Cristóbal Colón, aquel gran marino cuyo descubrimiento hizo grande a España, el que permitió la evangelización de un continente, el que hizo posible el dominio de los mares de nuestra Civilización, es hoy víctima del odio sectario de los enemigos de Dios y de España, aquende y allende del mar océano.
Los mismos revolucionarios que antaño hubieran desatado su furor contra los templos, haciendo de Barcelona una gran llamarada sacrílega, no creen ya necesario hacer tal cosa —al menos de momento—, pues saben que desde los púlpitos de la mayoría de las parroquias no se oye más la voz autorizada que debería propagar la verdadera doctrina cristiana. Por eso se contentan hoy con atacar los símbolos y monumentos en que está inscrita con letras de oro la epopeya de nuestra historia española, católica y monárquica.
El monumento a Colón de Barcelona, símbolo emblemático de la ciudad, corre peligro. Podrá parecer inimaginable que la izquierda separatista logre su demolición, pero torres más altas han caído y los monumentos no se defienden solos, como hemos visto infinidad de veces.
Construido en 1888, durante la Exposición Universal de Barcelona, este bello conjunto escultórico fue obra del arquitecto y militante carlista Cayetano Buigas, combatiente por Don Carlos VII en la cruzada española de 1872-1876 y primer jefe de los Requetés de la provincia de Barcelona en el año 1919. Representa el momento en que nuestro navegante fue recibido por los Reyes Católicos en la ciudad condal tras su regreso de las Indias.
Su inauguración tuvo lugar en el marco de los actos por el IV centenario del descubrimiento de América. Precisamente el día en que se conmemoraba tan gloriosa efemérides, el 12 de octubre de 1892, el diario carlista EL CORREO ESPAÑOL publicó un número especial con la colaboración de las principales personalidades de la Causa. El entonces jefe regional de la Comunión Tradicionalista en Cataluña, Luis María de Llauder, firmaba las siguientes líneas:
¡HABLA, COLÓN!
Y diles á este menguado siglo XIX y á esta desmedrada generación lo que fueron los siglos XV y XVI, y los hombres que hicieron de España la primera nación del mundo.
Desde lo alto del monumento que la historia y el voto de todas las generaciones te han levantado, diles que sólo pensando en Dios, pidiéndole luces y esfuerzo, amando á los hombres como hermanos, es como se acometen las grandes obras que marcan un paso de gigante en la empresa de la civilización de los pueblos.
Pídeles cuenta de tus conquistas y de los beneficios que produjo tu atrevido pensamiento; muéstrales con mirada severa el resultado de su nefasta rebelión contra Dios, y señala con el dedo los dos siglos, el de oro, en que viviste, y el de barro, en que han convertido á la España moderna borrando el nombre de Dios de la civilización actual para sustituirlo con el culto del hombre con todas sus malas pasiones...
Pero tranquilízate, ¡oh gran Colón!; la España católica que tú conociste vive todavía, aunque esclavizada por los que hoy dicen festejarte, cuando lo que buscan á la sombra de tu nombre es la ostentación, el placer y el negocio; y esta España católica volverá á ser dueña de sí misma.
Y acepta los homenajes que esos hombres funestos te dedican como tributo que á la verdad y á la virtud prestan el error y el remordimiento.
El Correo Español, 12 de octubre de 1892
(edición especial por el IV centenario del descubrimiento de América)
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada