por Enrique Sarradell Pascual, 1948
CARTA NOVENA
Nuestra posición internacional. - Los "Tres Dogmas Nacionales" de España. - Amigos y enemigos de nuestra misión universal. - Actitud digna de los españoles. - La "Razón de España" ante el mundo.
Muy apreciado amigo:
En tu última carta discurres con acierto probado, sobre los dogmas nacionales de España, en relación con. nuestra posición internacional.
Interesante tema —en verdad— en estos momentos de transición universal, de incomprensibles y comprensibles vacilaciones.
Porque, si bien es cierto que en la conciencia popular española radica un sentimiento de orgullo patrio permanente, que guía, propende, y, señala, cual ha de ser nuestra posición internacional, no siempre se encuentran criterios libres que, como el tuyo, acepten, sin reserva convencional, la trayectoria nacional más conveniente.
Existe una porción de españoles que especulan entre su sentimiento y sus intereses. Como, si, por ejemplo, el triunfo de la concepción económica nacionalista, pusiese en peligro los intereses que se basan en la legitimidad del derecho y su usufructo consiguiente.
Las relaciones internacionales de un Estado para con otros, están sujetas, igual que las de un individuo para con otro individuo, por aquellas reglas primogenias, que, siendo eficientes, seleccionan automáticamente las relaciones, según el grado de sensibilidad y de decencia, que gravitan sobre la conciencia colectiva o individual, de la comunidad o el sujeto, obligado a la opción por necesidad.
La opción, en el caso individual, es la solución de un problema simplista en extremo. Por equis razones, puede prescindirse de una amistad no conveniente.
Mis preferencias sociales estarán en relación directa con mi educación, al par que no repugnen la sensibilidad espiritual de mi decoro cívico, personal y al prestigio.
Pero, mi querido amigo, cuando un Estado ha de determinar, en el concierto internacional, sus relaciones, la solución del problema ya no es tan simplista; hay razones de razones que se imponen.
En el planteamiento del problema intervienen diversos factores que, derivados de la Historia, la Geología, la Geografía, la Topografía y la Economía, imponen, en su resolución, otros factores de responsabilidad basados en la auténtica conveniencia nacional, que sólo pueden determinar, en su justa interpretación, aquellos hombres rectores que han hecho de la responsabilidad una disciplina moral y un deber patriótico.
Estoy convencido, mi querido amigo, que con ese prolegómeno, tendrás la suficiente amplitud de visión para situarte en el caso de España.
Nuestra posición internacional no es de sumisión ni de renunciación, sino de desagravio, pretensión de espacio vital y vindicación de reivindicaciones. Derecho ese, que, si hasta ahora no se nos negaba, no nos era reconocido por la apetencia de un lado y el rencor de otro, por los que usufructúan infecundas alianzas y se aprovechan de nuestra situación geográfica, sin olvidar la succión de la riqueza natural, geológica y el potencial económico de nuestra España.
Vázquez de Mella, el hombre vidente, martillo del Liberalismo y forjador de esa conciencia nacional que hoy se manifiesta en diafanidad patriótica por nuestro pueblo, señaló, en su día —no muy lejano de nuestra efemérides— que los tres ideales de España, los tres objetivos de nuestra política internacional eran, «el dominio del Estrecho, la federación con Portugal y la Confederación tácita con los Estados americanos».
Nuestros dogmas nacionales, de acuerdo entre otros factores, con la Historia y la Geografía se circunscriben a indiscutibles postulados raciales y espirituales; expansión, comprensión y fraterna unción humana; contrapartida, en lo universal, de la conquista, la rapiña y la explotación, de espacios geográficos y razas inferiores.
Esos tres dogmas nacionales españoles en el reajuste del mundo, indudablemente, en la hora actual, exigen, por razones insuperables, oportunas modificaciones de aplicación, pero, en lo espiritual y en la finalidad estricta, conservan los ímpetus esenciales en lo histórico y geográfico, como imposición de destino, en la trayectoria, que la libertad y su propia determinación señalan a España.
España que pese a la depresión liberal siempre ha compendiado sus nobles ambiciones de expansión, de acuerdo con la lógica y la razón de aquellos tres dogmas nacionales, en lo internacional, únicamente ha encontrado un obstáculo en sus reivindicaciones, el deseo de otros para que persistiera nuestra inferioridad.
En el panorama de las relaciones internacionales surgen, inesperadamente, factores que operan en sentido regresivo a la trayectoria de los factores precedentes, inmediatamente precedentes.
A ti, mi querido amigo, que no te falta ese inapreciable don de la observación, sazonado de sutileza precautiva, propensa a sacar consecuencias de determinadas comparaciones, te invito a que me acompañes a un recorrido rápido pero preñado de grandes acontecimientos y transformaciones, que abarca del mes de mayo de 1945, al momento presente.
Así como en una cinta magnetofónica quedan registradas las voces, los aplausos y todas las sonoridades, en la prensa y en los libros consta todo el proceso, desarrollo y evolución del mundo, desde la capitulación alemana hasta el reciente discurso del Presidente Truman ante los representantes de ambas Cámaras norteamericanas señalando, con expresión acusadora, a Rusia, y el anuncio de la prueba de la 6.ª bomba atómica en el atolón de Eniwetok a «profundidad intermedia», como dicen los técnicos, es decir de 600 a 1000 metros. (1)
Si procedemos a discriminar los hechos, podremos advertir inmediatamente uno de sintomático; la disparidad de interpretación de acuerdos mutuos de los aliados, adoptados durante la guerra, en Yalta principalmente, y la acción unilateral de uno de ellos —Rusia— en provecho propio; a continuación, el desarme de Inglaterra y Estados Unidos y el mantenimiento de sus efectivos por parte de Rusia; el abandono de Polonia a una directriz política diametralmente opuesta a la de los que hicieron la guerra contra Alemania al lado de los aliados por el pasillo de Danzic; desmantelamiento de la industria pesada alemana; ocupación militar y política de Hungría, Yugoeslavia, Albania, Bulgaria; anulación de las libres nacionalidades de Croacia, Eslovaquia, Ucrania; resurgimiento de los campos de concentración; depuraciones por eliminación física, destierros, incautaciones, guerras civiles, huelgas revolucionarias, elecciones «democráticas» con candidatura única, la gubernamental; golpes de Estado políticos en Rumania, Checoeslovaquia... y para no hacer interminable la relación de grandes y graves acontecimientos, la inoperancia de la O. N. U. y sus múltiples secciones y subsecciones, comités y subcomités; el reiterado ejercicio de la facultad del veto por parte de Rusia e incomprensiblemente por el presidente Truman, debelador de tal ejercicio; el problema de Palestina, el caso de Grecia, el de China, el de Manchuria, el de Corea, la obstinada obstrucción al llamado plan Marshall de ayuda a Europa y finalmente, el «caso de España».
Tú y yo, coadyuvando, objetivamente, en la consideración de los acontecimientos que quedan relacionados, estoy seguro de que coincidiríamos, dada la «psiquis» del momento en que te escribo, con otros más sabedores que nosotros de que, cuanto he anunciado son premisas, más que suficientes, para desencadenar la tercera guerra mundial.
Pero amigo, a pesar de la gravedad suma del momento, con todo y que la voz augusta de Su Santidad Pío XII en su mensaje de Pascua, ha dicho «La gran hora para la conciencia cristiana ha sonado. O esta conciencia despierta a la plena y viril conciencia de su misión de ayuda y salvación para la humanidad puesta en peligro en su ser espiritual, y entonces habrá salvación, o de lo contrario, y Dios no lo permita, esta conciencia despertará en parte, no se entregará valiente a Cristo y se cumplirá el veredicto, terrible veredicto, no menos solemne: «El que no está conmigo, está contra mí», yo propendo a una invariable capacidad para el optimismo que constituye mi mayor bagaje de hombre que confía en la Misericordia de Dios, pero que en definitiva acata su Voluntad.
Así, pues, no especularé más, sobre los hechos trascendentales y graves que oscurecen el horizonte internacional y me detendré, aunque sea un momento, para terminar, en el inverosímil «caso de España», con el que, peligrosamente, juega la inconciencia.
Al terminar nuestra Guerra de Liberación, todas las naciones, excepto Rusia y México, reconocieron al Gobierno nacional triunfante y quedaron ubicadas en Madrid las representaciones diplomáticas acreditadas.
Durante la segunda guerra mundial, España, como en la primera, mantuvo su neutralidad, a pesar de que la evidente germanofilia de la mayoría de los españoles, tanto en una como en otra guerra, hubiera podido inclinar, en determinados momentos, su beligerancia a favor del momentáneamente vencedor. (2)
Después de la primera guerra, a pesar de la hostilidad correcta, pero evidente, de los Estados Unidos, Francia e Italia respecto a España (3) al reunirse en Versalles la Conferencia de la Paz, a nadie se le acudió acusar a España de «peligro en potencia» para la paz mundial, ni aislarla económicamente, ni retirar las Embajadas.
¿Qué sucedió después de la segunda guerra? Pues, que como no ha podido asentarse la paz por interferencias de orden ideológico, han sido las cuestiones políticas las que plantearon el «caso de España» en la O. N. U. y esas mismas cuestiones de tipo político al servicio del imperialismo soviético, son las que han posibilitado, desgraciadamente, la actual tirantez de las relaciones internacionales, resulta ahora que, los mismos que inexplicablemente sirvieron de peones al odio soviético contra España, han tenido, por fuerza de las circunstancias, de convertir el «caso de España» en la «razón de España». ¿Por conveniencia? ¿Por necesidad? Quizá por ambas cosas.
Y ya sabes tu, como lo saben muchos, que la España de hoy, es la misma de cuando la declararon «peligro en potencia» para la paz. Por la Paz, la Libertad cristiana y la Justicia, me alegro de la nueva situación creada por la comprensión ajena, aunque sea incomprensiblemente vetada.
Que atinadas, sonoras y justicieras resultan para final de esta carta las siguientes palabras: «España es algo más que una tradición milenaria augusta, inseparable de la historia y de la cultura mediterránea; es una realidad política viva por su posición estratégica, por sus posibilidades económicas y su potencial humano». (4)
Atentamente.
(1) La primera bomba atómica fué probada en los desiertos de Nueva México, la 2.ª y 3.ª produjeron las horribles hecatombes de las ciudades japonesas de Nagasaki e Hiroshima, la 4.ª y 5.ª fueron probadas en el atolón de Bikini...
(2) «Dos discursos resonantes se pronunciaron en aquellos días: el de Maura, en el Teatro Real, y el de Mella, en la Zarzuela. Maura, en períodos de soberana elocuencia, por primera vez se inclinó a los centrales, aunque recordando y razonando los motivos que le impulsaron a llegar al Convenio de Cartagena de 1907.
El de Vázquez de Mella, fué un gran discurso, oración modelo, arrebatando al auditorio, que vibró de entusiasmo. ¡Y qué auditorio! Lo más selecto de la sociedad madrileña, ¡Palacio entero!, que se desbordaba contra los aliados».
Conde de Romanones Notas de una vida.
(3) Id., Id., el autor cuenta al respecto sus entrevistas en París, con Wilson, Clemenceau, House, Sonnino y Orlando, en diciembre de 1918.
(4) Julio Datas, ex-ministro y presidente de la Academia de Ciencia portuguesa en el «Diario Popular», de Lisboa. Marzo de 1948.
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