Estaba dando órdenes y más órdenes. Auténticamente inaudito. Era casi imposible llegar a comprender cómo aquel personaje pudiera ocupar un puesto directivo en el mejor periódico de Barcelona y uno de los primeros de España. Así se escribe la historia. 

Detrás de su mesa, con su eterno puro en los labios, continuaba impartiendo órdenes. Simulaba, porque únicamente se simulaba, estar triste. No creo que Garrigó pudiera entristecerse por nada. 

—¡Aquí lo tienes todo! Una semblanza, los datos, un folleto, una hoja... 

Me alargó una cantidad de propaganda «octavista» sin límites. Cuando salí cometí una ligereza. 

—¡Felices fiestas! 

—¡Qué día! ¡No serán felices, hijo...! ¡Nada de felices! 

Realmente había metido la pata. 

Después, Juan Sariol me dijo que tanto Garrigó como Bernabé —¡qué dos personajes!— habían llorado a «moco» tendido... 

Cuando salí de La Vanguardia evoqué mentalmente los tipos que retrata Puig y Ferrater en Servitud. No existía mucha diferencia de unos a otros. ¡Quizá todavía eran más grotescos los de ahora...! 

Llegué al periódico —a la vieja redacción de la calle de Baños Nuevos— a las nueve y media. Escribí la información. Quedó un poco cursi y ramplona. Lo suficiente para hacer llorar a las porteras y criadas del barrio. La corrigió Ángel Marsá. Al salir di gracias a Dios de que al pobre don Carlos no se le hubiera ocurrido morirse dos horas más tarde. 

La Nochebuena transcurrió tranquila y plácida, así como la fiesta de Navidad. El día de San Esteban fue el fijado para el entierro. Serían cerca de las doce cuando llegué a la casa mortuoria. En la puerta daban guardia requetés bastante mal uniformados. Gente del pueblo, en número modesto, y, en las ventanas, vecinos, aún con batín o pijama, pretendían ver el espectáculo. En un grupo de periodistas estábamos: Roselló, Sariol, mi hermano, Escofet, Sierra. Ulsamet, etc. Los comentarios eran para todos los gustos. El orden de la comitiva era divertido. Las bromas comenzaron a florecer. Cada uno decía la suya y a cuál más pintoresca y disparatada. Uno preguntó si se había recibido algún telegrama del conde de Barcelona... 

—¡No hemos abierto ningún telegrama...! 

Mi hermano contó una anécdota que acababa de suceder. Poco antes había aparecido en el domicilio del difunto el hombre del «traje negro» de la funeraria con la pretensión de cobrar 16.000 pesetas que importaba el «servicio». Hubo un momento de consternación. ¡Dieciséis mil pesetas, habían dicho...! Se miraban unos a otros. ¿Quién era el mirlo blanco que las daría...? 

—Bueno, mire —dijo alguien—, ya las pagaremos. Ahora el intendente no está. 

—¡Lo siento! Pero tengo órdenes de cobrar... 

—¡Pero hombre! ¡ Qué poca confianza! 

—¡Las pesetas! —decía ceremoniosamente el hombre del «traje negro». 

Por fin hubo la intervención de un teniente de alcalde y el buen hombre se retiró. ¡Mal negocio había realizado Pompas Fúnebres...! 

El que no apareció por ningún lado —y esto que estaba allí de chaqué y sombrero de copa— fue el «señor intendente», que era nada menos el buenazo de don Joaquín María Roger y Gallés. Juanito Sariol contó, todavía, otra anécdota más significativa si cabe. El día de la muerte acudieron varios médicos a casa de don Carlos. Uno de ellos de mucha fama —don Agustín Pedro y Pons para más detalles—, después de la consulta pidió tres mil pesetas. Los apuros fueron enormes, pero por fin alguien las facilitó y el ilustre clínico pudo cobrar. 

Por fin apareció el féretro con la bandera nacional. Una banda de cornetas y tambores interpretó «una» Marcha Real bastante doméstica y a hombros de leales inició su último viaje el pretendiente. Los tipos eran realmente de comedia. Abrían la marcha unas parejas de la Guardia Urbana de gala, y seguidamente iban cinco señores, muy serios, vestidos de etiqueta. El del centro, con gafas ahumadas y boina roja, lucía sobre su abrigo gris unos enormes cordones de ayudante de Jefe del Estado. Pregunté quién era: el ayudante mayor, conde de Vallserena, título que le había conferido don Carlos. Después iban Manuel Bartrés y Joaquín María Roger, secretario e intendente respectivamente. Cinco personajes que eran auténticas figuras del pim-pam-pum. Muy serios prosiguieron durante todo el trayecto. Después venía el féretro y un poco más atrás el ministro de Justicia, don Antonio Iturmendi, con las autoridades. 

Pepe Malagelada y Rafael Delclós nos avisaron que no hiciéramos caso de una nota que se había distribuido, ya que el ministro de Justicia iba a título personal y sin ninguna representación. Notamos que todo eran caras largas. Garrigó, a grito pelado, decía que todo era una pura pamplina, puesto que se habían portado muy mal... 

La representación del partido, asimismo, era sencillamente divertida. Iba destacado el general auditor de la Armada, Cora Lira, de uniforme y fajín un poco apolillado y con una banda descolorida. Detrás iban «todos»... Todos eran Bru, con una enorme boina y lloroso, con aspecto de cura barrigudo, Rubió, Junyent, Roma, Bernabé, Garrigó, Gassió, etcétera. Los mismos que soñaban ser, algún día, ministros, directores generales, gobernadores y que en realidad se hubieran conformado con una simple credencial, más o menos, de cualquier organismo oficial... 

Después vino la despedida del duelo. Antes se produjo un incidente un poco jocoso en la plaza de la Bonanova. En la puerta del templo guardaban el orden varios mozalbetes vestidos de requetés que se daban las manos para cortar el paso del público. Un oficial de la Policía Armada de servicio intentó cruzar el cordón y algunos de aquellos imberbes le dijeron que no podía pasar. El oficial se lo tomó a guasa. 

—¿Quién es vuestro jefe? 

Apareció otro mozalbete que se cuadró lívido ante las estrellas del capitán. 

—¡Dejadle pasar...! 

Los muchachos, con cara de retrasados, soltaron las manos y el oficial pasó. Pero cuando todavía no había dado unos pasos dijeron muy serios en voz alta: 

—¡Para machotes, nosotros! 

El oficial volvió la cabeza. Los miró fijamente. Quedaron helados y se largó, con una mirada de cierto desprecio. Todo era así de grotesco... 


Vídeo del traslado de los restos mortales de Carlos VIII
por Barcelona, pasando por el Colegio La Salle Bonanova.

Luego me contaron el secreto del enterramiento en Poblet. La archiduquesa Margarita, hermana del difunto, quería llevárselo a Italia, al panteón de Vilareggio, donde descansan sus antepasados. Entonces surgió el cursi de Pepe Bru, quien pronunció un discurso que hizo llorar, más o menos, a todos los presentes, afirmando que constituiría una verdadera vergüenza sacarlo de tierra española, y que su panteón tendría que ser Poblet. 

Por lo visto, el cardenal de Tarragona al principio se opuso, pero gracias a la intervención de Iturmendi cedió y los restos de don Carlos fueron sepultados, a las diez de la noche, en la capilla Galilea del cenobio populetano. Así terminaba una aventura que había comenzado unos años antes, cuando los ministros falangistas se sacaron de la manga a don Carlos para enfrentado al conde de Barcelona en una maniobra burda y sin estilo. Estaba de gobernador civil en Barcelona el inefable Antonio Correa, que fue en definitiva el primer empresario del «rey» que lo instaló en una suite del hotel Ritz, abonando las facturas el propio Gobierno Civil. 

Fueron los días brillantes y fastuosos de la «corte carlista». Lo paseaban, lo enseñaban, recibía a los periodistas e incluso en alguna ocasión era debidamente jaleado en los periódicos. Todo orientado desde la oficina de prensa dirigida por Pepe Bernabé Oliva siguiendo las instrucciones de Correa. Un día de aquellos vino a visitar la redacción de El Correo Catalán. ¡Vaya show que se organizó! Limpiaron la casa, sacando hasta brillo de los pocos mármoles existentes. Todos fuimos alertados de la visita. A la hora indicada se abrió la puerta de la redacción y la voz aguda de Adam anunció: 

—¡El Rey! 

Todos nos pusimos de pie y Diego Ramírez, a quien estos papeles siempre le sentaron muy bien, fue presentándonos a todos. El «rey» nos alargaba la mano, sonriéndonos con verdadera sencillez. Los envarados eran los del acompañamiento. 

Llegó un día que el habilitado del Gobierno Civil no pagó más facturas, y naturalmente don Carlos no tuvo más remedio que abandonar el hotel. Todavía existía alguna que otra subvención, procedente de inconfesables «fondos de reptiles», y el «rey» y su familia fueron alojados en una torre de Vallcarca que fue bautizada con un rimbombante nombre y en la que en la festividad de los Reyes celebróse una magna recepción en la que las señoras iban en traje de corte. Por cierto que Diego Ramírez tenía una sobrina, muchacha muy sencilla y modosita que desempeñaba el puesto de telefonista en El Correo Catalán y que al paso de los días ingresó en una orden religiosa, que en aquel señalado y carnavalesco día la vistieron de largo para que pudiera asistir a la fiesta en cuestión... 

Desde aquel día, la inefable Isabel fue para todos nosotros la señora marquesa de la Clavija, según la bautizaron López Dolz o Busquets, no sé quién de los dos. 

La broma del palacio de Vallcarca todavía duró algunos meses más. Pero las cosas iban de mal en peor. Ya no se cubrían los gastos de los desplazamientos por tierras de España y las asignaciones cada día eran menores. 

Antonio Correa fue sustituido en el Gobierno Civil y el entrante no quiso saber nada del pobre «rey», que no tuvo otro remedio que dejar el palacio de Vallcarca e instalarse en un piso de la calle de Balmes, en una casa propiedad de la madre del industrial Martín Ribalta, a quien dudo que jamás le dieran una peseta. 

En esta casa le ocurrieron al «rey» infinitas desgracias. La mayor fue la deserción de la «reina», que se largó con un violinista a los Estados Unidos, dejando incluso a las «infantitas». El pobre monarca, que no llegó a ser «rey» ni por un día, las pasó moradas, puesto que la mayoría de sus leales, aparte de ser muy tacaños, no tenían ni un real. Supongo que debió de soñar con los días felices de los años treinta, cuando se dedicaba con su avioneta a dar vueltas por el cielo de Barcelona a un precio módico, asequible a muchos bolsillos. 

La última vez que le vi fue en la plaza de la Universidad, frente a los almacenes El Águila. Era un mediodía e iba confundido entre los viandantes. Sin ayudantes, ni secretarios, ni guardaespaldas. Habían pasado los tiempos de las vacas gordas y ahora el «rey» paseaba su nostalgia y también su tristeza como un ciudadano más. 

Había terminado la «broma» y nadie le hacía puñetero caso...

José Tarín-Iglesias: Vivir para contar. Medio siglo entre la anécdota y el recuerdo (1982), págs. 123-129

dijous, 22 de maig del 2025

Balmes y la unidad de España

Transcribimos a continuación el artículo «Balmes y la unidad gubernamental» que escribió José Félix de Lequerica para el diario bilbaíno El Nervión en 1928. 

Hemos titulado esta entrada «Balmes y la unidad de España», ya que, a fin de cuentas, trata de eso. Jaime Balmes despreciaba el provincialismo, inexistente en nuestro país a principios del siglo XIX, que apareció de la mano del liberalismo y que décadas después derivaría en nacionalismos y separatismos. 

Animamos a nuestros lectores a leerlo de principio a fin, pues el autor da en el clavo y no tiene desperdicio. Así pensaba el inmortal filósofo de Vic y así era nuestra España antes del romanticismo decimonónico tardío. Las negritas y el entrecorchetado son nuestros.

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Balmes y la unidad gubernamental

José Félix de Lequerica
(Bilbao, 1890-✝Guecho, 1963)
Cada vez nos parece más oportuna la excitación de "El Debate" a conocer y aplicar el pensamiento político de Balmes. Ninguna realidad española escapó a su penetración; son de hoy, de este minuto, sus reflexiones, seguras y definitivas. 

¿Cómo ha podido olvidarse hasta un punto increíble la doctrina del gran político catalán? Leemos a cada paso cosas incluso bien intencionadas —a veces meramente maquinales— sobre la unidad nacional y las personalidades regionales y locales en España. Durante algún tiempo —también maquinalmente— se ha solido pensar en las descentralizaciones y los localismos como remedios a nuestras dificultades públicas. El clérigo catalán insigne, no se dejó alucinar por esta fraseología ya iniciada en su época. 

«Así nacionales como extranjeros, hablan muy a menudo del espíritu de provincialismo que domina en España, lo que, según ellos, es un obstáculo a la centralización administrativa, a toda organización uniforme —escribe en "El Pensamiento de la Nación" el 28 de febrero de 1844—. Si esto fuera verdad, debiéramos inferir que la Monarquía propiamente dicha no tiene en nuestra sociedad raíces profundas, pues que, estando personificada en el trono la unidad gubernativa, le repugna esencialmente la multiplicidad». «Y si esto fuera así —añade— la causa (del mal de España) estaría en las entrañas de la sociedad».

¿Pero es efectivamente de ese modo? ¿No han ido formando las provincias españolas a lo largo de los siglos, un mismo imperio, viviendo íntimamente unidas luego en él? 

«El decir que tiene vida en España el espíritu federal, precisa Balmes, que el provincialismo es más poderoso que la Monarquía —la Monarquía entendida por Balmes como emblema de la unidad gubernativa— es aventurarse a sostener lo que a primera vista está desmentido por la historia; es suponer un fenómeno extraño de cuya existencia deberíamos dudar, por grandes que fuesen las apariencias que lo indicasen». Los hechos culminantes de nuestra historia, lo están diciendo. En 1808, después de la invasión napoleónica y las abdicaciones de Bayona «todo brindaba para que si la Monarquía hubiera sido en España una institución postiza o endeble, se denegase y se hiciera trizas, presentándose el provincialismo federal como su carácter propio y sus naturales tendencias». Pero «la aparición de innumerables juntas en todos los puntos del reino, lejos de indicar el espíritu de provincialismo, sirvió para manifestar el arraigo de la unidad monárquica... prestándose los pueblos a reconocerla y respetarla (la junta central) como poder soberano. Este solo hecho es bastante a desvanecer todas las vulgaridades sobre la fuerza del provincialismo en España y a demostrar que las ideas, los sentimientos y las costumbres estaban en favor de la unidad en el gobierno». «Ni en Cataluña, ni en Aragón, ni en Valencia, ni en Navarra, ni en las Provincias Vascongadas se alzó el grito en favor de sus antiguos fueros». «Cuando la Monarquía había desaparecido, natural era que se presentasen las antiguas divisiones, si es que en realidad existían; pero nada de eso; jamás se mostró más vivo el sentimiento de nacionalidad, jamás se manifestó más clara la fraternal unidad de todas las provincias... españoles y nada más que españoles eran, así el catalán que cubría su torva frente con la gorra encarnada, como el andaluz que se contoneaba con el airoso calañés». 

Jaime Balmes (Vic, 1810-1848)

¿Y durante la guerra civil [la primera guerra carlista]? Balmes escribe a los cinco años del Convenio de Vergara: ha seguido personalmente al día con su visión única la terrible contienda de siete años. ¿Influyeron en ella los sentimientos locales? «Es falso —escribe Balmes siempre en el mismo número de "El Pensamiento"— que haya verdadero provincialismo, pues que ni los aragoneses, ni los valencianos, ni los catalanes recuerdan sus antiguos fueros, ni el pueblo sabe de qué se le habla cuando estos se mencionan, si los mencionan alguna vez los eruditos aficionados a antiguallas. Hasta en las provincias del norte no es cierto que el temor de perder los fueros causara el levantamiento y sostuviese la guerra; los que vieron las cosas de cerca saben muy bien que el grito dominante en Navarra y las provincias Vascongadas era el mismo que resonaba en el Maestrazgo y las montañas de Cataluña. Si alguien nos objetase el convenio de Vergara, el mágico efecto de la garantía de los fueros para terminar la guerra civil y otras cosas por ese tenor, nada le replicaremos: porque creeríamos inútil entrar en discusiones para convencerle, supuesto que tiene la bienaventurada candidez de formar sus opiniones sobre los documentos oficiales de una sola parte y los artículos de los periódicos que la defendían».

Treinta años más tarde, el 26 de julio de 1874, otro pretendiente, nieto del contemporáneo de Balmes, Carlos VII, concedía fueros a Cataluña nombrando una Diputación a guerra. El general Tristany vio en ello los cimientos de la legislación de nuestros pasados. Lo recuerda en un libro muy curioso publicado estos días en Barcelona —"La guerra civil en Cataluña, 1872 a 1876"— don Joaquín de Bolós y Saderra, veterano carlista catalán, quien no puede hablar tampoco con mayor frialdad del supuesto provincialismo catalán: 

«A pesar de su desconocimiento (el de Cataluña) de lo que era el fuerismo, —escribe— del poco entusiasmo del país y de los mismos propietarios de valía que fueron consultados por Don Carlos, algo se quiso intentar. Tengo a la vista un ejemplar de los Fueros; lo más agradable de ello y lo más impracticable era no tener quintas, ni papel sellado... Poco levantó todo aquello el espíritu decaído cansado del país».

La guerra civil en Cataluña (1872 a 1876),
edición en papel de la Asociación
Editorial Tradicionalista,
adquirible en Amazon.
¿Qué ha pasado, entonces, desde Balmes, desde la segunda guerra misma, para que aparezcan, se vivifique y coticen una porción de sentimientos hace todavía medio siglo tradicionalmente ajenos a la manera de ser de nuestro país? ¿Cómo la cuestión del idioma, por ejemplo, en Cataluña, no es mencionada, según creo, ni siquiera una vez en los escritos políticos de Balmes, a pesar de hablarse entonces tanto catalán como hoy, y ahora acabamos de leer sin un exceso de estupor comparar a los snobs que en Barcelona hablan castellano con los snobs que en Madrid hablan inglés? 

Yo creo que Miguel Artigas acertaba en su conferencia, tan trascendental, al señalar —sin perjuicio de otros motivos— el romanticismo como origen de estas deformaciones de las personalidades locales españolas con evitación de la auténtica fisonomía nacional. Mientras el admirable clérigo de Vich servía diáfanamente la causa de la razón, una escuela poderosa comprometía el buen juicio público, usurpaba con la pasión y la sensibilidad desbordada el puesto del razonamiento, y llenaba de fantasmas amorales y sin seso todos los órdenes de la actividad humana. Mil caminos de menor esfuerzo y evasiones del deber fue descubriendo el romanticismo a su paso, entre bellas creaciones y aciertos de reconstitución innegables. Los comarcalismos fuera de medida han sido, sin duda, de sus creaciones directas. 

Balmes no cedía, no podía ceder a la obscuridad de tales "nubes" aristofanescas. Pero muchos que, al parecer en lo fundamental, debían coindicir con él, aceptaron ingenuamente el lenguaje y la sugestión adversa. No se hablaba lo preciso, no so habla aun, en el tono firme y cortante de Balmes, de mantener la fuerte unidad gubernativa de España, nuestro mayor bien político. No basta tampoco percibir el sentido patriótico unitario, si se presta ligeramente asenso a pretensiones condenadas fatalmente a debilitarlo. Balmes, político certero, no emplea nunca la fraseología generalizadora, capaz de comprometer luego y de contribuir involuntariamente a verdaderas anarquías. No hay en los artículos de este autoritario cuidadoso del poder del Estado al tratar de sus problemas, esas referencias a las autonomías espontáneas de ciertos círculos sociales, expuestas, si no se precisa bien, a gravísimas explotaciones en el campo del daño social. No sufre tal deslumbramiento frecuente en escritores tradicionalistas. Así, por ejemplo frente al Municipio, del que muchos hablan olvidando lo que ha sido mil veces el Municipio de elección individualista, libre para estas o las otras determinaciones, en la práctica inevitablemente políticas. Balmes no se enternece sobre su pasado. 

«¿Qué eran los Ayuntamientos?—se pregunta en el mismo articulo—. Lo que el Rey quería y nada más; es falso que conservaran algo de aquella altivez que los distinguiera en otros tiempos; cuando el Monarca hablaba, ya fuera por sí mismo o su Consejo, la Municipalidad más respetable no se hubiera atrevido a replicar». 

Ni se le ocultan los daños que puede causar en el presente su utilización como medio revolucionario contra la precisa fuerza del Poder central que, llegado el caso, debe reprimirlo. Comentando en "El Pensamiento de la Nación", de 14 de diciembre de 1846, el municipalismo de los progresistas, escribe:

«Un sistema de suyo inquieto ha menester de auxiliares en todos los puntos del reino, que transmitan en breves instantes hasta el último rincón de la península el movimiento que arranca del centro agitador. Un Gobierno progresista sin Ayuntamientos democráticos, no puede sostenerse».


Tomado de: «Balmes y la unidad gubernamental», por José Félix de Lequerica (El Nervión, 24/12/1928)

dimarts, 22 d’abril del 2025

El origen carlista de las JONS en Cataluña

UN PEQUEÑO NÚCLEO DE INCONDICIONALES: LAS JONS CATALANAS

Los lectores que se acercan el 14 de marzo de 1931 a los quioscos de las Ramblas pueden descubrir una nueva publicación. Con una tipografía llamativa, en blanco y negro, se lee La Conquista del Estado. Detrás de ella se encontraba un intelectual zamorano radicado en Madrid, Ramiro Ledesma Ramos. Un licenciado en Filosofía y Letras, estudioso de Martin Heidegger y colaborador de La Gaceta Literaria de Ernesto Giménez Caballero y de la Revista de Occidente dirigida por Ortega y Gasset. 

Ledesma conocía Barcelona. En 1923 había residido allí unos meses cuando hacía el servicio militar en el Centro Electrotécnico de Automóviles. En 1930 había participado en el viaje de intelectuales castellanos a Cataluña. Fruto de este encuentro fue la edición de algún artículo suyo en revistas culturales catalanas, como el publicado sobre la Gestalttheorie en la vanguardista Hélix, dirigida por Joan Ramon Masoliver.

Ledesma se ha adentrado en la política. El primer número de La Conquista del Estado reproduce el manifiesto político que habían firmado en febrero una decena de jóvenes. Sus principios: supremacía del Estado, afirmación nacional, exaltación universitaria, articulación comarcal del país y estructura sindical de la economía. Se ponían las bases del nacionalsindicalismo, un fascismo a la española. Y se lanzaban a la búsqueda no de «votos, sino minorías audaces y valiosas». Parece que Ledesma y alguno de sus pocos compañeros se desplazaron ese mes a Barcelona para repartir el manifiesto. Sobre todo, se acercaron a cafés modernos y espacios donde pudieran encontrar oficiales jóvenes y obreros. 

Ramiro Ledesma Ramos
(1905-1936)

La cuestión catalana se convertirá en uno de los temas estrella de La Conquista del Estado. El anticatalanismo era un tema con efecto movilizador entre sectores conservadores y centralistas de la burguesía, una cuestión con la que la opinión pública derechista estaba muy sensibilizada. Ya en abril de 1923, un buen conocedor del fascismo, como era Sánchez-Mazas, en un articulo publicado en ABC advertía de que el fascismo en España seria más antiseparatista que anticomunista. Aunque Ledesma había reconocido, tras su visita a Cataluña, la existencia de un «hecho diferencial», ya en el número dos de la publicación se advenía: «Bien está que Cataluña afirme su derecho a poseer su cultura. A conseguir la eficacia de sus valores Lo que no se puede permitir —y no se permitirá— es un impedir sistemático del hacer español». Advertía de que «frente al hecho diferencial famoso, hay el indiscutible y grandioso hecho español, que obliga a subordinación a todos los demás hechos que surjan». 

Tras la proclamación de la República, el tono anticatalanista de la publicación se vuelve virulento. El principal objetivo de sus puyas es el president Francesc Macià, al que llega a calificar de «fusilable». También pasaron a la acción directa. Serán miembros de La Conquista del Estado los autores de las pintadas contra el propio Macià aparecidas en Madrid durante la visita del president a la capital para presentar el Estatut. Incluso se plantearon realizar un atentado contra su persona, abortado por la policía. 

A raíz de estos ataques, la publicación comienza a tener problemas para ser distribuida en Barcelona. Prácticamente desaparece de los quioscos. Ledesma amenaza con presentarse en la Rambla con medio centenar de amigos a vocear la publicación. Nunca lo hizo. En junio publican la carta de un barcelonés, Rodrigo del Valle, donde afirmaba que «en ningún quiosco de las Ramblas se vende La Conquista del Estado por orden del gobernador civil», aunque reconocía que algún quiosquero, con sorna, le había comentado que la ausencia de los quioscos se debía a la falta de lectores. En julio se denuncia que «los esbirros de Maciá intervienen en Correos todos nuestros envíos. Incluso los números de los suscriptores. Ello sin orden judicial, es decir, arbitrariamente y despóticamente». Alguno de estos belicosos artículos anticatalanistas le costará a Ledesma una condena a dos meses de prisión en enero de 1933. 

En octubre de 1932, ahogada por la censura y financieramente, La Conquista del Estado desaparece. Aún está a tiempo de anunciar en sus páginas la creación de una nueva fuerza política, las JONS, fruto de la fusión del grupo liderado por Ramiro Ledesma Ramos con las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica, lideradas por Onésimo Redondo, otro grupo que había hecho del anticatalanismo bandera. Las JONS se convertirán en el primer partido propiamente fascista. Un fascismo a la española, que denominarán nacionalsindicalismo. Las JONS serán los inventores del yugo y las flechas y de lemas como ¡España Una, Grande y Libre! 

Su crecimiento será muy lento. Tras meses de existencia, prácticamente no van más allá de sus núcleos fundacionales de Madrid y Valladolid. A parte de algún excenetista madrileño, los trabajadores, a los que pretende dirigir su discurso nacionalsindicalista, brillan por su ausencia. Ledesma decide visitar Barcelona, el gran núcleo obrero y sindicalista de la Península, para crear un grupo local de las JONS. La Conquista del Estado había conseguido en su día en la Ciudad Condal y alrededores un puñado de suscriptores, españolistas que valoraban su mensaje anticatalanista, violento y claro. Algunos de ellos habían mantenido correspondencia con Ledesma. Entre estos lectores surgirán los miembros de las primeras JONS de Barcelona. 

Ledesma llega a la Ciudad Condal con un nombre en su agenda: Ildefonso Cebriano Regadera. No sabemos a ciencia cierta cuándo se produjo la entrevista entre ellos. Quizá se inició un contacto epistolar en mayo de 1933, cuando vio la luz la revista mensual JONS, órgano teórico de los nacionalsindicalistas. Ahora viene a conocerlo, puede ser la persona que ponga en marcha las JONS catalanas. 

*** 

Ildefonso Cebriano no tiene para nada las características de jonsista ideal. No es joven, ha sobrepasado la cuarentena, no es un obrero, es ingeniero, y políticamente no tiene nada de revolucionario, proviene del reaccionario mundo mellista

Juan Vázquez de Mella
(1861-1928)

Ildefonso Cebriano había nacido en Béjar (Salamanca). Allá estudió, con buenos resultados, en la Escuela Superior de Industria, donde obtuvo el titulo de perito electricista. Ferviente católico y españolista, milita en la Juventud Católica de Béjar. De fácil verbo, ejerce de rapsoda y de publicista católico, además de hacer sus pinitos como actor. Hacia 1914 se traslada a Barcelona para completar sus estudios. En la Ciudad Condal se adhiere al carlismo. En 1915 lo encontramos como vocal de la Juventud del Centro Obrero Tradicionalista del Distrito II de Barcelona y en 1916 forma parte de la junta del Centro Tradicionalista de San Gervasio. Es, además, un ferviente germanófilo, que no rehúye la pelea y sufre algún arresto por participar en altercados con aliadófilos. 

Hacia 1920 empieza a trabajar en la Cros de Badalona. La Sociedad Anónima Cros era una importante empresa química. En 1917, antes de la llegada de Cebriano, sus 700 obreros habían protagonizado una importante huelga en demanda de la jornada de 40 horas. El conflicto, tras la intervención de la Guardia Civil, se saldó con cuatro obreros muertos Desde entonces la empresa mantenía cierta política paternalista con sus trabajadores. La empresa, por ejemplo, no participó en el lockout de 1919. En 1930 recibiría la visita del rey Alfonso XIII a sus instalaciones. 

Cebriano se traslada a vivir a Badalona, una población que pronto llegará a los 35.000 habitantes. En Badalona la escisión mellista tuvo especial relevancia. En 1903 Vázquez de Mella había pronunciado un mitin en la ciudad que había sido el punto de partida de la reorganización del tradicionalismo local y que dejó huella entre los carlistas badalonenses. Cuando el tradicionalismo se dividió, los mellistas controlaron la principal organización carlista local, el Círculo Tradicionalista El Loredán (Albadalejo, 1997). Entre esos mellistas se encontraba Cebriano, que además dirigirá Monarquía Cristiana, portavoz del Círculo. Como hemos visto, El Loredán será la sede de la asamblea que en mayo de 1920 pondrá las bases de la organización del mellismo en Cataluña. Y allá también estará Cebriano como delegado. 

La hegemonía mellista en Badalona será breve. Los jaimistas se hicieron de nuevo con la dirección de El Loredán. Monarquía Cristiana dejó de publicarse en 1922. Tras el golpe de Estado, los mellistas dieron pleno apoyo a la Dictadura y la mayoría ingresaron en la UMN. Es el caso de Cebriano, que en enero de 1924 es elegido vicepresidente del Círculo de Acción Monárquica de Badalona, adherido a la UMN. Ildefonso Cebriano, con la ayuda del canónigo José Montagut, puso en marcha ese año la segunda época de la revista Acción Monárquica. Cuando en mayo de 1924 la UMN badalonesa ingrese en la Unión Patriótica local, la revista se convertirá en el portavoz del partido único en la dudad. Pero a pesar de su militancia upetista, no deja de lado sus contactos con el mellismo barcelonés y en 1924 formará parte de la junta de la Juventud de Acción Tradicionalista de Barcelona. 

A pesar de su intensa labor política y periodística, Ildefonso Cebriano ha tenido tiempo para ampliar sus estudios. Ese mismo año obtiene el titulo de perito químico en la Escuela Industrial de Terrassa. A pesar de su implicación en la realidad catalana, no pierde el contacto con su Béjar natal y participa en la junta de la Colonia Bejarana de Barcelona. A sus casi cuarenta años sigue soltero. 

Ildefonso Cebriano, como admirador de la Dictadura, estará presente en la organización de la visita a Badalona del dictador Primo de Rivera en julio de 1926. Un año después, en junio de 1927, abandonará la Unión Patriótica para fundar el Círculo Social Tradicionalista de Badalona. El Centro sigue la estela del Círculo Social Tradicionalista de Barcelona, constituido por mellistas disidentes del Círculo Católico Tradicionalista. Más que actividad política, prohibida fuera de la Unión Patriótica, se dedican a actividades culturales, religiosas y propagandísticas. A pesar de su apelativo de tradicionalista, el Círculo acepta a Alfonso XIII como rey. A pesar de organizarse al margen de la Unión Patriótica son fervorosos partidarios de la Dictadura de Primo de Rivera. Cebriano es el encargado de su Comité de Propaganda y Acción Política. 

Badalona a principios del siglo XX.
Se presenta a las elecciones municipales de Badalona en abril de 1931 como candidato independiente. Sitúa su sede electoral en el local de la Peña Bosch, la peña paica de Badalona, de la que es secretario tras su creación en 1929. Porque Cebriano es también hincha del RCD Español. Su campaña se centrará en movilizar el voto de los inmigrantes. Sus resultados no le permitirán, ni de lejos, llegar a concejal. 

Con la llegada de la República, como hemos visto, el carlismo se reunifica. Cebriano se reincorpora en abril a la Comunión Tradicionalista. Participa en la reapertura del Círculo Tradicionalista El Loredán en mayo de en 1932. Dura poco. En agosto de 1932, en medio de la crisis interna que vive el carlismo barcelonés, es expulsado. A partir de entonces se debió de ir decantando hacia el fascismo. 

Debió de ser a mediados de 1933 cuando Ledesma contactó con él. Se entendieron y, tras el encuentro, Cebriano se puso manos a la obra. Su objetivo, formar alrededor suyo un grupo de seguidores jonsistas. Cebriano mantenía un estrecho contacto con dos exmellistas con los que había coincidido en el Círculo Social Tradicionalista de Badalona y que también habían sido expulsados del carlismo oficial. Pronto los atraerá a las JONS. 

Uno de ellos era su viejo correligionario José María Parés Esteban, un comerciante con una dilatada trayectoria dentro del tradicionalismo. En 1909, con 18 años, había sido fundador del Requeté de Badalona. Junto con Cebriano había participado en la escisión mellista y había colaborado en Monarquía Cristiana. Fue iniciador y fundador del Sindicato Católico de Dependientes de Comercio, lo que le había costado un intento de asesinato por pistoleros anarquistas. En 1924, junto con Cebriano, pasó a la UMN. Es entonces cuando fue nombrado concejal de Badalona, pasando más adelante a ser teniente de alcalde. En 1927 participa en la fundación del Círculo Social Tradicionalista. José María Parés se convertirá en su presidente. Firme españolista, ayudó económicamente a los albiñanistas y había sido suscriptor de La Conquista del Estado.

El otro exmellista incorporado por Ildefonso Cebriano a las JONS también había estado en la junta del Círculo Social Tradicionalista de Badalona y además era compañero de trabajo. Se trata de Florentino Vegas Latapié. Nacido en Valladolid en 1902, hijo de un militar retomado de Cuba y de una maestra francesa, había realizado un brillante bachillerato en Santander, donde estuvo destinado su padre. A principios de los años veinte se traslada a Barcelona y en 1926 ya trabaja en Cros, donde llegará a jefe de sección. Se casa en 1927 y dos años después se traslada a vivir a Badalona. Ese mismo año inicia estudios de derecho en la Universidad de Barcelona, que finalizará en 1934.

Florentino Vegas provenía del Círculo Social Tradicionalista de Barcelona, el de los mellistas escindidos del Círculo Católico Tradicionalista, que se habían mostrado como firmes partidarios del dictador y del rey y hacían gala de un españolismo sin fisuras. Con la proclamación de la República atenuaron su actividad. En abril de 1932, dentro del proceso de reunificación del carlismo, el Círculo Social Tradicionalista ingresó en Comunión Tradicionalista y pasó a denominarse Círculo Tradicionalista del Distrito I, trasladando su sede a Duque de la Victoria 15. Florentino Vegas Latapié fue elegido presidente. El local fue clausurado por la autoridad en agosto de 1932 a raíz de la Sanjurjada y no fue autorizado a reabrir sus puertas hasta octubre. Fue entonces cuando Vegas y otros, como los jóvenes que acabaron formando la JAE, fueron expulsados de Comunión Tradicionalista. 

Vegas, que también había ejercido de vicepresidente de los tradicionalistas badaloneses, por mediación de Cebriano, acabaría recalando en las JONS, aunque en junio de 1935 lo encontramos como conferenciante de la alfonsina Derecha de Cataluña. Su hermano, Eugenio Vegas Latapié, residente en Madrid y letrado del Consejo de Estado, era uno de los principales impulsores de la revista Acción Española

No será el único técnico de la Cros que atraerá Cebriano. Otro químico de la empresa incorporado a las JONS fue José Maluquer Cueto, «muy inteligente y doctrinario, con fiebre revolucionaria». Había nacido en 1902 y cursado sus estudios de ingeniería industrial en Barcelona entre 1920 y 1926. Viajaba con asiduidad a su Madrid natal, donde frecuenta círculos aristocráticos. Su hermano Alfonso militaba en las filas monárquicas y eran conocidos de la familia Primo de Rivera.

Cebriano aún sumó a las JONS a otro químico de la Cros, José Serrallach Juliá. Nacido en el seno de una familia acomodada de importadores de algodón e hijo de un reconocido urólogo, realizó estudios en Estados Unidos y Alemania, donde se doctoró en 1927 en Ciencias Químicas por la Universidad de Frankfurt con la calificación de sobresaliente y donde también trabajó como profesor. Entre 1930 y 1933 trabaja en Estados Unidos como jefe del departamento de investigación de una empresa química. Tras pasar otra vez por Alemania en 1933, en pleno auge del nazismo, regresa a Barcelona, donde se coloca en la Cros.

Pero el fichaje estrella jonsista será alguien que conocemos bien, José María Poblador. Como vimos, Poblador había sido detenido como cómplice de la Sanjurjada y no había salido de prisión hasta octubre de 1932. Durante 1933 tuvo que seguir frecuentando los juzgados, pues todavía tenía pendientes denuncias por artículos de Reacción. Tuvo un juicio en enero y tres en abril. Uno de ellos por injurias al profesorado de la Escola Normal de la Generalitat, otro por injurias y calumnias contra Miguel Maura. Finalmente seria absuelto. Debió de ser a la altura de septiembre de 1933 cuando Poblador dejó la dirección de Reacción. Más o menos en ese periodo es cuando desde las JONS se contacta con él. Su fama le precede. Arrojado, vehemente, con un discurso cercano al fascismo, con experiencia en la prensa y como dirigente de la fogosa Peña Ibérica. Puede ser un buen fichaje. 

A pesar de colaborar con el carlismo más cerril, las ideas de Poblador hace tiempo que no coinciden con las del tradicionalismo. La religión, a pesar de los artículos en el ultramontano Reacción, no es algo central para él. Tampoco la monarquía. Quedaba la patria, eso sí, su españolismo y su anticatalanismo eran de piedra picada. Y, naturalmente, el uso de la violencia como arma política, la «antipolítica», conceptos todos que lo acercan al fascismo. Su paso a las JONS fue algo natural. 

Parece que fue José Maluquer el encargado de realizar la primera aproximación a Poblador, aunque no era un extraño para Cebriano, que lo conoce del mundillo carlista y de coincidir con él infinidad de veces en Can Rabia, en los partidos del RCD Español. 

Lauro Clariana Lowell
(1912-1938)

El carlismo, sorprendentemente, seguirá siendo la cantera política de la que se nutran las JONS en Barcelona. Los siguientes militantes procederán de la AET, la organización estudiantil carlista. Uno de ellos era el estudiante de ingeniería Lauro Clariana Lovell. Nacido en Barcelona en 1912, es hijo y hermano de carlistas, además de nieto del famoso matemático Lauro Clariana Ricart. Su padre es catedrático de la Escuela de Ingenieros y violinista. En la misma facultad que imparte clases su padre estudia el joven Clariana. Durante el bachillerato ha formado parte de la Asociación de Estudiantes de Bachillerato. Ahora milita en la Juventud Tradicionalista y en el Requeté. Se ha convertido en un buen orador e interviene en mítines de las organizaciones juveniles carlistas. En diciembre de 1931 lo encontramos como escolta de la bandera rojigualda exhibida en la manifestación por la Inmaculada. En junio de 1932 había sido elegido vicesecretario de la AET. Sin renunciar al tradicionalismo, se ha convertido en un admirador del fascismo. 

Así lo deja patente en el acto que las juventudes carlistas organizan en marzo de 1933 en el Círculo Tradicionalista del Distrito I, el de los antiguos mellistas, el que había presidido Florentino Vegas hasta su expulsión. Lo primero que hizo Clariana fue aclarar que el verdadero titulo de su conferencia era «Indiferentes, fascistas y boinas rojas» y no «De trepeldaños», que era el anunciado para evitar intromisiones de la autoridad. En su discurso afirmó «que el verdadero fascismo ha de contribuir a salvar la Patria. Dice que el fascismo en España ha de ser un movimiento nacional y popular, verdaderamente racista y revolucionario, dándose el espíritu y forma de la raza española». Para acabar, se dirigió a los suyos, a los «boinas rojas», «alma y firme baluarte de la moderna cruzada», para decirles que hacía «suyas unas palabras de Hitler de que hay que ir directamente, y con el ejemplo, de cara al pueblo, al que no se debe mentir ni burlar con promesas baratas». 

No fue el único orador que enalteció el fascismo. Cerró el acto el abogado Alfonso Ibáñez Farrán, del integrista Centro de Defensa Social y expresidente de Derecha Social, que ya en febrero de 1933 había propuesto en las páginas de El Correo Catalán una nueva fuerza política inspirada en el fascismo y el nazismo, que él llamaba el nacional tradicionalismo. En esta conferencia volvió a hablar de «el nacionalismo tradicionalista y se declaró partidario del fascismo, estudiándolo y enalteciéndolo».

Pocos días después, el 30 de marzo, El Correo Catalán publicaba un articulo que rechazaba el fascismo desde postulados tradicionalistas. Se puede leer como una respuesta a la conferencia de Clariana e Ibáñez. Los carlistas habían tratado siempre de desmarcarse del apelativo de fascistas con el que les motejaba la prensa de izquierdas. Destacaban las diferencias. Ellos tenían una concepción monárquica del Estado y la religión era uno de los pilares de su ideología, no eran antiparlamentaristas, defienden otro tipo de Cortes, pero no abolirlas, y criticaban la idolatría al Estado que profesaban los fascistas y sus ideas pseudosocialistas. Naturalmente simpatizaban con algunos de sus preceptos: autoritarismo, jerarquía, nacionalismo, anticomunismo, antisemitismo y antimasonismo, pero existiendo el tradicionalismo en España no entendían que se importaran ideologías foráneas como el fascismo. 

Seguramente el de marzo de 1933 sería el último mitin como carlista de Lauro Clariana. De hecho, lleva tiempo tratando de inclinar el carlismo hacia un proyecto fascista. En diciembre de 1932, un grupo de requetés, encabezado por el propio Clariana, había propuesto a la dirección regional carlista fundar una organización revolucionaria de carácter obrerista y disciplina militar con el objetivo de acercar a las masas obreras a un proyecto nacionalista español como el tradicionalista y alejarlas así del anarquismo y el comunismo. 

No serán los únicos carlistas que defenderán ese discurso de retórica obrerista. Algo parecido propondrán los estudiantes tradicionalistas de Navarra en la revista a.e.t. Desde esta publicación, entre febrero y mayo de 1934, se atacó duramente a las derechas económicas con un lenguaje casi socialista, mostrándose partidarios de la reforma agraria y pidiendo la regularización de los beneficios en favor de los proletarios. Se hablaba de una limpieza de la sociedad de políticos y de un Requeté como brazo armado de la revolución carlista que proponían. Clariana se adelantó. 

La propuesta de Clariana, como lo sería la navarra, fue desautorizada por la dirección tradicionalista, pero no desistió y, junto con otros requetés, fundó un fantasmagórico Movimiento Nacional Corporativo de Trabajadores, los Nacos, con un programa claramente fascista. Los Nacos tuvieron un corto recorrido; no pasaron del papel. En lugar de organizar un nuevo grupo, Clariana decidió ingresar en las JONS. José María Fontana dejó escrito de él que era un «falangista entusiasta y extremista. Siempre serio, mesiánico, áspero y reconcentrado, a pesar de su cara de niño» (Fontana, 1951: 336). 

Seguramente siguiendo a Lauro Clariana, se incorporó a las JONS el también estudiante de ingeniería Alfredo Corominas Fernández-Peña, un ovetense que había iniciado sus estudios en Deusto. En 1927 había viajado a Italia con su hermano, convirtiéndose en admirador del fascismo. En Barcelona había ingresado en la AET. En junio de 1932 figuraba como el representante para Ingeniería y Arquitectura de la organización escolar tradicionalista, compartiendo lugar en la junta con Lauro Clariana y Carlos Trías. Además, era oficial de complemento. 

El proyecto jonsista también atrae a más jóvenes procedentes del carlismo. Es el caso de otro antiguo mellista, el treintañero Juan Berenguer Aguilá, originario de Castellterçol, donde dirigía una fábrica textil. Seguidor del RCD Español, jugador de ajedrez y aficionado a la ópera, Berenguer era un firme españolista a pesar de ser un catalanohablante al que le costaba expresarse en castellano. 

Otro joven seducido por el nacionalsindicalismo, ese fascismo a la española, fue el estudiante José María Fontana Tarrats, trasladado de su Reus natal a Barcelona para estudiar. Según él mismo explica: «vi en un kiosko de las Ramblas una revista que se titulaba JONS y que compré en seguida. La devoré materialmente, y me sentí identificado e interpretado. Desde aquel momento me convertí en jonsista, e inicié el contacto epistolar con Juan Aparicio». Incluso le publicaron un artículo en JONS, algo heterodoxo para el españolismo esencialista de la organización, en el que abogaba, a la hora de afrontar el tema catalanista, «no imponiendo un patrón único, sino armonizando la variedad en sus manifestaciones de lengua, costumbres, derechos y necesidades económicas», caminando hacia una «unidad de espíritu y fervor patriótico en la variedad de necesidades, matices y formas». El tema debió de quedar en el intercambio de cartas; no hay noticias de que Fontana conectara orgánicamente con las JONS de Barcelona.

También entre los primeros adheridos figura Vicente Sainz-Calderón Arizmendi, un bilbaíno que trabaja de representante. Su perfil tampoco es muy jonsista; tiene ya 47 años y los negocios no le van mal; es propietario de un yate. Eso sí, provenía del mundo españolista. Lo hemos conocido a finales de 1932 como secretario de la Casa de España. 

Estos serán los iniciadores de las JONS en Cataluña. Seguramente no es hasta finales de 1933 cuando se estructuran como tal. Pronto encontramos una delegación jonsista en Badalona y otra en Barcelona Las JONS tenían diseñada una organización muy jerarquizada. En la base estaban los grupos de diez militantes, la suma de diez grupos daba lugar a la Junta, al frente de la cual había un triunvirato, y a su vez los triunviratos de las juntas de una misma localidad formaban un Consejo Local con otro triunvirato. Todo esto era una entelequia. 

En el caso catalán, todavía más. Los jonsistas catalanes no serían más de una veintena. La junta de las JONS en Barcelona, que debía reunir también a los militantes de Badalona, estaba dirigida por un triunvirato, el formado por José María Poblador, Ildefonso Cebriano y José Maluquer. El resto de la estructura prevista en la teoría no existía. 

En un informe enviado a principios de 1934 por este triunvirato a la dirección, dan cuenta del «ambiente francamente hostil en que nos movemos», entre los atraídos por el «morbo separatista» y unas masas obreras con «vago espíritu de españolidad», aunque en ellas cifran sus esperanzas, porque «solo con la ayuda de elementos arrancados a la organización sindical predominante en la actualidad, podríamos llevar a la práctica una lucha efectiva contra el separatismo». De momento no pasan de ser un «pequeño núcleo de incondicionales».

Las JONS, proyecto nacional revolucionario, nace así en Barcelona ligado a un puñado de militantes procedentes del mundillo más reaccionario, el tradicionalismo, concretamente del mellismo, su variante más españolista e integrista. Y eso que Ledesma Ramos había escrito en junio de 1933 que de los carlistas «la JONS recoge su temperatura combativa, su fidelidad a los nortes más gloriosos de nuestra historia y su sentido insurreccional», pero nada más. En Barcelona también recogió a militantes y dirigentes. 

Además, las JONS apelaban a la juventud, pero, como hemos visto, algunos de sus primeros militantes catalanes ya rayaban o pasaban los 40. Su objetivo era llegar a los obreros, pero la mayoría de sus miembros eran técnicos o comerciantes. También se planteaban como propósito acercarse a los universitarios; de momento militan en sus filas dos o tres de ellos. 

La labor de proselitismo jonsista fue limitada. En el informe de enero de 1934 hablaban de «propaganda personal». Y así fue. La mayoría de los nuevos militantes eran compañeros de Cebriano en la Cros, así como amigos, familiares y conocidos de los primeros jonsistas. Se acercaron a la organización fascista Hilario Sainz-Calderón, hermano de Vicente, o Pedro Parés Rius, hijo de José María Parés, estudiante de derecho, que era uno de los universitarios que habían dejado Barcelona cuando se aprobó la autonomía universitaria. 

Poblador aportó más militantes, sus hermanos, algunos amigos y paisanos suyos. Es el caso del comerciante, con aspiraciones de periodista, Emilio de Lasarte Ronzart, hijo del famoso Julio de Lasarte, capitán de la Guardia Civil implicado en la trama parapolicial del pistolerismo de los años veinte. Su nombre saltó a la fama cuando en abril de 1931 se localizó en su domicilio el fichero que llevaba Capitanía con 6.000 fichas de sindicalistas, catalanistas y comunistas. Como vimos, también estuvo implicado en la trama de la Sanjurjada. Su muerte en 1932 apagó los últimos ecos del caso. 

Poblador también atrajo a algunos ibéricos, como Jaime Massagué Mateu, un cuarentón, empleado en las oficinas de Telefónica, que en los años veinte había sido representante de la católica Asociación General de Empleados y Obreros de la Compañía Telefónica de España y en 1932 tesorero de las juventudes del centro carlista La Margarita. Otros amigos treintañeros de Poblador que se acercaron a las JONS fueron su paisano Guillermo Bosque Lacoma, empleado de comercio, y Santiago Martín Busutil, socio como él del RCD Español y teniente de complemento. Santiago era hijo del propietario de los famosos Almacenes Busutil, dedicados a novedades y género de punto.

Ledesma recordaba en 1935 al grupo barcelonés como «modelo de disciplina, seriedad y preparación» que «en poco tiempo, y con la consigna acertada de combatir a los separatistas por burgueses y a los partidos burgueses por separatistas, lograron dar al grupo, a más de importancia numérica, personalidad política y prestigio» (Ledesma, 1968: 129). Parece una valoración en exceso optimista; ya hemos dicho que en número no pasaron de la veintena y respecto a su prestigio no sabemos que tuvieran ninguna repercusión social; de hecho, no hemos encontrado ninguna nota sobre ellos en la prensa generalista. 

Las JONS barcelonesas fueron pasando por diferentes locales en oscuros callejones, para acabar recalando en la sede de la JAE [Juventud de Acción Española] de la calle Puertaferrisa, donde estos les cedieron una habitación. No necesitaban más, para los pocos que eran y la poca actividad que desarrollaban tenían suficiente. Las antiguas relaciones políticas de Florentino Vegas con los dirigentes de la JAE, con los que había coincidido en el Círculo Social Tradicionalista de Barcelona, debieron de facilitar este acuerdo. Además, la JAE, en proceso de fascistización, veía con buenos ojos a los jonsistas, sobre todo por su aportación doctrinal. Los jonsistas, en su informe de enero, hablaban de cerrar la «etapa definitiva para nuestra constitución», con «la asimilación de algún grupo de carácter fascista de los que atomizadamente existen en esta, gestiones que ya tenemos iniciadas». Se debían de referir a la JAE. El pacto no se cerró porque llegó la unificación con Falange, otro proyecto fascista que había nacido en la ciudad coincidiendo prácticamente en el tiempo.


Tomado de Mota Muñoz, José Fernando (2020) «¡Viva Cataluña española!: Historia de la extrema derecha en la Barcelona republicana (1931-1936)», págs. 106-116